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26 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Nadia Calviño se abona al feminismo tontolaba

Anuncia que jamás participará en un foro donde no haya otra mujer. Absurdo, amén de ser un planteamiento denigrante para las propias mujeres

Actualizada 11:05

Con Nadia Calviño, una de las figuras políticas más sobrevaloradas de la España actual, probablemente nos vendieron mercancía averiada. Nos la ensalzaron como una lumbrera con dos titulaciones universitarias, bruñida por su paso por eminentes puestos en la paquidérmica burocracia bruselense. Un faro de lucidez, que aportaría cordura en el desmadre económico del Gobierno de socialistas y comunistas. Pero una vez que hubo de pasar de las musas al teatro, Calviño no ha dado una.
Entre los hitos de esta supuesta eminencia, de 53 años, figurará para siempre su predicción de marzo de 2020, un día antes de que Sánchez declarase el estado de alarma, cuando nos pronosticó muy segura de sí misma que la covid tendría un impacto económico «poco significativo y transitorio». Casi acierta: España acabó el año con el mayor desplome del PIB de toda la OCDE. Posteriormente se ha distinguido por marrar en todas las previsiones de crecimiento, inflándolas con fantasías animadas de ayer y hoy. Cuando se lo han afeado, ha hecho un Xavi Hernández: culpar al árbitro, acusando al INE de medir mal el PIB. Por último, Calviño se ha visto derrotada una y otra vez por el bando podemita, que siempre le dobla la mano para sacar adelante leyes intervencionistas de la propiedad privada e iniciativas de alma peronista.
Los modales educados y la vestimenta atildada de Nadia chocan con el estilo más de barrio y navajero de Irene Montero, Belarra, la sin par Adriana Lastra y las «socias y socios» del engendro Frankenstein… Ante tan acusado contraste, Nadia debió pensar que necesitaba un golpe de efecto, dejar claro que ella también es «súper progresista», a pesar de un porte que evoca la película Sonrisas y lágrimas. Solo así se explican sus sorprendentes declaraciones abonándose a la versión histérica del feminismo que distingue a la ultraizquierda: «No voy a volver a participar en un debate donde sea la única mujer, ni hacerme una foto en un foro así», declaró la vicepresidenta muy enojada.
Una perfecta patochada. Si nuestra vicepresidenta debe mantener una reunión con los ministros de Economía de Francia (Bruno Le Maire), Italia (Daniel Franco) y Alemania (Robert Habeck), ¿va a plantar la cita argumentando que en ese encuentro ella es la única mujer y que por ahí no pasa? Si le organizan un coloquio en Madrid, o en Davos, con la terna de economistas que derrite de placer al «progresismo» (Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Thomas Piketty), ¿Nadia los va a plantar con el singular argumento de que son tres gachós? Es un planteamiento absurdo, y en realidad denigrante para las mujeres, pues viene a presentarlas como seres desvalidos que necesitan un plus de apoyo, una muleta, cuando no es cierto. Amén de que ofende también a los hombres, al dibujarlos como una suerte de orangutanes con los que una mujer no debe estar jamás sola.
Todos estamos a favor de la igualdad de derechos y oportunidades de hombres y mujeres. No hay discusión ahí en el arco político, ni tampoco en la sociedad española. Todos estamos a favor de que se acabe con la brecha salarial y con todo tipo de prácticas que puedan resultar denigrantes para las mujeres. Pero hay que decir la verdad: España es uno de los mejores países del mundo para ser mujer. De hecho, ellas ya están ganando en la universidad y muy pronto lo harán en la empresa. No se puede confundir la lógica defensa de los derechos de las mujeres con esa murga exaltada, saturada de sectarismo y victimista que la izquierda presenta con el logo de «feminismo». Así que, señora Calviño, no recurra a proclamas tontolabas para intentar congraciarse con el ala radical de su Gobierno. Más estilo y menos soflamas, que ya vamos peinando canas…
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