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02 de mayo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Rita Falcó

En Rita viven todos los vicios de la izquierda urbana y caprichosa, que no tiene ni pajolera idea de los problemas de las clases modestas, y que basan su programa político en defender causas sobrevaloradas

Actualizada 01:30

Llevo horas sin parar de reír gracias a un gag de un humorista de la Ser que se ha inventado un pseudoconcurso en el que él mismo debe identificar si es Tamara Falcó o Rita Maestre la autora de las frases que se escuchan en off. Debo confesar que, como el propio comunicador, me ha sido imposible acertar la prueba dada la sintonía casi absoluta entre la pronunciación de la una y la otra; dada la modulación de voz que comparten la aspirante a alcaldesa de Madrid por la izquierda caviar de Mónica García y la hija de Isabel Preysler. Ambas bordan los tics «pijos» y esa entonación que algunos solo logramos si hablamos mientras damos vueltas a un caramelo XXL en la boca.
Tamara es un personaje atrabiliario y simpático, que ha cautivado con su desenvoltura y falta de complejos: hasta consiguió hacer un problema nacional el tonteo de su prometido con otra, y cuestión metafísica si debía volver o no con el crápula. Pero su trascendencia no pasa de su linaje entre el Hola y la aristocracia española. Lo verdaderamente descacharrante es escuchar a Rita Maestre, la candidata expodemita de Más Madrid, defender la intervención en el mercado de la vivienda o la defensa de la okupación o de los marginados madrileños y todas sus soflamas doctrinarias con aspecto y vocecita de niña que no ha roto un plato, ossssea, cuando todos sabemos que fue condenada y luego absuelta por una instancia judicial superior por asaltar, con el busto al aire, una capilla de la Universidad Complutense en 2011, ofendiendo sentimientos religiosos, como recogía el primer fallo que la condenó. «Contra el Vaticano, poder clitoriano», gritó la sosia de Tamara.
En Rita viven todos los vicios de la izquierda urbana y caprichosa, que no tiene ni pajolera idea de los problemas de las clases modestas, y que basan su programa político en defender causas sobrevaloradas como el ecologismo, el feminismo, el animalismo y los derechos de las minorías, en claro abandono de los de las mayorías que no pueden llenar la nevera. Cuando visita los barrios de la capital parece reclamar con su pijerío una alfombra roja y el tratamiento vip que le dispensa su cargo público, pero a veces tiene que ensuciarse el zapato con el barro de Usera o Villaverde. Rita apareció en nuestras vidas cuando la alcaldesa sectaria de las magdalenas, Manuela Carmena, la nombró portavoz en Madrid. En su currículum, además de su hazaña a pecho descubierto, solo había dos hitos: ser la exnovia de Íñigo Errejón y haber vivido de la mamandurria pública, como concejal, desde su más tierna juventud.
Como responsable municipal multó, detuvo operaciones millonarias, receló del mercado libre, y se gustó ver en coche oficial y con secretaria y chófer. Descubrió que como vocinglera en asambleas universitarias se vive peor, así que ha decidido perpetuarse en el Ayuntamiento, marcando perfil contra las chicas de la tarta, a las que detesta, como al macho alfa que las dirige. Ella es tan pijoaparte como Íñigo Errejón, Mónica García, Alberto Garzón, Isa Serra y Yolanda Díaz, que han pasado por colegios privados pero hoy quieren imponer los públicos a los demás, que viven en áticos o casas oficiales de lujo, que se levantan 100.000 euros públicos, pero que dicen que son los representantes de los obreros. Y yo Claudia Schiffer.
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