Fundado en 1910
El puntalAntonio Jiménez

Los gestos de Ayuso

¿Cómo es posible que la ministra quisiera darle un beso a quien horas antes fuera tildada de asesina por una de sus diputadas de Más Madrid en la Asamblea madrileña con todos sus parlamentarios aplaudiéndola puestos en pie?

Mientras Leire «cloacas» se pasea por los platós de televisión, exhibiendo desparpajo y desvergüenza, y Sánchez calla acerca de las maniobras y correrías de su conmilitona por la fosa séptica de su régimen, en medio de falsedades y declaraciones hipócritas de ministros y dirigentes socialistas que pretenden convertir su conspiración contra el Estado de derecho en una campaña de guerra sucia contra el Gobierno impulsada por el PP, hay que agradecerle a la presidenta madrileña coherencia y sinceridad en sus gestos de ayer en Barcelona.

Virtudes y principios que dejaron de cotizar para Sánchez y sus mariachis segundos después de que entrara en la Moncloa impulsado por una manipulada moción de censura. La Conferencia de Presidentes autonómicos con la que Sánchez pretendió blanquear y hasta endulzar, en parte, el final de esta semana amarga y horribilis que su «chica de las sentinas» le ha deparado, fue capitalizada por dos gestos de Isabel Díaz Ayuso, ambos coherentes con su forma de entender la oposición al «sanchismo».

De la conferencia nada cabía esperar en cuanto a resultados porque dicho y escrito está, siempre fue tan irrelevante, inútil y baldía como una asamblea de la ONU, de tal forma que si se prioriza lo que hizo Ayuso a lo que esa suerte de reunión de sordos nos dejó es porque una vez más, al margen de algunas promesas y buenas intenciones, nada resultó trascendente para los ciudadanos, salvo que Sánchez piensa agotar la legislatura, cosa que ya sabíamos y mientras la justicia no diga la última palabra.

En cambio, la presidenta madrileña fue coherente con lo que había anunciado un día antes, a propósito de los pinganillos, cuando Pradales en euskera e Illa en catalán tomaron la palabra y ella abandonó la sala para volver después de que hubieran intervenido. Sería idiota pensar, porque se ha encargado de explicarlo, que su gesto respondió a un acto de desprecio o rechazo de ambas lenguas, sino a la instrumentalización política que los nacionalistas e independentistas han hecho de las mismas con fines identitarios y excluyentes frente a la lengua común, el español, que todos hablamos y en la que todos nos entendemos. Y en eso creo que muchos opinamos lo mismo y, por tanto, estamos de acuerdo con Ayuso. Además, esto es consecuencia de ese reino del absurdo que Sánchez creó por exigencias del guion político que Puigdemont le escribió el día de su investidura para poder presidir el Gobierno.

El ridículo, el absurdo, junto a la polarización y el enfrentamiento fluyen por las cañerías del sanchismo en paralelo a la corrupción, las mentiras y falsedades con las que el Gobierno y sus socios atacan a quienes, como Isabel Díaz Ayuso, más pupa política le hacen.

El rechazo de esta a recibir los dos besos con los que protocolariamente pretendió Mónica García, ministra de Sanidad, saludarla antes de comenzar la citada conferencia, fue otro gesto de sinceridad y honestidad de la presidenta madrileña consigo misma y con sus votantes.

¿Cómo es posible que la ministra quisiera darle un beso a quien horas antes fuera tildada de asesina por una de sus diputadas de Más Madrid en la Asamblea madrileña con todos sus parlamentarios aplaudiéndola puestos en pie? Hizo bien Ayuso en rechazar el saludo hipócrita de quien consiente que una de sus voceras acuse a la presidenta de Madrid de «diseñar un plan macabro que condenó a morir indignamente a 7.291 ancianos en las residencias y para los que firmó sentencias de muerte».

Es sabido que la izquierda nunca deja de manipular e instrumentalizar en provecho propio el dolor ajeno de la muerte para sacar rédito político, como vemos con los desaparecidos por el COVID en las residencias de mayores, obviando que en otras comunidades fallecieron más residentes que en Madrid, y con las víctimas de la Dana. Esa forma miserable, rastrera, obscena de hacer política que es lo que Ayuso evidenció y echó en cara con su gesto a la ministra de Más Madrid, va implícita en el ADN de la izquierda española desde siempre. No le importan las víctimas sino la posibilidad de aprovechar su inmenso dolor para culpar de su desaparición al adversario político y conseguir un beneficio electoral.

Isabel Díaz Ayuso con su rechazo a según qué cosas, ya sean los pinganillos o el cinismo de quien te afrenta llamándote asesina, demuestra que no acepta lo que por ahora no puede cambiar, pero intenta cambiar las cosas que no puede aceptar sin más; ni ella ni buena parte de la sociedad con la que coincide en los objetivos. Y también va implícito en la responsabilidad moral del cargo.