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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Se baja, parece que se baja

Villacastín está en la trinchera anti-Almeida y anti-Ayuso. Es como una Mónica García, pero menos inculta

Actualizada 01:30

Se acercaba la fecha del refrendo nacional para autorizar el ingreso de España en la OTAN. España no pertenecía a la Organización Atlántica, si bien nuestras Fuerzas Armadas llevaban veinte años –sí, en pleno franquismo–, utilizando las claves del bloque otanista, y Rota, Morón, y Torrejón de Ardoz, eran bases americanas. El PSOE pasó de la «OTAN, de entrada NO, a la “OTAN, de entrada Sí», y sorprendentemente Alianza Popular , liderada por Fraga Iribarne, influido por sus socios del PDP de Óscar Alzaga, propuso a sus partidarios la abstención. Escribí en ABC exponiendo mi confusión. Que el líder del conservadurismo español recomendara la abstención en el refrendo de la OTAN no entraba en los humildes cálculos y confusiones de mi cerebro. Se celebró el refrendo y España, gracias a los votos de una amplia mayoría de los votantes, ingresó oficialmente en donde ya estaba desde muchos años atrás. Pero a don Manuel le molestaron mis párrafos. Y recibí la llamada de la amable, y también decepcionada por mis críticas, jefa de prensa del grupo Popular en el Congreso y el Senado, la joven fraguista Rosa Villacastín. Me comunicó por teléfono que don Manuel quería compartir conmigo un almuerzo en el Nuevo Club de la calle de Cedaceros. En un privado. Y compartí su invitación con el senador Luis Fernández Fernández-Madrid y la gentil Jefa de Prensa Rosa Villacastín. Fraga se mostró en un principio áspero y enfadado, y me regañó como si yo fuera su mano derecha, Jorge Verstrynge. Le dije que yo no era de AP, y que ya no tenía edad ni para ser regañado por mi padre, y que no era yo, sino millones de personas diseminadas por toda Europa y los Estados Unidos y Canadá, las que no habían entendido la postura del partido conservador español. El senador Fernández-Madrid apenas intervino, y la gentil Jefa de Prensa del partido de la Derecha, asentía emocionada cada vez que Fraga abría la boca. Fraga no era listo ni oportuno, pero sí inteligentísimo. Cambió de tercio, se disculpó y la charla se deslizó hacia la tradición satírica de la literatura española, que se la sabía de memoria. Ahí, dejó de asentir la Jefa de Prensa de Alianza Popular, porque su ignorancia literaria era total. Y aquí paz y después gloria.

Fraga, con posterioridad a ese encuentro, se mostró siempre amable conmigo y generoso con mi libertad, y yo le correspondí con el respeto que me obligaba su sabiduría y su honradez personal, que fue extrema. La Internacional Conservadora consideró que no era el hombre apropiado para representarla en España, y se optó por ubicarlo en Galicia, donde barrió, donde gobernó y donde dejó un gran recuerdo y mucho entusiasmo condensado como presidente de la Junta –la «Xunta»–.

Buena memoria que no se ha olvidado. La Jefa de Prensa desapareció.

Al cabo de los años, con Zapatero, Sánchez y los podemitas, aquella severa periodista de derechas, se convirtió en una entusiasta sanchista. Se estableció con un prometedor periodista del Grupo Correo que en apenas cinco meses llevó al diario YA a su desaparición. Creo recordar que se llamaba Miguel Larrea. Le dediqué un epigrama en ABC que molestó sobremanera al entonces director José Antonio Zarzalejos, amigo de Larrea.

Tiempo ha que no lo veo.
​¿Dónde está Miguel Larrea
​Que anda siempre de trajín?
​Pues un día en El Correo,
​El otro en «Ajuria Enea»
​Y el otro en Villacastín.

Villacastín está en la trinchera anti-Almeida y anti-Ayuso. Es como una Mónica García, pero menos inculta, o como la Fallarás, pero sin abandonar la sobriedad. Y se lo pasa muy bien en Twitter, donde resume y sintetiza sus pensamientos. El último me ha impresionado sobremanera: «Qué espanto. Hacía tiempo que no pasaba por Gran Vía. Miles de personas dando vueltas, las aceras sucias, la mayoría de quienes llevan bolsas de la tienda más barata. Que paren que me bajo». Extraordinaria capacidad botánica para la observación. Lo de la gente dando vueltas no lo he entendido bien, y no ha revelado la razón social de la tienda más barata, que debe estar haciéndose de oro porque todos los viandantes con bolsas salen de ella. Un espanto. Sólo el final de su mensaje es prometedor. «Que paren que me bajo».

Ignoro de dónde puede bajar después de haber bajado tanto. Pero la intención y la promesa están ahí. Y resulta dolorosa. Se baja. Y yo, con estos pelos, y en un grito.

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