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29 de marzo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

La paz de los cementerios: la de Sánchez

Esto es como cuando a uno lo atracan en la calle: si no te resistes, entregas la cartera, el reloj y la cadena de oro con el Cristo y las advocaciones marianas de tu mayor devoción, no habrá tensión

Actualizada 01:30

El Gobierno Frankenstein sobre el que nos previno Alfredo Pérez Rubalcaba ha tenido una semana extremadamente completa retirando a la Guardia Civil de Tráfico de Navarra para que los etarras votasen a favor de los presupuestos y suprimiendo el delito de sedición para que los independentistas catalanes apoyasen también las mismas cuentas.
En otra época, cuando el Gobierno de la nación todavía era una institución respetable, los partidos localistas de cualquier signo negociaban su apoyo a las cuentas del Estado a cambio de sacar obras públicas u otras aportaciones para su región al Gobierno de la nación: un pantano, una carretera, la mejora de un puerto, la ampliación de las pistas de un aeropuerto… había todo tipo de posibilidades. Hoy en día siguen haciendo eso, pero como saben que el presidente está dispuesto a vender su alma a cambio de seguir en la Moncloa, ahora añaden otros pedidos a los que siempre presentaron y lograron.
A base de dar todo, absolutamente todo lo que le piden, Sánchez se vanagloria de que la tensión ha desaparecido de la vida pública catalana. Esto es como cuando a uno lo atracan en la calle: si no te resistes, entregas la cartera, el reloj y la cadena de oro con el Cristo y las advocaciones marianas de tu mayor devoción, no habrá tensión. Lógico. Si al que rompe la ley se lo das todo, si suprimes las leyes que éste rompe, entonces no hay la más mínima tensión. ¿Cómo podría haberla? Pero poco a poco vas camino de acabar con una paz que es como la paz de los cementerios. Allí la quietud es total porque nadie discute con nadie. Nadie defiende sus derechos y nadie hace reivindicaciones.
El ambiente en la sociedad catalana no independentista es de rendición. Cuando surgió la alternativa de Ciudadanos –¡que llegó a ganar unas elecciones!– ni siquiera presentaron en el Parlamento catalán su candidatura a la Presidencia de la Generalidad. Una parte muy grande de ese voto constitucionalista, ante el abandono de Rivera y Arrimadas, optó por volver al PSC. Y ahora se encuentran a todos los diputados de ese partido en Madrid votando a favor de la supresión del delito de sedición. Es decir: les han entregado al enemigo.
Lo que España está viviendo en esta hora es un plan cuidadosamente elaborado para desmontar nuestro modelo de sociedad y terminar con nuestro país. Es un plan meticulosamente conformado en el que se destruye la familia como núcleo de la sociedad, se va reformando la Constitución de forma encubierta, pero a pasos agigantados. Y ahora el Gobierno pone en marcha un plan, amparado por la Ley de Memoria Democrática con el que va a nacionalizar españoles a 100.000 venezolanos. Es decir, van a meter en España a 100.000 hijos de la revolución venezolana que es lo mismo que hizo Chávez para asentar su poder: recibir y poner en distintos resortes del llamado poder popular a los agentes políticos que le envió Fidel Castro. Aquí, además de pedírselos a Maduro, Sánchez va a ser más generoso y les va a dar la nacionalidad. Lo que les dará los mismos derechos que tenemos usted y yo, querido lector. Con un par.
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