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HorizonteRamón Pérez-Maura

Otra infamia contra la Iglesia Católica

Nadie ha salido a pedir perdón de las infundadas acusaciones que se lanzaron sin el más mínimo rigor. Acusaciones que aparecieron en medios de comunicación del mundo entero

Actualizada 01:30

He tenido el privilegio de pasar la Semana Santa en la Araucanía Lacustre, una preciosa región chilena que linda con la Patagonia. Nos hemos instalado en las faldas del volcán Villarrica y al borde del lago del mismo nombre. Ésta es una tierra marcada por sus lagos, como su nombre indica. Pero a mí me ha sorprendido la cantidad de iglesias, capillas y oratorios que se ven por las carreteras.

Para los Oficios del Viernes Santo acudí a la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús de Molco Bajo, sobre el lago Villarrubia. En esta región con tantas centros de culto esta capilla es una construcción aparentemente nueva, de ladrillo y madera, con cabida para unas trescientas personas. Unos cien individuos acuden a los oficios en los que un diácono dirige el Vía Crucis. Es una ceremonia con mucha participación de una comunidad en la que todas las edades están representadas y que prueba que aquí hay una comunidad católica muy viva.

En este ambiente y en una conversación con una persona a la que quiero como a una hija surgió en estos días un escándalo internacional de hace años. En concreto de 2021. Entonces se contó en medios de comunicación del mundo entero que por medio de radares se había descubierto enterramientos multitudinarios de niños indígenas en terrenos del antiguo Colegio Residencial Católico para Indios en Canadá.

Aquello desató altercados contra la Iglesia Católica en ese país. Hasta 120 iglesias fueron asaltadas de las que 85 fueron quemadas. La acusación se sostuvo en el tiempo. El primer ministro Trudeau, que está bautizado, llegó a decir en un discurso cuyo objetivo teórico era denunciar la quema de iglesias: «Es cierto, y es perfectamente comprensible dada la vergonzosa historia de la que todos nos estamos enterando». Y en 2022, durante una visita a Canadá, hasta el Papa Francisco pidió perdón en nombre de la Iglesia Católica. Tal era el ambiente.

Desde el principio hubo alguna voz discrepante que se atrevió a mostrar su desacuerdo sobre las acusaciones. Un caso destacado fue el de lord Biggar, Nigel John Biggar, un sacerdote anglicano, teólogo que ha sido Regius Professor de Teología Moral y Pastoral en el Universidad de Oxford. Él fue uno de los primeros en denunciar que todo este escándalo estaba montado sobre un embaucamiento. Él habló de una «cultura agresiva y represiva en Canadá que ha apostado por una historia que injustificadamente desacredita el trabajo de las misiones cristianas y justifica la demolición de docenas de iglesias cristianas». No hará falta aclarar que a Biggar estas declaraciones le costaron caras en su carrera académica.

Pues bien, el Gobierno de Canadá se ha gastado 216 millones de dólares canadienses (unos 137 millones de euros) para excavar todos los terrenos donde los radares habían detectado la «presencia de cadáveres de niños indios». ¿Resultado de tan magna operación? No se han encontrado restos humanos. Ninguno.

Como pueden ustedes imaginarse, nadie ha salido a pedir perdón por las infundadas acusaciones que se lanzaron sin el más mínimo rigor. Acusaciones que aparecieron en medios de comunicación del mundo entero. La destrucción de las iglesias difícilmente será restaurada sólo con el aporte de sus parroquianos. Pero el nombre de la Iglesia Católica ha quedado arrasado en una comunidad en la que los enemigos de nuestra Fe van logrando victorias fundadas en embauques. Y cuando esas mentiras se descubren, el desmentido nunca tiene la relevancia que lograron las primeras infamias. Ni de lejos.

Feliz Pascua de Resurrección.

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