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26 de abril de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

El secreto que Rufián sí calla

De las demás filtraciones nunca conoceremos el origen, pero espero que Lola Delgado nos sorprenda contra todo pronóstico y deje que la Fiscalía destape al bocachancla de Rufián

Actualizada 01:58

Gabriel Rufián es una máquina de chulería y de hacer el mal… a España. Pedro Sánchez le ha conseguido una ventana con visillo para fisgar en los secretos de Estado y él, agradecido, lo aprovecha. La pasada semana acudió la hoy ya exdirectora del CNI a la Comisión de Secretos Oficiales y allí estaba un ramillete de excrecencias políticas: Rufián, Aizpurúa, Nogueras, Botran… Hasta al que asó la manteca se le alcanza que si tú le das un palco con vistas a tu casa a quien quiere quemarla, pues lo primero que hará el pirómano será contar a sus compinches cómo es la estructura de la vivienda y los flancos débiles para colocar la yesca y arrimar la cerilla.
Por eso, el rufianesco personaje se apresuró, tras salir de la sala donde Paz Esteban rindió su penúltimo servicio a España, a conectar con TV3 para desembuchar ante la tele que pagamos todos a los separatistas que los servicios de inteligencia contemplaban que las escuchas al presidente tenían su origen en el régimen marroquí o en agentes internos descontrolados. Si algo han demostrado los golpistas, es que cuando la justicia les sale al paso, les da el baile de san Vito. Y eso es lo que le pasó a Rufián, cuando fue advertido que acababa de perpetrar un delito de revelación de secretos de libro. Delito que Sánchez sabía que sus amigos cometerían.
La cobardía del portavoz de ERC le llevó a correr a corregirse en un tuit y atribuir el punible desliz a una interpretación personal. Si canallesco fue el comportamiento de largar lo que, por ley, tenía que proteger, vergonzosa fue la bajada de pantalones para evitarse un disgusto con un juez que le puede aplicar el 598 del Código Penal, que prevé de uno a cuatro años de cárcel. Edmundo Bal, el portavoz de Ciudadanos, que como abogado del Estado sabe un poquito de leyes, quiere que la justicia le investigue. Yo añadiría en la denuncia a otros portavoces en la comisión que tomaron notas de las autorizaciones judiciales para las escuchas, y luego lo largaron a los periodistas, eso sí, a sabiendas de que los profesionales tenemos el derecho constitucional a no revelar las fuentes, pilar fundamental este de la libertad de prensa.
De las demás filtraciones nunca conoceremos el origen, pero espero que Lola Delgado nos sorprenda contra todo pronóstico y deje que la Fiscalía destape al bocachancla de Rufián, tan ligero con los secretos de la nación en la que vive y tan opaco con las conversaciones que mantuvo su socio Puigdemont la víspera de la chusca proclamación de independencia de 2017 con enviados rusos que querían mandar –¿para qué, Rufián?– 10.000 soldados de la estepa al Ebro. Porque esa es la madre del cordero: el interés del soberanista en hablar del espionaje a Sánchez y no de lo que leyó (bueno, Margarita Robles dice que no lo quiso leer) los argumentos que usó la Inteligencia española para intervenir las comunicaciones de Aragonés. ¿Por qué de eso no larga, Rufián? ¿Qué leyó en esos papeles clasificados de lo que no dice ni pío?
Espero que Edmundo Bal, con el que Sánchez estrenó en 2018 su guillotina para altos servidores del Estado (luego vendría Manuel Sánchez Corbí, el coronel Pérez de los Cobos, Margarita Mariscal de Gante y Paz Esteban, además de tantos y tantos jueces independientes, como Llarena), tenga éxito y por lo menos Rufián sepa que no todos somos Sánchez. Que hay una gran parte del Estado que no está vendido a su chantaje.
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