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03 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El equipazo de Feijóo

La política española no anda fina, pero tiene que haber alguien ahí fuera más convincente, profundo y de más tirón que Sémper, Gamarra y Bendodo

Actualizada 10:07

Cuando has visto un poco de todo te das cuenta de que al final existen dos tipos de jefe: los que buscan contar con los mejores para beneficiarse de su talento y capacidad; y los inseguros, que prefieren rodearse de mediocres por temor a que la gente realmente capaz les haga sombra. En mi experiencia laboral he comprobado que con jefes del primer modelo se logran mejores resultados. Si quieres que las cosas vayan bien, rodéate de los mejores.
El PP ha dado con Feijóo un indiscutible estirón electoral: ha ganado 48 escaños respecto a Casado (y no es un éxito atribuible solo a la desaparición de CS, porque ese partido ya solo contaba con diez diputados). Sin embargo, en las charlas privadas con personas de derechas que han votado al PP se escucha una idea que se repite y que merece un debate. Lo que se comenta en cenas y cafés es lo siguiente: el partido anda ideológicamente como un pollo sin cabeza, sin una línea firme y clara que ofrezca una ilusión de cambio a los españoles, y el equipo que rodea a Feijóo no está a la altura del momento crítico que atraviesa España.
Lo que ofrece ahora mismo el PP genovés a los españoles es lo siguiente: 1.- Gestionar la economía de manera más aseada que el PSOE. 2.- Hacer respetar el orden constitucional. 3.- Derogar el sanchismo. Todo eso está muy bien, por supuesto. Pero sabe a lo mínimo que cabe esperar. Es como salir a la cancha a empatar, no a ganar el partido con contundencia.
El truco, como siempre, está en los detalles. El PP no ofrece ahora mismo una alternativa económica claramente diferenciada de la del PSOE, pues se ha pasado también a los parámetros socialdemócratas. Este PP se presenta como una especie de PSOE más serio en la consolidación fiscal, como si no existiese ya cancha para una visión económica alternativa a la del izquierdismo asistencial.
En el segundo punto, la defensa del orden constitucional, falta pasión a la hora de defender España y su valía. Además, se cometen errores tan absurdos y evitables como charlotear con el partido de Puigdemont, dejando vendidos a los militantes de Cataluña que se han partido allí la cara, o el resbalón de Sémper con el vasco en el Congreso en el día de los pinganillos. «Voy a ser patriota, pero sin que se note mucho, no me vaya a regañar la izquierda», parece decir un PP un tanto acomplejado ante el imperio «progresista».
Por último, el gran objetivo, «derogar al sanchismo», al final no se ha logrado. Salvo que Puigdemont le diga «no», los españoles nos vamos a comer con patatas un Sánchez 2 como un avión, todavía más lesivo que el primero.
En resumen: el PP es el partido de centroderecha que ha ganado las elecciones, sin duda, pero no ofrece ahora mismo una ilusión positiva a los españoles basada en una idea de cambio a mejor, con unas ideas que ofrezcan una alternativa claramente diferente a la del «consenso progresista». Hay cuadros de este PP que ya han adoptado el lenguaje inclusivo, cuando es el sello distintivo del sanchismo, la alergia de Génova a dar la batalla de las ideas resulta notoria. Entre gestionar o liderar han elegido lo primero, lo que no cambia ni los países ni las mentalidades.
Y luego, claro, está el tema del casting, el reparto de actores. Sémper no da una, y además irrita al ala derecha del partido y los votantes que se mueven en ese espectro, porque la verdad es que igual que ha caído en el PP podría estar perfectamente enrolado en el «progresismo». Gamarra es una política correcta, sí. Y ya está. Nadie se va a ilusionar con Cuca, que se limita a repetir el catecismo del día del partido sin mayor originalidad ni profundidad. Bendodo… pues ya ha quedado claro que la liga estatal le queda grande. El PP ni siquiera ofrece un gran nombre económico sobre el que pueda pivotar esa crucial política (de hecho, Feijóo se presentó a las elecciones sin decir quién era su persona para la economía).
¿De verdad que el centroderecha español no puede encontrar personajes con más pensamiento profundo y elocuencia? Si al final hubiese elecciones en enero, que creo que no, ¿el PP va a volver a presentarse con este equipo y esta nebulosa ideológica, en la que ni siquiera está clara del todo su relación con Vox, su socio necesario? ¿No es mejor pensar un poco qué se quiere hacer en lugar de ir corriendo detrás de cada balón-cebo que les tira Sánchez a la cancha? ¿Se puede seguir con el termostato al ralentí cuando España está en una situación de emergencia nacional, con su legalidad a punto de saltar por los aires con una amnistía delirante que condenaría de facto al Estado y al Rey por haber reprimido el golpe de 2017?
El discurso en la manifestación de Madrid del domingo y la sesión de investidura de la semana que viene podrían suponer un buen momento para empezar a cargar baterías ideológicas y oratorias. En España están en jaque la verdad y la legalidad. Y a eso no se le puede hacer frente diciendo tan solo que eres más serio que Sánchez y muy bueno con las hojas Excel.
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