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25 de abril de 2024

Ojo avizorJuan Van-Halen

Libertad de expresión

Por esos mundos un atentado contra la bandera produce una respuesta inmediata. En España no. La izquierda muchas veces ha otorgado gratuitamente a quien exhibe la bandera de España la condición de derechista, de retrógrado, de «facha». Esto es impensable en un país serio.

Actualizada 05:29

A veces me pregunto qué representación tenemos en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que siempre nos condena. Que nos diera la razón sería noticia. Hace años nos representaba un jurista que había sido diputado socialista en la Asamblea de Madrid. No sé si sigue en Estrasburgo. Ahora el TEDH obliga a España a indemnizar a un sindicalista gallego condenado en su día como autor de un delito de injurias a España, representada en este caso por su bandera. En 2014 este sindicalista, junto a una treintena de manifestantes, se congregaron ante el Arsenal Militar de Ferrol cuando se celebraba un acto solemne y al tipo, megáfono en mano, se le ocurrió gritar: «Hay que prenderle fuego a la puta bandera». Tras la condena a una multa por un juzgado de Ferrol, y el recurso ante la Audiencia Provincial que confirmó la condena, el asunto llegó al TEDH que ahora da la razón al vociferante al considerar que España había coartado su libertad de expresión.
En 2007 a unos estudiantes españoles de Erasmus, junto a unos compañeros portugueses, se les ocurrió bajar unas banderas letonas de unas farolas de Riga para quedárselas como recuerdo; no hubo gritos ni se menospreció a las banderas pero fueron detenidos, pasaron seis meses de calvario y se les acusó de ultraje a la bandera nacional, delito que allí supone hasta seis años de cárcel. Aquella chiquillada produjo un incidente diplomático; luego recibieron la libertad bajo fianza sin poder abandonar el país. No se tuvo en cuenta la libertad de expresión ni que los hechos se produjeron tras una noche de copas.
Los gobiernos socialistas, y no digamos sus socios, han venido malbaratando muchos valores importantes que unen a los españoles, entre ellos la bandera. En España se quema la bandera nacional y no pasa nada. Por esos mundos un atentado contra la bandera produce una respuesta inmediata. En España no. La izquierda muchas veces ha otorgado gratuitamente a quien exhibe la bandera de España la condición de derechista, de retrógrado, de «facha». Esto es impensable en un país serio. La falacia se cae a plomo porque los españoles exhiben la bandera de todos cuando quieren mostrar su orgullo nacional, lejos de acontecimientos políticos. Recuerdo el Campeonato Mundial de Fútbol y muchas más ocasiones. Hasta Sánchez cubrió hace años el escenario de un mitin con una enorme bandera. Lo habrá olvidado. Es frágil de memoria cuando le conviene.
En 2009 una unidad militar acampó en el monte Gorbea, en la raya entre Álava y Vizcaya, y los soldados colocaron una bandera española en la cruz que existe –no sé si sigue existiendo– en aquel lugar. No resulta extravagante que unos españoles, militares o no, coloquen una bandera de España en su país. No se consideró libertad de expresión. El PNV se sintió agraviado y dos militares sufrieron sanciones por el terrible error de colocarla. Días después los peneuvistas convocaron en el monte un acto de desagravio en homenaje a la «ikurriña», una bandera creada por Sabino Arana. Creo que fue un error convertir la bandera de un partido, el PNV, en símbolo de una región. Un regalo más de la Transición que, desde las buenas intenciones, no consiguió lo que pretendía. .
Las ofensas a la bandera nacional, a la figura del Rey, en definitiva a los símbolos que representan la unidad de España, se han enmascarado tras la defensa de la libertad de expresión, pero esta libertad respetable no puede servir para que quien delinque no lo pague. No recibir sanción por hechos punibles es intolerable. Y la descalificación de «fascistas» a los adversarios políticos no es nueva. Es una constante del socialismo cuando no se escribe la historia a su gusto aunque cuente con el aval de las urnas. Pensemos en el golpe de Estado socialcomunista de octubre de 1934, o en la reacción tras las elecciones del pasado 28-M.
En 2019 una Resolución del Parlamento Europeo sobre la Memoria Democrática de Europa alertaba sobre la exhibición de símbolos comunistas y nazis. No hay manifestación de la izquierda en que no aparezcan banderas con la hoz y el martillo. Incluso Correos ha dedicado un sello homenajeando al Partido Comunista ilustrado con ese símbolo. ¿También es libertad de expresión? No tiene parangón en la UE. Como en el añejo reclamo turístico «España es diferente».
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