Duque de Castro-Enríquez
El duque de Castro-Enríquez (1935-2025)
De aire elegante y maneras cautivadoras
A pesar de que nació con un solo riñón, era medio sordo y tuvo un gran infarto a los 40, Íñigo vivió con un pitillo entre sus dedos y un habano en el bolsillo. Bebía azúcar con café y a cada plato de sopa o de garbanzos que le ponían delante le echaba un puñado de sal
Íñigo Arróspide y Valera
Un hombre seductor, miembro de la alta nobleza española y de la burguesía vasca que presidió la Cofradía de los Vinos de Burdeos y fue miembro de la Cofradía de la Buena Mesa
El pasado martes murió con 90 años Íñigo Arróspide y Valera, un originario de Guernica con alcaldes de esa villa en su árbol genealógico del siglo XVIII. Como su padre murió cuando él tenía 8 años, desde muy joven fue duque de Castro-Enríquez y marqués de Valfuerte. Más tarde, tras la muerte de un tío, fue conde de Plasencia, grande de España. Era bisnieto de Juan Valera y Alcalá Galiano, escritor, político, embajador y hermano del abuelo de Eamon de Valera, presidente de Irlanda. A pesar de que nació con un solo riñón, era medio sordo y tuvo un gran infarto a los 40, Íñigo vivió con un pitillo entre sus dedos y un habano en el bolsillo. Bebía azúcar con café y a cada plato de sopa o de garbanzos que le ponían delante le echaba un puñado de sal.
Su afición por la gastronomía le llevó a pertenecer a la Cofradía de la Buena Mesa que hoy preside Ramón Pérez-Maura y a presidir la Cofradía de los Vinos de Burdeos en España. Recién casado con Carmen López de Letona y Coello de Portugal, nieta del empresario que, en el siglo XIX, financió de su bolsillo la construcción del Puente Colgante de Portugalete e hija del empresario y consejero del Banco de Bilbao Anselmo López de Letona, trabajó a las órdenes de su suegro en la fábrica de cables de cobre que tenía en Llodio, Valle de Ayala, tarea que combinaba con la gestión agropecuaria de su finca de Castro-Enríquez, en Salamanca, una de las más modernas de España que, hacia los años 70, se la compró la Diputación y hoy es una Escuela Modelo para ingenieros y peritos agronómos.
Íñigo encajaba muy bien con el retrato que, en sus Lettres à son fils (París 1750), Lord Chesterfield hacía a su hijo sobre el mariscal de Richelieu: «Conozco a un hombre que, sin una pizca de mérito, de saber o de talento, se ha elevado infinitamente por encima de su nivel solamente gracias al aire elegante y a sus maneras cautivadoras». Íñigo fue un gran amigo de sus amigos. Su grupo de la juventud lo componían Luis Gómez Acebo, duque de Badajoz, Gonzalo Crespi de Valdaura, conde de Orgaz, Álvaro Valera, Ramón Jordán de Urríes, conde de Roda, y ya más jóvenes, Tomás Gaytán de Ayala, conde de Valdellano e hijo del conde de Rodezno, Manolo Melgar y, sobre todo, Federico Palacios. La víspera de fallecer se despertó cantando en el hospital y a su hija Sonia le preguntó: «¿Por qué viviré tanto estando hecho un asco como estoy?».
El funeral por su eterno descanso tendrá lugar el miércoles 17 de diciembre a las 19,45 en la Iglesia del Espíritu Santo, Serrano 125, Madrid.