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05 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

El salto

El profesor Maduro, que con independencia de su categoría intelectual, es también un afamado torturador, asesino y ladrón –pequeños defectos de algunos historiadores– ha declarado con expansión universal que España sí fue un imperio

Actualizada 01:30

Hace pocos días, uno de los intelectuales más prestigiosos de la izquierda española, rasgó mi orgullo. Como español, me sentí humillado. El gran sabio, historiador y antropólogo, Carlos Bardem, nacido Carlos Encinas Bardem, aseguró que el imperio español no existió jamás –él pronuncia «hamás» por motivos ocultos–, y que todo es un invento de la derecha. Cuando un imbécil defiende una barbaridad de esa índole hay que pasar página y no hacerle caso. Pero cuando se trata de las palabras de un historiador e investigador de la categoría de Carlos Encinas es lógico sentir cierta inquietud. Un hombre de esa categoría intelectual no se deja llevar por impulsos. Se ha pasado la vida estudiando la Historia de España, como todos sus hermanos y antepasados, y creo que por su condición de prudente, sagaz, independiente, y lúcido erudito, merece el esfuerzo de una respetuosa respuesta. Y sobre todo, de una aclaración científicamente probada. El idioma español se expandió por el todo el mundo y navegó sobre el Atlántico, el Pacífico y el Índico gracias a los vientos. Los vientos crearon unas inmensas bolsas abarrotadas de palabras y las dejaron caer sobre América del Norte, Centroamérica, América del Sur, las islas Filipinas, y centenares de islotes oceánicos. Esas nubes llegaron caprichosamente a los reducidos territorios en los que hoy se habla, se entiende, se ama, se odia, se trabaja y se roba en español. Gracias a esas torrenciales lluvias de palabras, el Pacífico fue llamado el Lago Español, y el Atlántico, la Otra Orilla de España. He intentado corroborar la veracidad de lo anteriormente expuesto con uno de los compañeros de investigación del doctor Encinas Bardem, el también científico español Pepe Viyuelas, o algo así, y debo reconocer que aún no he tenido la fortuna de ser atendido.
Es decir, que la Hispanidad es consecuencia de unos vendavales incontrolados que llevaron por las costas, los desiertos y las selvas del mundo las palabras españolas. Pero sin intervención alguna por parte de los naturales de España. Y lógicamente, mi decepción fue mayúscula, si bien no he necesitado para recuperarme acudir a terapias psicológicas para mitigar mi melancolía.
Y de golpe, inesperadamente, el salto. También científico, de un lado al otro. El gran intelectual venezolano, eximio y hábil conductor de autobuses y camiones, y que llenaba los descansos de la carretera con la lectura, el también científico y doctor en Historia Nicolás Maduro, ha intentado desmentir la teoría de Carlos Encinas Bardem. Sus asesores históricos, los españoles Rodríguez Zapatero, Baltasar Garzón y el poeta Juan Carlos Monedero, le han ayudado y animado a concluir su tesis y hacerla pública. Lo siento por el doctor Carlos Bardem –con las encinas primero–, que niega categóricamente que España ha sido la descubridora, hacedora, evangelizadora y administradora de un Imperio. El profesor Maduro, que con independencia de su categoría intelectual, es también un afamado torturador, asesino y ladrón –pequeños defectos de algunos historiadores– ha declarado con expansión universal que España sí fue un imperio. Y un imperio con más años de los que se le suponían. Según el luminoso doctor y profesor Maduro, Jesús de Nazaret fue un activista y militante palestino que fue finalmente crucificado por los españoles. No se ha atrevido a identificar a los españoles imperialistas y colonialistas que crucificaron a Jesús, el Rey de los Judíos y Salvador del Mundo. De lo que no hay duda es que los españoles tuvimos mucho que ver, y que el prefecto español en Judea, Poncio Pilato, en realidad se apellidaba Pilátez, de los Pilátez de Benidorm de toda la vida, y que su esposa, Prócula Puigdeloma, también era española, de Manresa, pero de hondos sentimientos catalanistas.
Lo siento, don Carlos. El asesino Maduro reconoce que España fue un Imperio. ¡Vaya salto! Y ¡Viva España, la Hispanidad, la Virgen del Pilar y la Guardia Civil!
PD. Hacer bromas con la muerte de Cristo es inaceptable para un católico. Yo lo soy. Pero Dios es alegre, y estoy seguro de que habrá soltado una carcajada al ser informado de la teoría del –entre muchas cosas previamente registradas–, animal caribeño.
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