Un narcisista de manual
Ningún otro dirigente político antes que Sánchez, como así tiene acreditado desde su evidente narcisismo, había hecho de la mentira y la impostura normas de conducta habituales. Si algún día se convierte a la verdad, supongo que esa rebeldía «orwelliana» la celebrará como un hecho revolucionario
«Las personas narcisistas hacen de la mentira su forma de vida y pueden condicionar la de los demás. Pude comprobar el gran peligro que supone una persona narcisista cuando ostenta cierto poder. En el ejercicio del mismo provocaba diariamente mucho sufrimiento, malestar y tensión a su alrededor. Su forma de actuar era tan inapropiada como injusta, tan soberbia como fraudulenta. Los narcisistas carecen de los límites y principios más elementales. Estas personas constantemente mentirán y maniobrarán, justificarán cualquier actuación que puedan desarrollar, por injusta que sea, y disfrutarán manipulando las emociones ajenas. Se sienten por encima de los demás, se creen superiores, buscan constantemente el reconocimiento, son muy sensibles al halago y al elogio. El narcisista desconoce la empatía aunque puede tratar de hacer lo contrario. Cuando el narcisista trata de mostrarse empático, todo en él es postural y representación teatral. Son personas egoístas que se muestran muy exigentes y con frecuencia agresivas, con un perfil que las hace muy proclives a la mentira y a la manipulación. Al sentirse superiores a los demás, mienten tanto a quienes los rodean como a sí mismos para conseguir sus propósitos. El problema fundamental se produce cuando ostentan posiciones de poder».
Supongo que en estas frases y párrafos extraídos del último ensayo de la psicóloga María Jesús Álava Reyes, titulado «Que nadie manipule tus emociones», habrán reconocido al personaje. No hace falta ser un lince de la perspicacia para adivinar que el diagnóstico que María Jesús Álava hace sobre un narcisista de manual se ajusta cuál guante de seda a la mano de Rita Hayworth, aunque sin el empaque y admiración que despertaba ella en «Gilda», al inquilino de la Moncloa.
Ningún otro dirigente político antes que Sánchez, como así tiene acreditado desde su evidente narcisismo, había hecho de la mentira y la impostura normas de conducta habituales. Si algún día se convierte a la verdad, supongo que esa rebeldía «orwelliana» la celebrará como un hecho revolucionario. Tampoco ningún otro dirigente en democracia había rebasado tantas líneas rojas políticas como las que separan la decencia de la indignidad hasta agotar nuestra capacidad de sorpresa y perplejidad aunque no de cabreo. Sólo así puede explicarse la infamia consentida y perpetrada, en complicidad con su socio Puigdemont, de autorizar la presencia en el Congreso de un terrorista yihadista con licencia del golpista de Waterloo para mentir en la sede de la soberanía nacional y acusar al Estado por terrorismo.
Nadie antes que Sánchez en el Gobierno había permitido la degradación de las instituciones del Estado, ni ayudado a socavarlas y desprestigiarlas con actos como el del Congreso de los Diputados que atentan contra la dignidad de la Cámara y, sobre todo, contra la de las víctimas, las familias de los 16 asesinados en las Ramblas y Cambrils, dándole voz a uno de los terroristas condenado a 43 años de cárcel por esa matanza de agosto del 2017 en Barcelona.
Claro que ningún otro presidente de Gobierno como el actual había antepuesto sus ansias de poder al interés general, ni consentido el chantaje permanente de un delincuente prófugo de la justicia hasta permitirle que la gobernación de España dependiera de él, a cambio de apoyar su investidura y de colocar al frente del Congreso a una mediocre, bajo sospecha de corrupción, como Francina Armengol. Junts condicionó su respaldo a la elección de Armengol a que Sánchez autorizara la comisión de investigación donde depuso el terrorista yihadista esposado y desde la que Puigdemont pretende imponer su teoría «conspiranoica» de que el atentado de Barcelona fue perpetrado por la complicidad del CNI con el imán de Ripoll. Otra alucinación más del independentismo, consentida y aireada por la debilidad política de Sánchez, con el único fin de justificar su desafección hacia la perversa España.
«Cosas veredes amigo Sancho que harán hablar a las piedras». Nadie me negará que la frase atribuida al Quijote, aunque no figura en la obra de Cervantes, está por desgracia de plena actualidad en España. Y así hasta la siguiente felonía.