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05 de mayo de 2024

Jean-Pierre Elkabbach

GTRES

Jean-Pierre Elkabbach (1937-2023)

Hacía y deshacía la actualidad política en Francia

Entrevistador con un talento fuera de lo común, también oficiaba fuera de su país: acorraló a Putin tras la anexión de Crimea

Jean-Pierre Elkabbach
Nació el 29 de septiembre de 1937 en Orán (Argelia) y falleció el 3 de octubre de 2023

Haim Jean-Pierre Elkabbach

Inició su andadura periodística durante los estertores de la Argelia francesa antes de volver para siempre a la metrópoli, salvo un corto periodo como corresponsal en Alemania a finales de los sesenta. Presidió en conglomerado audiovisual público France Télévisions entre 1993 y 1996.

Fueron dos horas agónicas, y en directo, para un François Mitterrand con el rostro descompuesto por el imparable avance del cáncer. Dos horas, aquel 12 de septiembre de 1994, durante las cuales tuvo que dar explicaciones sobre su enfermedad, sobre si ésta le podía abocar a una dimisión anticipada y, sobre todo, acerca de su turbia relación juvenil con la extrema derecha y su prolongada amistad con René Bousquet, antiguo secretario general de la Policía del régimen colaboracionista de Vichy. El viejo mandatario pidió expresamente a Jean-Pierre Elkabbach que se encargase de la entrevista. Nada extraño: el solicitado era quien, en Francia, dominaba mejor que nadie ese ejercicio periodístico en radio y televisión.
Las relaciones entre ambos distaron mucho de ser idílicas en años anteriores, pues Elkabbach, director de Informativos del canal televisivo público «Antenne 2» –hoy «France 2»– entre 1977 y 1981, vio cómo su apellido era abucheado en la plaza de la Bastilla la noche de la primera victoria presidencial de Mitterrand. El nuevo jefe del Estado entendió el mensaje al hacer rodar su cabeza pocos días después en un clima de purga generalizada en los medios audiovisuales. Elkabbach, que ya había sido sacrificado una primera vez en mayo de 1968, por haber hecho huelga, pasó unos meses en el paro, volviendo a las ondas en 1982 en la emisora «Europe 1» al frente de un magacín vespertino, antes de recuperar, al cabo de un lustro, lo que ansiaba: la entrevista política matutina.
Convirtió esa cita en el evento mediático que marcaba la actualidad política del día o de la semana. Entrevistador implacable, sin concesiones, con preguntas incisivas, compensaba la severidad ante el micrófono con una buena relación personal con la mayor parte de sus invitados: había entendido que para no revivir las amarguras del pasado convenía llevarse bien con todo el espectro ideológico, Jean-Marie Le Pen incluido. De ahí nace la fama, de la que nunca ha logrado deshacerse, de Elkabbach como periodista vinculado al poder, fuera este cual fuera. La famosa «connivencia» entre periodistas y políticos, constantemente denunciada por los detractores del funcionamiento del sistema político-mediático francés en general, y de Elkabbach en particular.
Ese tono crítico se ha percibido estos días en las reacciones a su fallecimiento en las que, si bien nadie cuestionado su talento televisivo y radiofónico, varios periodistas franceses –algunos de cierta relevancia– han señalado lo difícil que era la convivencia con él dentro de una redacción, su desmesurado afán de protagonismo -tuvo hasta hace unos meses, siendo ya octogenario avanzado, una entrevista política dominical en Cnews, televisión vinculada a Europe 1- y su propensión a tratar a las personas con deferencia o displicencia, según el rango que tuvieran en la vida o en los medios.
No fue el caso, por ejemplo, del mismísimo Vladimir Putin, a quien Elkabbach entrevistó poco después de la anexión de Crimea: cuando el mandatario ruso le tildó de «agresivo», replicó: «Es que Ucrania no está muy lejos». Putin fue, junto con Nelson Mandela y Margaret Thatcher, una de las numerosas personalidades internacionales que aceptaron someterse al escrutinio de Elkabbach, Si querían ser oídos en Francia, sabían a quién tenían que dirigirse. El entrevistador, por su parte, consideraba estos episodios como parte de la promesa que este hijo único hizo, con doce años, ante el cadáver de su padre, muerto repentinamente en la sinagoga de Orán: convertir su apellido en ilustre. La cumplió.
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