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Cartas al director

Fin de ciclo

Salimos de un ciclo de poco más de tres décadas, iniciado con la caída del Muro de Berlín en 1989, marcado por lo que se ha llamado globalización. Cualquier idea que se saliera de este marco mental se consideraba locura. La soberanía nacional iba a ser sustituida por la gobernanza global. Los seres humanos ya no eran personas arraigadas, con hogar, con su gente, sino nómadas. Destinados al mismo paisaje, los mismos sabores, los mismos olores. Las costumbres y tradiciones del país debían desaparecer. Había que adaptarse. Se le llamó diversidad. Se esperaba que los pueblos occidentales fueran los primeros en aceptar su propia desaparición para expiar su hegemonía pasada. El movimiento progresista fue la culminación de esta autodestrucción. Un proyecto político para borrar las naciones. La gente común, más que nunca, se ha sentido como extraña en su propio país. Cuando intentó expresar su opinión votando por partidos que querían expresar su protesta, lo llamaron fascista. Estamos redescubriendo la importancia que tiene para un pueblo ser dueño de su propia casa, de no dejarse avasallar, de defender sus fronteras.