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Cartas al director

Partitocracia y miseria social

La crisis de la vivienda en España no es una catástrofe natural. Es consecuencia directa de un sistema político clientelar, donde la partitocracia ha sustituido a la democracia, y los cargos públicos viven de espaldas a los problemas reales.

¿No hay vivienda asequible? Claro. Si un tercio del precio son impuestos, si no se construye vivienda protegida, si los fondos europeos se desvían a consultorías afines o a burocracia «verde» sin impacto real, ¿qué esperanza nos queda? Aumenta la demanda, disminuye la oferta y los subsidios solo inflan los precios. Resultado: sube la vivienda, baja nuestro poder adquisitivo.

La clase política, bien situada en todos los niveles de la Administración, no corrige nada. Su prioridad es repartirse sillones, cargos y subvenciones. El sistema de partidos actúa como un cártel legalizado: blindaje mutuo, reparto del botín público, y ciudadanos reducidos a votantes cautivos cada cuatro años.

¿Qué hacer? Crear poder ciudadano. Hasta ahora, solo los lobbies empresariales, los sindicatos institucionales y ciertos grupos ideológicos tienen capacidad de presión. ¿Y las familias? ¿Los trabajadores sin sindicato ni partido? ¿Quienes queremos dignidad, vivienda y futuro?

Si los sindicatos no nos representan, construyamos estructuras que sí lo hagan. Plataformas reales que exijan políticas útiles:

• Que los fondos europeos sirvan para industria real, no para informes vacíos.

• Que las ayudas se vinculen a formación y empleo.

• Que se incentive el trabajo, el ahorro, la natalidad y la vivienda como bien común.

Nadie quiere formarse si no hay empleo. Nadie trabaja si todo va a impuestos. Nadie forma familia sin hogar ni estabilidad. Sin familia ni comunidad, un país se descompone.

España necesita una reforma política profunda. Pero antes que partidos nuevos, necesitamos ciudadanos despiertos, organizados, con ideas y presencia. Ya no basta con quejarse: toca construir poder social. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán por nosotros. Y no será para bien.