El más sutil capo de la Camorra

Francesco Mallardo, capo del clan homónimo y conocido por el doble apodo de Ciccio 'e Carlantonio, cumplía, hasta poco antes de fallecer, una condena de 30 años de prisión en la cárcel de Parma. Sin embargo, hace unos días su estado de salud obligó a su traslado a un centro de rehabilitación en Emilia Romaña, no muy lejos de donde permanecía entre barrotes, pero del que las autoridades italianas, de momento, no han dado ni el nombre ni la ubicación. Volvió a Parma para dar su último aliento.

Muy lejos en todo caso de su Giugliano in Campania natal, municipio situado al norte de Nápoles, y que convirtió en la base de sus operaciones delictivas. Ciccio 'e Carlantonio ha sido uno de los jefes más influyentes de la Camorra en aquella zona. Fundó su clan Mallardo entre finales de los años 70 y principios de los 80, 1976 según las estimaciones más precisas, junto con su hermano Giuseppe y su primo Feliciano. El ascenso criminal de Ciccio 'e Carlantonio y los suyos hunde sus raíces en la venganza por el asesinato de su padre, Domenico, conocido como Mimì 'e Carlantonio, un contrabandista asesinado en 1967 por orden de su rival, Alfredo Maisto. Tras la muerte de este último, los Mallardo eliminaron sistemáticamente a sus herederos, consolidando así su poder en Giugliano.

Hasta aquí, nada que no se ciña a la tradición camorrista. Pero Ciccio 'e Carlantonio demostró, además, sutileza, pergeñando un sistema de alianzas a doble nivel. De entrada, fue uno de los fundadores de la Nueva Familia, encaminada a contrarrestar la Nueva Camorra Organizada de Raffaele Cutolo, muerto en 2021. Posteriormente, fue uno de los tres líderes de la Alianza de Secondigliano, junto con Gennaro Licciardi y Edoardo Contini, con quienes también mantenía vínculos familiares.

Arrestado en 2003 tras un periodo de fuga —había sido arrestado una primera vez en 1992— Ciccio 'e Carlantonio fue condenado a cadena perpetua. La privación de libertad no fue óbice para seguir liderando el clan, aprovechando permisos médicos para reunirse con sus afiliados y gestionar actividades delictivas, como la extorsión, el narcotráfico y el blanqueo de capitales. Como subraya Il Corriere Della Sera, este hombre de vida austera -a diferencia de muchos de sus iguales- que se presentaba como empresario de la limpieza, «pasó de una camorra campesina a una camorra empresarial capaz de sanear rápidamente el caudal de dinero procedente de los negocios sucios de dos grupos distintos, el de Selcione y el de los Palazzine» Y no solo.