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editorial

El PP da una lección a un PSOE hundido

Sánchez ha sellado su epitafio político en otra huida hacia adelante que contrasta con la solvencia de Feijóo para garantizar una alternativa

Sánchez ha sellado su epitafio político en otra huida hacia adelante que contrasta con la solvencia de Feijóo para garantizar una alternativa

El contraste entre la solvencia del Congreso del PP y el esperpento del PSOE en su Comité Federal es abrumador y marca un camino sin retorno en la imprescindible sustitución de Pedro Sánchez al frente de un Gobierno simplemente inexistente y sostenido por una alianza espuria de intereses lamentables, a duras penas sostenido en plena pandemia de corrupción.

Los populares han acertado al dedicar su cónclave a mostrar una unidad férrea en torno a Alberto Núñez Feijóo, al definir una hoja de ruta donde cabe una abrumadora mayoría de españoles y al garantizar que, cuando releven a Sánchez, derogarán su lamentable legado y no incurrirán en los obscenos cambalaches que le permitieron a él sustituir el designio de las urnas por un apaño infumable con partidos residuales que intercambiaron su apoyo por una larga lista de dádivas inconstitucionales.

Las diferencias internas o la heterodoxia ideológica han dado paso a una necesaria propuesta utilitaria que, básicamente, propone a los ciudadanos una vuelta al sentido común, sin excesos ideológicos, que anteponga la restitución de los intereses generales a cualquier otro maximalismo, en la idea de que toda reforma imprescindible será inviable si antes no se consigue derogar el llamado sanchismo y que, para eso, hay que hacer inviables sus nefandos pactos aritméticos.

Los populares han aprendido que el dogmatismo es incompatible con la victoria real, que es aquella que además de ser aritmética anula la posibilidad de alternativas artificiales, y solo por eso es un acierto que comporta no obstante un recordatorio: una cosa es anteponer el objetivo ganador a todo lo demás y otra, bien distinta, es olvidarse de los principios cuando se puedan aplicar.

Si Feijóo ha logrado celebrar un Congreso modélico que coloca al PP en la senda del Gobierno, Sánchez ha transformado su Comité Federal en su enésimo epitafio, dejando otra imagen para la ignominia: la de intentar aupar a la jefatura del partido a un estrecho colaborador suyo que, al final, ha decaído al trascender las sospechas fundadas de que llevaba tiempo protagonizando casos de abuso o acoso sexual desde su puesto en la Moncloa.

Solo ese episodio define la naturaleza de una reunión que transformó definitivamente al PSOE en una especie de secta que, al margen de los hechos, se limita a aplaudir a un líder mesiánico alejado de la realidad, enfrentado a la sociedad española y dispuesto a todo para sobrevivir en un cargo que nunca debió ostentar y ahora mantiene con trampas y atajos repudiables.

El PSOE se ha entregado al destino de Sánchez que, contra toda lógica, pretender convertir la corrupción sistémica en su entorno, con su complicidad por acción u omisión, en una traición inesperada. Para, a continuación, transformar la imprescindible respuesta del Estado de derecho en una suerte de conspiración que merece ser frenada con todas las armas a su alcance, aunque desborden los límites de la legítima defensa y se adentren en el peligroso camino de ataque a la propia democracia.

La regeneración de Sánchez consiste en despreciar toda autocrítica, esquivar la asunción de responsabilidad, agredir a los contrapoderes del Estado, aumentar la promoción de sus adláteres más sumisos y despreciar a la ciudadanía; en una apuesta abocada al fracaso que, antes de embarrancar, provocará tensiones sociales, institucionales y políticas sonrojantes.

Que el PP sustituya a este bochorno no es ya una cuestión ideológica: es casi un asunto de Estado, que debe reunir a los millones de españoles cansados del agotador carrusel de desvaríos, concesiones y corruptelas de un presidente indigno del cargo que nunca debió llegar al poder y no puede insistir en mantenerlo a un precio tan insoportable.