Interpretar al Rey
Dicho en román paladino, Don Felipe tiene que conducirse como el que lava leones, con extrema mesura y cuidado para no generar mas suspicacias de las debidas con quien ya ha chocado en ocasiones
El mensaje navideño del Rey, más breve que los anteriores y con una realización diferente, ha evitado en parte que siga cayendo en audiencia. Desde 2020 en que sumó cerca de diez millones y medio de espectadores pendientes de sus palabras, los mensajes de Felipe VI han ido bajando año tras año y progresivamente de audiencia hasta los 5.921.000 espectadores de este último que ha conseguido, sin embargo, superar en 13.000 al del año pasado. La brevedad del mensaje y el cambio formal que ha supuesto que el Rey no lo hiciera sentado sino de pie y en movimiento ha permitido que una realización más atractiva y dinámica como se pretendía frenara esa bajada continua de espectadores.
Aun así, tras quedar en la mitad de audiencia respecto a la de 2020, ¿significa que interesa mucho menos lo que el Rey pueda comunicarnos en una noche tan especial y entrañable como la que celebramos el nacimiento de Jesús y festejamos la Navidad? De ninguna manera, pero es probable que una buena parte de los españoles consideren que la previsibilidad de sus palabras, sin capacidad de sorprenderlos con una mayor contundencia en sintonía con lo que defienden y opinan sobre la situación política actual, restara motivación y deseo de seguirlo.
Inevitablemente, una vez más los análisis y comentarios periodísticos sobre el mensaje real exigen una interpretación de sus palabras en el convencimiento de que Felipe, como antes su padre, tiene un estrecho margen de autonomía para decir lo que seguramente habría considerado más conveniente y oportuno comentar de forma directa, sin sutilezas y rodeos, si esas palabras no tuvieran que pasar previamente por el cedazo de la Moncloa. Dicho en román paladino, Don Felipe tiene que conducirse como el que lava leones, con extrema mesura y cuidado para no generar más suspicacias de las debidas con quien ya ha chocado en ocasiones.
Eso explicaría que frente a la manera explícita con la que se refirió a la corrupción política en 2014, 2017 y 2020, con afirmaciones tan directas como «debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción», en esta ocasión se limitara a esbozar una «exigencia de ejemplaridad de los poderes públicos». Se le echó en falta cierta contundencia en ese sentido teniendo en cuenta las muchas investigaciones judiciales en marcha que afectan al entorno del presidente, su Gobierno y partido y también alguna referencia a la situación de bloqueo político que solo puede sustanciarse en las urnas dándole la palabra a los ciudadanos o apelando a la Constitución que recoge dos salidas más para mantener el gobierno: con la confianza del Congreso si se obtiene previo debate y salvando una moción de censura.
Alternativas que, en el caso de elecciones anticipadas o cuestión de confianza, no contempla quien se ha encastillado en la Moncloa con la excusa de no facilitar la alternancia política e impedir que la derecha gobierne. Cosa profundamente antidemocrática y anticonstitucional.
El Rey estuvo por demás acertado y oportuno al reivindicar los pilares de la mejor España asentados en la Transición frente a la polarización y tensiones políticas actuales que conducen al desencanto y a la desafección social además de advertir sobre lo contraproducente de traspasar líneas rojas en vez de apostar por el diálogo y trabajar en favor de la convivencia. Que las minorías de extrema izquierda, nacionalistas y separatistas hayan rechazado y criticado, insultos incluidos, el mensaje de Navidad del Rey pone más en valor el alcance y contenido de sus palabras en línea con lo que sienten y opinan la mayoría de los españoles que en algunos casos pueden exigirle mayor contundencia y reprocharle algún olvido, pero que comparten en su totalidad.
Lamentablemente, si Sánchez se empeña en agotar la legislatura contra el viento de una opinión pública que mayoritariamente reclama elecciones y de una marea social que políticamente marca claramente una tendencia contraria a la que ahora mismo representa él y su Gobierno, como se ha visto en los comicios de Extremadura, llegaremos a la Navidad del 26 con un mensaje real que no será diferente al de este año y con más de lo mismo que ya conocemos.