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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

PSOE, culpable del desguace de España

Insoportable que por la felonía de los socialistas los españoles dejemos de ser iguales ante la ley, con dos supuestos pueblos superiores mangoneándonos

Actualizada 13:34

Voy a confesar un horrible secreto fachosférico. Por favor, guárdenme la confidencia: cuando voy a Lugo, o a Cádiz, resulta que percibo bastante más hecho diferencial que en Tarragona, que forma parte de Cataluña, al parecer híper identitaria.

Sin embargo, el Gobierno de España baila al son de los separatistas y compra el peregrino argumento que sus regiones son muy, muy diferentes (léase superiores). Según el planteamiento supremacista que acepta el PSOE, existen dos pueblos elegidos por encima de los parias del común. Los separatistas catalanes y vascos no admiten las leyes generales, que desprecian como «café para todos», y el Gobierno se aviene a cortarles trajes a medida (incluso quitándonos parte de nuestra pasta para premiar a los más insolidarios).

El PSOE y la extrema izquierda están desguazando España a fin de compensar su debilidad electoral. Se me replicará que el PP incurrió en el mismo error. Y es cierto que Aznar también pasó por la taquilla de Pujol. Pero jamás se había visto una rendición del calado de la de Sánchez.

Pumpido vuelve a empolvar a tope su toga socialista. Todo indica que ha incurrido ya en un delito de prevaricación con sus escandalosas maniobras para colar por el cedazo del TC algo tan inconstitucional como la Ley de Amnistía (por cierto, no sabemos a qué espera alguien con conocimiento jurídico y sentido patriótico para presentar una denuncia contra este tipo). Pumpido se prepara para convertir en constitucional la burrada jurídica de que existen dos clases de españoles, y el Rey tendrá que rubricar tal desatino, porque hoy el TC es Sánchez.

Goteo constante de cesiones. El PNV ha ido vaciando las cárceles de etarras y se le acaba de dar el control de los puertos, desplazando a las fuerzas estatales, a pesar de que la policía vasca carece de medios. La 2 de Televisión Española, en catalán. Cuponazo a la vasca para Cataluña. Transferencias sin cuento para el PNV. La ETA política como socio preferente. Quitas masivas de deuda para parchear los pufos de Junqueras y Puigdemont… Además, asistimos a un repugnante doble rasero en el reparto de 4.500 menores inmigrantes que malviven en Canarias.

La ministra-florero de Infancia y Juventud, una tal Sira Rego, comentó tras alcanzar un acuerdo con el presidente de Canarias que ninguna comunidad quedaría excluida del reparto. La portavoz del PSOE lo matizó enseguida. Y por fin Turull -un delincuente indultado, que había sido condenado a 12 años por el golpe de 2017- cantó la verdad: «Cataluña no puede ser parte del café para todos».

El dirigente de Junts, que al no ser el más listo de la clase sí es el más sincero, también confesó que están a un paso de que Sánchez les regale «el traspaso integral de las competencias en inmigración». España se convertirá así el único país del mundo que renuncia al control de sus fronteras en una parte de su territorio.

El Gobierno todavía se resiste a decirlo, pero ya es del dominio público que Cataluña y el País Vasco no recibirán menas. ¿Por qué? Pues porque sus separatistas tienen secuestrado a Sánchez. No hay más.

Los españoles deberíamos plantarnos contra el privilegio catalán y vasco, absurdo, injusto y anacrónico. En dos regiones se están forjando lo que son sendos mini estados en todo menos en el nombre. Sucede además cuando el sentimiento independentista está por los suelos. Solo lo hace posible la felonía del PSOE.

La nación española es un concepto enraizado en la historia y más solidario, avanzado y productivo que el ombliguismo excluyente por prejuicios localistas. Pero está siendo achatarrada por un partido convertido en la bacteria que diluye España: el PSOE.

No podemos olvidar tampoco a los cómplices por omisión. Periodistas de izquierdas que ven con desagrado esta carrera xenófoba rumbo al absurdo, pero callan. Los grandes directivos empresariales, siempre mudos en público, aunque braman en privado. O ciertos «intelectuales», bravucones en las chorradillas, pero silentes cuando toca defender a su país de la corrosión separatista.

En tiempos del nocivo Zapatero, el PSOE descubrió que ya no tenía fuelle electoral poder para gobernar. Así que para conservar el poder decidió conformar una insólita mayoría contra natura con los nacionalistas antiespañoles. Allí empezó la avería que hoy carcome al formidable país todavía llamado España. Una nación de 48 millones de españoles se ve mangoneada por las minorías nacionalistas de dos regiones que suman 10 millones de habitantes. Penoso.

Este proceso de descomposición no sería posible sin una lacerante abulia: la de la mayoría del pueblo español, que ni arquea una ceja mientras le van partiendo a cachitos su país. Medio en broma y medio en serio, casi dan ganas de hacerse portugués, un país unido de fiscalidad tolerable.

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