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04 de mayo de 2024

Enrique García-Máiquez

No podrás no rechazarla

Los del PP le han dicho clarísimo a Vox que no se presente en Galicia para que ellos puedan subir bien las escaleras de su mayoría absoluta, mientras que Vox las baje o, mejor dicho, se baje de la escalera

Actualizada 01:30

Es mentira que un gallego no diga si sube o baja las escaleras. Los del PP le han dicho clarísimo a Vox que no se presente en Galicia para que ellos puedan subir bien las escaleras de su mayoría absoluta, mientras que Vox las baje o, mejor dicho, se baje de la escalera.
Esto supone el enésimo reconocimiento del PP de su idea fija de que los votos de Vox son suyos, y que han de volver a la casa del padre como hijos pródigos: «PP, he pecado contra el cielo y contra ti y no soy digno de llamarme hijo tuyo, pero hazme uno de tus jornaleros…». Muchas dificultades de trato entre el PP y Vox nacen de esa concepción patrimonialista del voto ajeno. El PP no ha asumido que son dos partidos distintos, con el añadido de que, sin embargo, pensando que son el mismo partido, desprecia profundamente a Vox, a sus ideas y a sus votantes. Obsérvese el tono faltón con que Miguel Tellado, vicesecretario de Organización del PP, invita a Vox a no presentarse: «No hagamos el idiota».
Pero pongamos que Michavila esta vez tenga razón y que la mayoría absoluta del PP gallego peligre. Lo responsable entonces sería ofrecer a Vox algún tipo de pacto preelectoral, guardando algunos puestos en las listas para los de Abascal. O, al menos, consensuando un programa conjunto y proporcional. Decir «quítate tú para ponerme yo» es un empujón bastante burdo. Y más en una región donde las mayorías absolutas del PP han servido para imponer una férrea política lingüística y arbitrar un nacionalismo medio de camuflaje, pero con claros parentescos con el del Partido Nacionalista Vasco.
Si Vox asumiese esas condiciones sería reconocerse como una marca blanca del PP, como un proyecto secundario y subordinado. Lo que Tellado y Feijóo proponen «es una propuesta que no podrás no rechazar», como diría un gánster. Y Vox la rechazará, más que por una cuestión de prurito y dignidad ofendida, porque tiene votantes gallegos muy cansados de las políticas del PP y se debe a ellos.
A estas alturas del artículo, más de un lector de los que saben de política, estará pensando lo ingenuo que soy. El PP no propone eso para que Vox se aparte, sino para ir calando, como el orvallo o calabobos, que el voto útil es el PP. Se trata de una descarada propaganda subliminal. Lo sé, pero por eso abro el paraguas de los argumentos claros, mientras me musito por lo bajo unos versos de Luis Alberto de Cuenca: «¡Qué mal mientes, amor! Si no te gusto,/ dímelo. Pensaré en un buen suicidio./ Pero si quieres verme, y tus excusas/ no son más que un vulgar afrodisíaco/ para que se mantenga mi deseo,/ invéntate otros juegos, vida mía,/ que el premio del engaño es el olvido». Los versos vienen a propósito porque si estamos haciendo juegos de cálculos electorales, ¡con la que está cayendo en España y en la política exterior!, el premio del engaño puede ser el rechazo.
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