La kufiya de Bardem e Irene
Ahora, el manchego a sus yates, Javier a Hollywood (la meca de los desarrapados), Irene a sus viajes en 'business' a Europa y a la vuelta, a recoger a los niños del colegio privado. Y el jefe de todos, Pedro Sánchez, a emponzoñar nuestras relaciones internacionales para tapar su corrupción
Qué bien les sentaría a Irene Montero y a Javier Bardem, incluso a Pedro Almodóvar cuando eche a lavar el niqui de Prada, vestirse con los ropajes de la libertad en Cuba, Venezuela o Irán; encabezar manifestaciones para pedir la libertad de los presos políticos o exigir a los ayatolás que dejen de colgar en las grúas a homosexuales o permitan a las mujeres ir a un estadio de fútbol o estudiar sin el permiso paterno o del marido. Incluso deberían probar a hacerlo ante Hamás, su arcadia feliz. Sería todo tan sencillo: Javier, de la mano de Penélope, gritando a las puertas del palacio de Miraflores que Maduro es un dictador y manifestándose delante del terrible penal de El Helicoide, donde se hacinan cientos de opositores al régimen. Y tampoco estaría mal que Irene Montero marchara por las calles de La Habana compartiendo las miserias comunistas a las que ha abocado Fidel y sus sucesores a los cubanos. Almodóvar tampoco desentonaría en Teherán levantando una pancarta donde llamara homófobos a los sacerdotes de la moral iraníes, y hasta encadenarse al pie de una grúa donde cuelgan a sus compañeros de colectivo.
Pero no, es mucho más cómodo bramar contra las injusticias desde la cuarta economía del euro, con las garantías democráticas de un país capitalista. Es tan fácil bajarse del jet, como Bardem, subir al escenario de los Emmy tocado con el pañuelo palestino y llamarle genocida a Netanyahu. Pero las performances del genial actor se cuentan por ataques a la coherencia. Con su pareja son imagen de aviones, trasatlánticos, perfumes de lujo, artículos que no son precisamente ejemplos de desvelos proletarios ni políticas verdes.
Y luego tenemos a doña Irene que, rodeada de escoltas que le pagamos todos, se pone al frente de una manifestación antisistema mientras ingresa 15.000 euros mensuales como eurodiputada y nos toma el pelo gritando consignas pretendidamente a favor de los derechos humanos a la par que defiende en Bruselas las políticas étnicas de Putin o el atropello a las libertades en países como Nicaragua. Irene vive del sistema capitalista pero cuando conviene se pone la kufiya por montera, se hace antisistema y revienta la Vuelta gritando obscenidades a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que, ahora como parlamentaria en Bruselas, pero hasta hace poco como ministra de España, le han protegido y a las que ha llamado para que hicieran lo propio con su familia en la mansión de Galapagar.
El penúltimo en unirse a este coro de desahogados es el director Fernando León de Aranoa, conocido por dos obras: la película Los lunes al sol y su documental-spa-hagiografía de Podemos que lo vio él y Pablo Iglesias en el sofá de su dacha. Este sanchista de vuelo corto también ha elogiado las algaradas de la calle, ha sacado a relucir a Franco y se ha prestado a leer los nombres de los niños asesinados en Gaza, instrumentalizando todo lo que tiene a su alcance para hacer política: niños muertos, deporte, orden público. Todo.
La verdad es otra: ni al cabecilla de la revuelta, Pedro Sánchez, ni a los borrokas Irene Montero, Pablo Fernández e Ione Belarra, ni a los extras Almodóvar, Aranoa y Bardem les importa lo más mínimo lo que sucede en Gaza. Es posible que no sepan localizar en el mapa a Israel, ni hayan leído una palabra sobre ese conflicto del que todo el mundo habla, pero del que pocos conocen sus raíces profundas. A todos ellos les importa un rábano los niños gazatíes o los rehenes que todavía siguen en manos de Hamás, ni los 1.300 judíos que fueron asesinados el 7 de octubre de hace casi dos años. Todo: lo del presidente, los cineastas, la marquesa de Galapagar… es plena propaganda, mera hipocresía. Levantan una bandera facilona que les corean sus bases, mientras ponen en peligro la vida de los deportistas y lanzan una imagen deplorable de España.
Ahora, el manchego a sus yates, Javier a Hollywood (la meca de los desarrapados), Irene a sus viajes en business a Europa y a la vuelta, a recoger a los niños del colegio privado. Y el jefe de todos, Pedro Sánchez, a emponzoñar nuestras relaciones internacionales para tapar su corrupción y, de paso, hacerse perdonar su contribución –pírrica– a la defensa de la OTAN y la compra de tecnología israelí para nuestra protección. También la protección de estos fantoches de la kufiya.