El «momento Sputnik» visto desde Sanchistán
El fascinante hachazo de ayer de una compañía china a los gigantes estadunidenses de la IA muestra lo paleto de nuestros debates políticos
Un analista de Silicon Valley ha dejado en solo cinco palabras la mejor definición de la asombrosa jornada de ayer: «Ha sido un momento Sputnik». Con ello quería decir que había supuesto algo equiparable a cuando la URSS sorprendió al mundo situándose por delante en la carrera espacial a finales de los años cincuenta (aunque luego los estadounidenses ganarían la liza poniendo su huella en la Luna).
¿Y en qué consistió ese «momento Sputnik» de ayer? Resumiendo mucho, en que una startup china de nuevo cuño, DeepSeek, provocó un lunes negro en la cotización de los colosos tecnológicos de Estados Unidos. Lo causó al asegurar que había desarrollado un asistente de Inteligencia Artificial invirtiendo cuatro perras en comparación a las fortunas que han necesitado firmas estadounidenses como OpenAI o Meta para poner en marcha sus bots.
Nvidia, el gigante californiano líder en componentes para la IA, perdió 350.000 millones de dólares en bolsa, tal vez la mayor toña de la historia en el parqué. En solo unas horas pasó de ser la mayor compañía del mundo en capitalización bursátil al tercer puesto. El Nasdaq cayó un 3,4%.
En noviembre de 2024, una empresa californiana, OpenIA, sorprendió al mundo poniendo a rodar a ChatGPT, que hoy es ya como de la familia (como bien saben los niños a la hora de hacer los deberes y muchos periodistas que ya le encargan de matute que les escriba sus reportajes).
Pero el pasado día 10 apareció un cisne negro en el mundo de la IA. DeepSeek, una desconocida empresa salida de la ciudad china de Hagzhou (de once millones de vecinos), publicó un informe donde aseguraba que había logrado poner en marcha un asistente de IA tipo ChatGPT utilizando muchísimos menos chips y menor capacidad de almacenamiento de la que requieren sus pares estadunidenses. La firma es al parecer propiedad de un tal Liang Wenfeng, de 40 años, dueño de un fondo llamado High-Flyer. DeepSeek asegura que para entrenar a su asistente solo se han gastado seis millones de dólares, frente a los más de mil millones que emplea cualquier compañía estadounidense.
El pasado fin de semana, la aplicación de DeepSeek, la nueva IA gratuita china, se convirtió en la más descargada en los iPhone. A la luz de ese dato, a los inversores se les abrieron los ojos: estamos invirtiendo en las compañías de inteligencia artificial para engancharnos a la punta de lanza del futuro, y ahora resulta que estos chinos hacen lo mismo a un precio ínfimo. Y acto seguido desinvirtieron en las tecnológicas estadounidenses.
Algún día se sabrá si DeepSeek ha contado la verdad –todo lo que viene de China conviene ponerlo entre paréntesis, véase su manejo de la covid–, pero lo cierto es que los mercados les han creído y las tecnológicas estadounidenses que hoy mandan en nuestras vidas recibieron un doloroso rejón.
Hay también una lectura política. El martes pasado, Trump había presentado a bombo y platillo Stargate, un proyecto de 500.000 millones en cuatro años para convertir la IA en punta de lanza del crecimiento de EE. UU., de la mano de OpenAI, Oracle y SoftBank. Pero ahora llegan unos chinos a los que nadie conoce y adelantan a su gran Cadillac tecnológico subidos a un patinete (o eso parece). Puede ser un caballo de Troya para que China se haga con los datos privados de medio Occidente y por supuesto DeepSeek no es políticamente neutral: piensa como el Partido Comunista Chino (por ejemplo, si se le pregunta por Tiananmén pierde la memoria). Cabe preguntarse además si para lograr la proeza han sido jaqueados secretos industriales de las firmas estadounidenses que iban por delante, o cuál es el apoyo real del Estado chino a los supuestos emprendedores milagrosos.
Como telón de fondo, lo evidente: estamos en una nueva Guerra Fría, que dirimen Estados Unidos, la Roma de bajada, y China, el aspirante que quiere imponer por la vía de los hechos su modo autocrático de ver el mundo. Por desgracia para nosotros, el esclerótico paquidermo europeo, que está en la berza en el mundo digital, no pinta nada en este duelo de titanes.
Y mientras todo esto sucede, mientras se está dirimiendo una apasionante lucha por el futuro en la cancha de la vanguardia tecnológica, en Sanchistán los temas que el Gobierno pone encima de la mesa son derrotar al espectro de Franco, asaltar de manera bananera nuestra mayor empresa tecnológica (por cierto, bastante anquilosada), montar un show preescolar con las pensiones, hacerle la pelota a un fugitivo antiespañol para que deje gobernar a quien no ha ganado las elecciones e intentar someter a la justicia al estilo chavista. Van de súper guais, pero cuesta concebir algo más paleto.