Tenemos que hablar
Existen asuntos muy importantes, sustanciales, que no se pueden seguir gestionando, desde el descalificativo, el pim, pam, pum o el manido recurso al cuello del avestruz. Tenemos que hablar. No parece poca cosa hacer una sociedad en la que quepamos todos. Todos.
Tenemos que hablar. Y no tenemos que hablar ni a voces, ni a gritos, ni con ira. Tenemos que hablar de manera calmada y sosegada. Como las personas que somos tú y yo. Te quiero contar. Déjame que te cuente. Déjame que te escuche. Quiero que hablemos de la vida. De la defensa de la vida. ¿Puede haber algo más importante, más puro o más esencial que la defensa de la vida?, sinceramente pienso que no. ¿Qué te parece que empecemos de cero?, venga, hagámoslo juntos. Arranquemos desde el primer momento y caminemos juntos agarrados fuertemente de la mano, ¡a ver si somos capaces de no separarnos! Vamos a intentarlo. Empecemos por el principio, precisamente por el aspecto crucial de lo que tenemos que hablar. Los científicos expertos de todo el mundo certifican de manera unánime que la vida humana comienza en la fecundación, cuando un espermatozoide y un óvulo se unen para formar un cigoto con una identidad genética única, iniciándose ahí, precisamente ahí, un proceso de desarrollo continuo de un nuevo ser humano. No, no empieces a revolverte y a suspirar, aguanta un poco, confía en mí, ten un poco de paciencia.
Biológicamente, no existe ninguna duda de que en ese instante de fusión celular se da origen a un nuevo ser humano. No es opinativo, no es una exageración, no es un tema político o religioso, es sencillamente así. De veras, ahora no voy a decir aquello de 1-0. No voy ganando. Quiero que hablemos. Seguimos yendo juntos de la mano. A nadie se le pregunta qué le parece que el sol salga por el este y se ponga por el oeste. Las cosas son como son y en este viaje de afecto y empatía ya hemos dado un primer paso sobre el que debemos coincidir y aceptar lo que establecen los científicos. No caben opiniones, valoraciones, juicios u oportunidades. Continuamos juntos, demos el siguiente paso.
Mi credo carece de importancia. No te doy una baza, simplemente pongo todas las cartas boca arriba. ¿Qué tendrá que ver que sea cristiano, budista, musulmán o ateo? Nadie ha preguntado a los biólogos la religión que profesan, ¿qué más da? Lo que es, es. La vida se ha creado y se abre camino, profese la religión que profese la mujer que la lleva en su seno materno o el erudito que lo constata en transparentes tubos de ensayo. Seguimos agarrados de la mano, solo somos seres humanos.
Toca el capítulo de los derechos. Agarrémonos todavía más fuerte ¿Dispone o puede disponer un ser humano, sea hombre o mujer, de la vida de otra persona? No. ¿Y si es un dictador? No. ¿Y si es un violador? No. ¿Y si es un terrorista? No. Tampoco. ¿Y si es un ser humano nuevo, distinto, diferente y único que se desarrolla en el seno de una mujer? No. Por favor no caigamos en opiniones, creencias, estimaciones o corrientes de opinión. Simplemente, mantengamos los valores que nos permiten vivir en una sociedad sometida al imperio de la ética, la dignidad y la humanidad. No te sueltes, te lo pido por favor.
Escucho con amor todos los argumentos, muchos de ellos enormemente dolorosos y sufrientes que me expresas entre lágrimas, pero te animo a que sigamos caminando juntos, de la mano, intentando hacer una sociedad mejor, más grande y más poderosa. Una sociedad que en vez de quebrantar nuestra ética, permitiendo acabar con un ser humano, por pequeño, débil, frágil, silencioso e invisible que sea, logre garantizar con todos los recursos y todos los apoyos, con lo mejor de nuestra solidaridad, la vida de la madre y la vida de su hijo. Garantizar, digo, no maquillar, subvencionar o trampear.
Es cierto que no conozco a nadie que después de haber tenido un hijo lo rechace, lo desprecie y no le ame, Pero si después de nacer tu hijo, consideras que lo mejor para tu vida, para tu desarrollo, para tu futuro, o para tus creencias, es darlo en adopción para que se desarrolle y crezca en otro entorno diferente al tuyo, será tu decisión y a esa sí que tienes derecho. Aun nuestras manos están entrelazadas. Demos una oportunidad a la vida. Sin estridencias, sin grandilocuencia, ni pomposidad. Con humildad. Con cariño y con amor.
Tenemos que hablar. Sin vencedores ni vencidos. Manteniendo intactas las creencias de cada cual, la religión que practican o los condicionantes personales. Tenemos que hablar para que lleguemos más lejos y seamos mejores. Sin prejuicios ni desdenes. Toca ahora que los que tienen que hacer su trabajo, lo hagan. Existen asuntos muy importantes, sustanciales, que no se pueden seguir gestionando, desde el descalificativo, el pim, pam, pum o el manido recurso al cuello del avestruz. Tenemos que hablar. No parece poca cosa hacer una sociedad en la que quepamos todos. Todos.
Dedicado a Jesús de Nazareth.
- Rafael Carriegas Robledo fue diputado nacional del PP por Vizcaya