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Marcel OphülsEl Debate

Marcel Ophüls (1927-2025)

Cantó a los franceses las verdades del barquero

Con su película documental La pena y la piedad, destapó la cruda realidad de la vida bajo el régimen de Vichy, mancillando el relato gaullista sobre una Francia enteramente resistente

Marcel
Nació en Frankfurt el 1 de noviembre de 1927 y falleció en Lucq-de-Béarn (Francia) el 24 de mayo de 2025.

Hans Marcel Oppenheimer

Cineasta

Tras alistarse durante unos años en el Ejército norteamericano –el primer país en el que se exilió su padre–, se trasladó a Francia para iniciar su propia trayectoria cinematográfica cuyo éxito más visible fue 'La pena y la piedad'.

«La película destruye unos mitos que los franceses todavía necesitan». Este es el motivo principal que alegó Arthur Conte, a la sazón presidente de la Organización de la Radio Televisión Francesa, entidad de Estado, para negarse a emitir la película documental La pena y la piedad, dirigida por el cineasta Marcel Ophüls. Era mayo de 1969, el general Charles De Gaulle acaba de dimitir de la presidencia de la República, si bien su larga sombra se seguía proyectando sobre la sociedad francesa con unos mitos aún muy arraigados en la mentalidad colectiva. Por ejemplo, el de una Francia enteramente resistente durante la Segunda Guerra Mundial. De ahí las reservas de Conte.

Cierto es que La pena y la piedad, de más de cuatro horas de duración, cuestiona ese planteamiento. Ambientado entre 1940 y 1944 en Clermont-Ferrand (capital de Auvernia y sede de Michelín), Ophüls pone énfasis en un comportamiento cotidiano mucho más ambiguo frente a las fuerzas de ocupación, por no decir de franca colaboración. Un enfoque que desempeñó un papel importante en la inauguración de una fase de recuperación historiográfica de la memoria de la Ocupación alemana a partir de los años setenta, plasmada en las dos décadas siguientes en una nueva concienciación pública cuyas consecuencias más visibles fueron los juicios, ampliamente publicitados, de Klaus Barbie, antiguo jefe de la Gestapo en Lyon, y de los collaborateurs franceses Maurice Papon y Paul Touvier.

Las reacciones a La pena y la piedad, como era de esperar, fueron polémicas. De entrada, por la prohibición de emisión, que se prolongó hasta 1981. También por las opiniones de personalidades como Simone Veil, deportada a Auschwitz, futura ministra de Sanidad y primera presidenta de la Eurocámara, que consideró que Ophüls cuestionaba el aporte de la Resistencia.

No lo cuestionaba –el valor de muchos resistentes es incuestionable, así como los 450.000 soldados que integraban el Ejército de Liberación en 1944–, pero sí lo ponía, de cierta manera, en su sitio: una inmensa mayoría de franceses no fueron resistentes en 1940. Más original fue la reacción del propio De Gaulle, retirado en Colombey, al ser preguntado por las verdades incómodas de la película: «Francia no necesita verdades, sino esperanza». «Una reacción elegante y con clase», replicó Ophüls, «pero el general y yo no ejercemos el mismo oficio».

Un Ophüls que había derivado su actividad hacia los documentales tras lograr poco éxito en el cine clásico. Tal vez por el peso del apellido –su padre era el cineasta alemán Marcel Ophüls, obligado a huir de la Alemania nazi por su condición de judío–. Después de La pena y la piedad, la producción de Marcel solía lograr más prestigio en las selecciones de los festivales que entre el gran público. Ha muerto dejando una película que sigue sin estrenarse doce años después de su rodaje.

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