A Puente le suena Millán-Astray
Van de demócratas, pero la realidad es que a España la dirige una oligarquía que ni siquiera se presentó a las elecciones
No habían pasado ni 24 horas del discurso conciliador del Rey –llamándonos a «fortalecer la convivencia»– cuando ya teníamos el primer mensaje polarizador de Óscar Puente, ministro de Transportes y portavoz de todas aquellas cosas que Sánchez no se atreve a decir en voz alta. Antes de seguir, y dado que el ministro reconoció que tiene un batallón de personas leyendo lo que se escribe sobre él, aprovecho para felicitarle la Navidad.
El mensaje en cuestión era una foto de Carlos Mazón y Alberto Núñez Feijóo que guarda un parecido razonable, al menos en su composición, con otra de Franco y Millán-Astray fechada en 1926 (hace cien años).
Nunca dejará de sorprenderme la facilidad con la que la izquierda presenta como pasado lejano lo que ocurrió hace tres o cuatro años –latrocinio incluido– para colar como presente continuo el franquismo y otras formas de Gobierno con casi un siglo de antigüedad. Y no deja de ser llamativo el complejo con el que los aludidos encajan esas andanadas, carentes de toda base histórica, por otra parte.
Cualquier ciudadano mínimamente instruido sabrá que estamos viviendo el mayor retroceso democrático de los últimos 50 años. Basta con hacer una enumeración no demasiado exhaustiva para darse cuenta de que nuestra democracia conoció momentos mejores:
- Hoy nos gobierna un partido que lleva tres años sin aprobar unos Presupuestos Generales del Estado, cosa que, además de lesiva para los intereses financieros del país, contraviene el artículo 134 de la Constitución.
- A mayores, mantiene prorrogadas unas cuentas que no fueron validadas por las Cortes actuales, sino por las salientes de las elecciones de 2019, lo que supone una ilegalidad manifiesta y no suficientemente denunciada.
- Estamos sin Presupuestos porque al Gobierno lo sostiene una masa informe de partidos, a menudo con intereses contrapuestos, donde la última palabra la tiene un prófugo de la Justicia que reside en Bélgica tras incurrir en sedición y malversación, que son el A-B-C de la corrupción.
- Para aprobar cualquier materia, el Ejecutivo tiene que hincar rodilla ante ese mismo individuo y negociar fuera de España lo que debería aprobarse dentro. Súmale la supervisión de un mediador salvadoreño al que nadie votó y el chiste se cuenta solo. En la práctica, nos gobierna una oligarquía que ni se presentó a las elecciones.
- En algunas comunidades autónomas no se puede elegir el idioma en el que estudian tus hijos. Y, en casos extremos, te persiguen por atender o rotular tu comercio en el idioma común de todos los españoles, que no es otro que el idioma que utilizan Rufián y Otegi cuando quieren pactar cabronadas (segunda acepción del DRAE).
Por tanto, no hace falta irse a 1926 para ponerse triste por nuestra democracia. La semana que viene entraremos en 2026 y seguiremos sin Presupuestos y dirigidos –que no gobernados– por una minoría impresentable.