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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Patoso

En un año Sánchez puede asomarnos al abismo. La diferencia es que no se lanzará él. Primero iremos todos al vacío, mientras él permanece en La Mareta, su nuevo domicilio oficial, según parece

Actualizada 04:00

La imagen ha dado la vuelta al mundo. En ella aparece el Rey Felipe VI, sonriente, precediendo al presidente Sánchez, cuya expresión de odio y envidia se antoja terrorífica. La misma mirada que el actor Vincent D´Onofrio dibujó en su personaje de Recluta Patoso en La Chaqueta Metálica de Stanley Kubrick en los lavabos de su compañía de Marines. Una mirada de venganza y ruina, previa al disparo que terminó con la vida del sargento Hartman, magistralmente interpretado por R. Lee Ermey.

Cumplida su misión de matar al sargento, el Recluta Patoso se sienta en un retrete y se suicida.

El Recluta Patoso es un psicópata de libro. La psicopatía, además de una enfermedad mental, es una anomalía psíquica creciente por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece. Hablando en plata, es una enfermedad mental que en apariencia no se detecta, que engaña por su supuesta normalidad, ocultando los estragos que alteran la conducta de quienes la sufren, y que brota con naturalidad en estadios de agobio, frustración y envidia. El fracaso destapa su virulencia, y el psicópata, ante la realidad de su desprestigio, no rectifica en su soberbia, sino que persigue el definitivo desastre de todos los demás para demostrar su poder.

Pedro Sánchez, según notables expertos en psiquiatría, tiene magníficas relaciones con varios modelos de psicopatía. La mentira compulsiva es una de ellas. Miente, sabe que miente, y olvida que ha mentido acusando de mentirosos a los demás. Le ha faltado tiempo para culminar la obtención del sosiego en su fin más deseado. Terminar con el régimen constitucional de 1978, derribando con la ayuda de sus socios podemitas, independentistas y terroristas, el fundamental pilar de nuestra libertad, la Monarquía Constitucional. No obstante, su mirada nos indica que, a pesar de su fracaso y a sabiendas de un más que probable batacazo electoral, tiene aún tiempo para dejar una España más arruinada, maltrecha, dividida, y amputada que haga casi imposible su reconstrucción. Sánchez ha permitido que el independentismo catalán se pase por la barretina toda suerte de sentencias del TSJC, el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. Y su propio Gobierno ha desobedecido cuantas sentencias adversas a sus intereses han dictado los altos tribunales. Está a punto de infectar para siempre al Poder Judicial, sin cuya independencia la democracia es sólo una mera palabra. Para ello, ha contado con la colaboración, durante el ejercicio del poder, del Partido Popular, que aún no se ha sacudido el complejo de inferioridad que, con alguna excepción, ha dominado a sus dirigentes. Ahí tenemos a Juanma Moreno, que después de su arrollador triunfo en Andalucía, se abraza a la memoria del islamista Blas Infante, tan dañino para España como Sabino Arana o Luis Companys. Cuando la psicopatía, que nada tiene que ver con la visión o la inteligencia, intuye que no hay oposición seria en el camino, arrasa con todo lo que queda en pie para que lo levanten los que vienen detrás. Y los que vienen detrás no parecen albergar deseos de modificar los desastres. Rajoy, con mayoría absoluta, no se atrevió a derogar la Ley de la Memoria Histórica, esa patraña inmunda de Zapatero que nos llevó de nuevo a los enfrentamientos anímicos de la Guerra Civil. Enfrentamientos que, a Dios gracias, no han llegado a ser armados, porque los españoles no tienen otra aspiración que llegar a fin de mes a pesar de los impuestos insoportables y la inflación galopante, y el derroche del dinero público.

En un año, el Recluta Patoso, puede asomarnos al abismo. La diferencia es que no se lanzará él. Primero iremos todos al vacío, mientras él permanece en La Mareta, su nuevo domicilio oficial, según parece.

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