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19 de marzo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Casa de la República, casa de lenocinio

Lo que es indiscutible es que, siendo partidarios de la independencia de Cataluña, si llaman a la contratación de meretrices «gastos de catalanes» es porque están orgullosos de haber incurrido en ese dispendio

Actualizada 16:28

No se sabe quienes fueron los independentistas catalanes que incurrieron en Berlín en los llamados «gastos de catalanes» según la definición que ellos mismos hicieron en la casa en la que les ofrecieron los servicios de las prostitutas. Pero, lo que es indiscutible es que, siendo partidarios de la independencia de Cataluña, si llaman a la contratación de meretrices «gastos de catalanes» es porque están orgullosos de haber incurrido en ese dispendio. No parece exagerado imaginar que, si tuvieran alguna reticencia, lo hubieran llamado gastos de madrileños. o de extremeños, tal vez. No querrían ellos manchar el buen nombre de Cataluña. Por el contrario, queda claro que para ellos no tiene nada de malo unir el gentilicio de Cataluña y las putas. Ellos sabrán por qué.
Pero de lo que sí podemos estar seguros es de quién tomó la decisión de pagar la factura presentada por el prostíbulo Gemma Girls de la capital alemana. Fueron dos personas:  Jaume Cabani Massip y Josep María Matamala ya que ambos son los gestores de la sociedad CatGlobal ASBL de cuya cuenta corriente se hizo el abono a la casa de lenocinio después de los numerosos pagos hechos desde esa cuenta  a la Casa de la República en Waterloo.
Jaume Cabani es considerado por la Guardia Civil el cerebro financiero del independentismo, lo que explica que se ocupe de administrar sus cuentas. Y Josep Maria Matamala i Alsina es el íntimo amigo del prófugo Carles Puigdemont, que estuvo a su lado desde que salió de España en el maletero de un 4X4, además de ser miembro del Senado español en representación de Gerona. Su señoría Matamala cobra puntualmente su sueldo de la opresora España, pero no se caracteriza por la fluidez de sus intervenciones en esa institución. Ni siquiera en favor de la independencia de Cataluña. En las pocas que ha tenido, ha demostrado su desconocimiento de la etiqueta y proceder parlamentario. En su etapa como regidor del ayuntamiento de Gerona (1987-95) y en su actividad como diputado provincial también de Gerona (1991-95), no se le debió ahormar la virtud de la palabra o del debate. Ni tampoco ahora en sus magras asistencias a la cámara alta. Lo único que parece preocuparle a él ahí es tener inmunidad parlamentaria.
Lo que ya hemos aprendido todos los españoles –espero que los catalanes también, incluidos los que no quieren ser españoles– es que ese micromecenazgo promovido por el independentismo catalán para sostener a los prófugos está sirviendo también para pagar servicios de meretrices. Allá cada uno con su moral. Pero conviene que todos los que miran el proceso secesionista con comprensión, sepan que sus dirigentes consideran que no tiene nada de malo unir el gentilicio de Cataluña y la prostitución. Estos independentistas consideran que romper con España conlleva recurrir a prostitutas. Llámese «gastos de catalanes». Gastos de catalanes en putas. Aguardo ansioso la reacción de la izquierda feminista catalana. Y española.
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