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28 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

España pierde el norte

Los únicos aliados firmemente asentados que le quedan a España en la región son Cuba, Nicaragua y Venezuela. Es decir, los que no tienen elecciones libres. Tiemblo pensando qué lecciones puede sacar Pedro Sánchez de ello

Actualizada 01:30

Es imposible sentarse con nadie que te diga que todo va bien y que no hay que preocuparse. Hasta los socialistas más acérrimos admiten que algunas cosas podrían hacerse mejor. Aunque al final hay que reconocer que los que conceden esas críticas menores siguen votando ciegamente al sanchismo porque si no sería imposible que Sánchez hubiera logrado siete millones largos de votos en las últimas elecciones generales.
Ayer conocíamos nombramientos como los de Susana Sumelzo como secretaria de Estado para Iberoamérica y el Calibre, asunto del que se le atribuyen aproximadamente los mismos conocimientos que a un servidor de ustedes sobre astrofísica; a Pekín se envía como embajadora a Marta Betanzos, que lleva años en Lisboa dedicada al dolce far niente –hasta los franceses nos han quitado los contratos de los trenes– y ahora podrá hacer engordar un poco su cuenta corriente en Pekín, donde el papel de España es absolutamente secundario. Pero si no ha sido capaz de gestionar el papel de país principal que tiene España en Lisboa ¿qué cabe esperar de su embajada en Pekín?
Del papel que ha tenido hasta ahora la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores y Globales con José Manuel Albares Napoleonchu sólo cabe decir que ha estado a la altura del sectarismo que el ministro espera de todo lo que le rodea. Y como ha cumplido muy bien con la tarea encomendada, ahora se le envía a Washington. Y ésa sí que no es una embajada secundaria. Hubo un tiempo, no hace tanto, en que España jugó un papel preeminente en la capital norteamericana. Hoy España ha perdido el norte allí y en todo ese hemisferio. Y eso que Sánchez se las prometía muy felices tras la caída de Trump y la llegada de Biden.
Pero el desnorte de España en las Américas queda más claro cuando se echa una rápida ojeada a la marcha del continente que nos ponen de manifiesto las citas con las urnas. Todos sabemos por quién apuesta España al otro lado del Atlántico desde que llegó Sánchez a la Moncloa. Y especialmente desde que Napoleonchu ocupó la cancillería. Nuestro alineamiento con los candidatos del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla ha dejado a España en compañía de los más radicales que quieren acabar con la democracia verdaderamente igualitaria e imponer una nueva versión del comunismo. Pero a este grupo bolivariano, con el que el Gobierno español parece encantado de entenderse, no le va tan bien. Un rápido repaso: Ecuador y Argentina han tenido elecciones presidenciales y se han impuesto los candidatos contrarios a la izquierda. Yo no diré que Milei es un candidato de derecha, pero sí digo, sin dudarlo, que Massa era candidato de la izquierda más intervencionista. En Chile la derrota del borrador de Constitución mayoritariamente apoyada por la derecha le sirve a la izquierda para volver a la denostada constitución nacida bajo Pinochet –y reformada posteriormente–. No tengo entendederas suficientes para comprender, si era tan inaceptable esa carta magna, que los chilenos hayan rechazado dos propuestas alternativas y radicalmente distintas entre sí. Y en las últimas elecciones locales y regionales en Colombia hemos visto la debacle de Petro y su entorno. Los únicos aliados firmemente asentados que le quedan a España en la región son Cuba, Nicaragua y Venezuela. Es decir, los que no tienen elecciones libres. Tiemblo pensando qué lecciones puede sacar Pedro Sánchez de ello. Definitivamente hemos perdido el norte.
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