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03 de mayo de 2024

Enrique García-Máiquez

El muro

Seguiremos escribiendo artículos contra el Gobierno, qué remedio, pero la solución es que, uno a uno, los que están detrás del muro terminen saltándoselo

Actualizada 01:30

Recibo cada día un artículo viral como mínimo contra la amnistía de Pedro Sánchez. Suelen ser tan implacables como impecables. Yo estoy de acuerdo. Sus argumentos no me sorprenden porque los hemos leído (¡incluso escrito!) una y otra vez. La pregunta debería ser por qué no producen un escándalo público que deslegitime los movimientos de Sánchez. La respuesta es fácil: la parte de la sociedad española que le apoya es estanca a la argumentación jurídica más afinada.
Hay que reconocerlo. Incluso cuando las estadísticas nos cuentan que el presidente pierde popularidad y que el PSOE se desinfla en intención de voto, no es suficiente para producir pánico en La Moncloa ni una marcha atrás ni una vacilación. Como explicó Madison, todos los gobiernos se apoyan en la opinión pública. Bertrand de Jouvenel advertía que era un error pensar que sólo la democracia dependía de las opiniones mayoritarias. Incluso un rey absoluto depende del fervor de sus súbditos o, como poco, de su indiferencia. En nuestro sistema, no basta con concitar el apoyo en el día de las elecciones. Hay que mantenerlo más o menos durante toda la legislatura como poco en una mitad aproximada de la población.
Cuando Sánchez habló de levantar un muro que separase su Gobierno de la ultraderecha y tal estaba, como siempre, siguiendo punto por punto su manual de resistencia. Era un muro al modo del de los países comunistas, como le puede la querencia. Decía que era contra la derecha, pero es un muro para evitar que se le escapen sus votantes, como en Berlín oriental, talmente.
Sin el muro, los artículos de los que hablábamos al principio con sus argumentos repetidos e incontestables terminarían poniendo contra la amnistía a una mayoría de españoles. Contra el muro, los artículos rebotan. ¿Cómo –preguntarán ustedes– si el muro es virtual? Es virtual, pero efectivo, porque quienes han quedado detrás de él se sienten protegidos allí de una malvada derecha de cómic que les han inventado para amedrentarlos. Y luego hay quien dice que la batalla cultural no importa y que las leyes de memoria histórica no afectan a la economía… Pues ya vemos.
Ese muro explica que el Gobierno no quiera serlo de todos ni por casualidad, en cosas más generales como el frentismo ideológico y en cosas tan concretas como ese Óscar Puente, ministro, bloqueando en las redes sociales a toda velocidad a la media España que le interesa dejar fuera del muro. Asumen que con el apoyo de media España, a la pata coja, con las muletas del independentismo y el egoísmo de los nacionalistas, tiran otra legislatura fácil.
No es una perspectiva halagüeña porque sistemática y planificadamente Pedro Sánchez va a gobernar contra la otra media España. Los contrafuertes y arbotantes de su muro consisten en las medidas artificialmente agresivas y en la tensión que provocarán. Ya lo dijo Zapatero a Gabilondo: «Nos conviene que haya tensión».
Seguiremos escribiendo artículos contra el Gobierno, qué remedio, pero la solución es que, uno a uno, los que están detrás del muro terminen saltándoselo. En cuanto vayan descubriendo que el supuesto muro existe, claro, pero que es un cerco, y que son ellos los que están encerrados dentro. Irá pasando, porque siempre pasa, pero ignoro si a una velocidad suficiente.
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