¿Cacería ultra? ¿O enchufe molto vivace?
Tras la tocata y fuga del maestro Azagra en la Diputación de Badajoz, los ministros compiten por ver quién defiende más a la familia Sánchez
El maestro David Azagra, de 51 años, una de las batutas occidentales más aplaudidas, se va con la música a otra parte. Renuncia a su empleo público en la Diputación de Badajoz.
El eminente músico madrileño, formado en San Petersburgo durante ocho años y considerado por muchos como el auténtico heredero de Dmitri Dmítrievich Shostakóvich, no ha explicado las razones de su tocata y fuga. Pero a buen seguro nada tienen que ver con el hecho de que esté imputado en tribunales en relación a su esotérica situación laboral en la Diputación.
El maestro David Azagra es hermano de uno de los líderes «progresistas» más destacados y honestos del momento. Esta feliz circunstancia ha hecho posible que los ministros más dinámicos de su magnífico Ejecutivo compitan por salir en defensa del prestigioso director de orquesta.
La ministra portavoz del Gobierno explica en el NODO de Intxaurrondo que la imputación del maestro Azagra se debe a que «no se le perdona que sea el hermano de un presidente progresista». El ministro de Justicia, cuya principal misión es coaccionar a los jueces, denuncia «una cacería ultra» contra el reputado músico y pide a «la jauría de la ultraderecha» que deje de acosar. El ministro-florero Óscar López, cuya misión real es zumbarle a la presidenta de Madrid, lo da todo en la competición por ver quién defiende más a la Famiglia Sánchez. López se declara «apenado» por la dimisión de una persona «honesta e inocente» como David Sánchez y la achaca a «la máquina del fango». Al tiempo, él mismo vierte una buena palada del mismo: «Otros [Ayuso y su pareja] viven en áticos opacos y se fuman un puro. Unos áticos opacos pagados, supuestamente, con comisiones ilegales».
En lo del maestro Azagra, como antes en lo de la primera dama Gómez, no hay nada de nada. Un tío de 43 años, que había vuelto de Rusia y estaba laboralmente más tirado que una colilla, encuentra trabajo en la Diputación de Badajoz, gobernada por el PSOE. Y resulta que esto sucede precisamente cuando su hermano mayor acaba de recuperar la secretaría general del partido. Todo normal.
El admirable Maestro Azagra logra su plaza incumpliendo la exigencia de presentar un título homologado en España. Normal. El tribunal estaba compuesto íntegramente por gente del PSOE (partido cuyo líder supremo es su hermano). Normal. Una vez ya colocado, el Maestro Azagra adopta el relajante hábito de no presentarse por su puesto de trabajo. Normal. Al tiempo, para ahorrarse un dinero, vive en España, donde cobra del erario público, y tributa en Portugal. Pero Hacienda, que a cualquiera de nosotros nos vigila ya casi hasta las micciones, resulta que en su caso pasa de todo. Normal.
El Maestro Azagra organiza óperas frikis, que reciben aportación de los fondos europeos que gestiona el Gobierno de su hermano, aunque resultan auténticos pinchazos de público y se representan solo una vez. Normal. Para ayudar a que la vida del insigne melómano sea más llevadera, un funcionario de la Moncloa es destinado a auxiliarle en sus cosillas en Badajoz. Ese asistente monclovita lo saluda en los correos que se cruzan como «querido hermanito». Normal.
Cuando este periódico destapa que el maestro Azagra no se pasa ni por equivocación por su despacho de la Diputación, resulta que el organismo le monta rápidamente otro de tapadillo en un piso, para que no cante que el músico es un escapista laboral. Normal. Cuando se sienta ante la juez, el maestro Azagra, en un alarde de chulería o de burramia, que no se sabe, responde a preguntas de la magistrada que desconoce cuál es la dirección de su puesto de trabajo. Normalísimo. ¡Qué preguntas tiene esa tía! ¿Qué persona normal sabe dónde trabaja?
Estamos ante un caso claro de enchufismo molto vivace, incumplimiento laboral y picaresca fiscal. Ha podido consumarse porque su hermano ocupa el puesto que ocupa y jamás se habría conocido sin las informaciones de Alejandro Entrambasaguas en El Debate. Unos «bulos» que al final no debían ser tales, pues han sentado al nuevo Shostakóvich en el banquillo, a pesar del blindaje del poder y de la campaña de invectivas de los «ministros y ministras» contra quienes hemos contado el caso.
Los tertulianos adeptos y el coro que lisonjea a Mi Persona se escandalizan con todo tipo de aspavientos en las televisiones del régimen ante la «cacería ultra». Pero la nave va. La cuádruple imputada ya se ha quedado sin su cátedra extraordinaria y el imputado, sin su nómina pública en Badajoz. ¿Por qué será si no hay «nada de nada»?