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A vuelta de páginaFrancisco Rosell

Con la Caja y con La Caixa con Sánchez como el Bolívar catalán

Por ahora, atendiendo tal vez a la estrategia del salami e ir rodaja a rodaja para no crear alarma, CaixaBank conservará su sede en Valencia, pero el retorno de la Fundación y de su órgano inversor Criteria –dueño del 37 % del banco– rebaja el anuncio a cuestión estética

Actualizada 07:22

Como la Historia es tan paradójica como burlesca, quizá convenga rememorar la tarascada que Alcalá Zamora le soltó a Cambó cuando, harto de la ambigüedad del líder de la Lliga, le endilgó aquello de «no se puede ser a la vez Bolívar en Cataluña y Bismarck en España». En sus antípodas ideológicas, un político sin más principio que aferrarse al machito como Pedro Sánchez juega al equívoco avisado de que su despensa de votos está en Cataluña como también los socios que le apuntalan en La Moncloa al precio de demoler una España a la que chulea.

Al confiar la bisagra constitucional al nacionalismo, era cosa de tiempo que España fuera desarbolada por quienes la talan desde primera hora. Sobre su devastación, Sánchez planta con los arboricidas ese oxímoron de España plurinacional en la que Cataluña sea una nación en busca de Estado, mientras condena a ser extranjeros en su país a unos españoles a los que el PSOE humilla con su racista apaño con Junts sobre emigración y trasvase del control de fronteras a la Generalitat. Si supeditando la gobernación de España al nacionalismo, se logró su omnipotencia; ahora, al comprarle Sánchez la Presidencia al prófugo Puigdemont, es tan decisorio que la independencia pueda ser cuestión de reloj.

Hacia esa imaginaria Ítaca, se apunta desde el empeño de Pasqual Maragall con el «federalismo asimétrico», luego de presentarse como alternativa cosmopolita al aldeanismo nacionalista de Pujol tras ser el brillante alcalde de la Barcelona olímpica de 1992. En vez de «hurgar en lo propio para encontrar lo común», como auspiciaba su abuelo, el poeta Joan Maragall, optó, del brazo de ERC, por una cosoberanía con lo que su «federalismo de asimétrico» devenía en el confederalismo (no confundir con federalismo que ya es la España las Autonomías) que anida en ese Estado plurinacional asumido por Sánchez. Atendiendo a él, el todo se subordina a las partes, pero sin que el todo pueda inmiscuirse en el coto vedado de las partes como el PSOE con el PSC.

Para atornillarse al sillón, Sánchez rebasa la inconstitucional reforma estatutaria de 2006 que paralizó un Tribunal Constitucional que hoy refrendaría a vuelta de correo con el obsequioso Conde-Pumpido al frente. Sin precisar reponer aquel Estatuto confederal, Sánchez usa la gatera del articulo 150.2 para transmitir facultades indelegables que edifican un Estado de nuevo cuño y que desconectan a Cataluña de la legalidad española sin los bochinches del Parlament en la antesala del 1-O. Así, en breve, Sánchez donará las llaves de la Agencia Tributaria a la Generalitat y conferirá un «cupo con barretina» con el resto de España como contribuyente de quienes se meten «les claus de la caixa» en su faltriquera.

Asimismo, Sánchez impone el retorno de La Caixa a su sede barcelonesa como le exigía Puigdemont ejemplificando que, en España, el poder por excelencia está en el BOE, no en el IBEX. Ya se avizoró con visos bananeros con la renacionalización de Telefónica para someter a una sociedad cotizada al PSOE y a sus «golden boys». A ello se avino el presidente de la fundación bancaria, Isidro Fainé, ofrendándole a Sánchez la cabeza de su amigo Álvarez Pallete en pos de salvar la suya rendido al PSC.

No se trata de una estricta actuación empresarial derivada de que el «procés» se haya finiquitado cuando lo que ha hecho es mutar y propagarse con la ayuda de quienes debieran atajar el virus. Era, por lo demás, una resolución cantada tras remodelar Fainé la cúpula de la Fundación a raíz de dimitir el notario López Burniol por discrepancias insalvables y sustituirlo como vicepresidente el notorio conde de Godó, editor de La Vanguardia y de la emisora independentista Rac 1. Antes ya se había registrado el repentino adiós de Goirigolzarri como presidente de CaixaBank, diluyendo la fusión con Bankia de hace un cuatrienio, al enfriarse la relación entre ambos y por no ver con buenos ojos las operaciones de Ángel Simón, consejero delegado de Criteria, con Telefónica.

Como gran valido de Fainé, Simón fue quien avisó a Pallete de que le esperaban el viernes de autos por la tarde en La Moncloa, donde le hicieron una encerrona a pequeña escala como la de Trump y sus acólitos a Zelenski en el Despacho Oval, para que lo reemplazara el ejecutivo del PSC Marc Murtra. Dentro de esta gran orquestación para rescatar a Sánchez del incendio de la corrupción familiar y de partido, luego de su imprevisto fiasco con Prisa, donde alentó un golpe de mano de dos ejecutivos contra su presidente Oughourlian, Murtra ya le pertrecha la televisión que pretendía por medio de Movistar+ situando al mando a Javier de Paz, amigo de Zapatero y exsecretario general de las Juventudes Socialistas.

Por ahora, atendiendo tal vez a la estrategia del salami e ir rodaja a rodaja para no crear alarma, CaixaBank conservará su sede en Valencia, pero el retorno de la Fundación y de su órgano inversor Criteria –dueño del 37 % del banco– rebaja el anuncio a cuestión estética. Lo cierto es que, evocando la respuesta del general Prim al espontáneo que le increpó al sofocar una revuelta en la Barcelona de 1843 –«O caixa o faixa»(«O caja o faja»)–, Illa se queda con la faja de president y con la caja no mortuoria a la que aludía el militar catalán, sino de los caudales públicos de Hacienda, pero también privados al marcar el designio de La Caixa rehabilitando a Fainé como «buen catalán» tras vejarlo el soberanismo como un traidor por salvar la entidad del tsunami secesionista.

Habrá que ver, empero, si Sánchez, por tratar de apaciguar al tigre, no le acaece lo que a Chamberlain con Hitler y la paz de su tiempo. Entre tanto, los separatistas dejan hacer a Sánchez mientras les facilita solidificar el Estado catalán al aguardo de un referéndum al que el PSC no hace ascos. En marzo de 2019, su primer secretario, Miquel Iceta, ya declaró que, si el 65 % de los catalanes querían autodeterminación, la tendrían.

Sin un partido nacional en la izquierda como el PSOE de González y con una idea de España reducida al centro derecha, no hay forma de aguantar los movimientos centrífugos ni evitar la ruptura. Por eso, de consagrarse la falaz normalización de Cataluña con Sánchez creyéndose Bolívar para satisfacer a sus socios, habrá que exclamar aquello de «¡otra victoria más y estamos perdidos!» Definitivamente, como en el poema de Gil de Biedma, se confirma que este invierno está siendo duro.

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