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28 de marzo de 2024

TribunaLuis peral guerra

La izquierda que rechazó la eutanasia

Mientras muchos ciudadanos carecen todavía de un acceso a los cuidados paliativos, se ha promovido desde la izquierda una regulación de la eutanasia cuyos efectos pronto lamentaremos

Actualizada 03:48

No son santo de mi devoción ni Francisco Largo Caballero ni Federica Montseny.
Largo Caballero fue uno de los responsables de la intentona revolucionaria en octubre de 1934 contra el Gobierno legítimo de la Segunda República. En 1936 reincidió en su radicalidad antidemocrática, manifestando en El Socialista el 28 de enero de dicho año, ante las elecciones convocadas, que «ganando las derechas tendremos que ir la guerra civil declarada».
Y, sin embargo, en su libro Mis recuerdos. Cartas a un amigo (Ediciones Unidas, México D.F., 1976, página 317), Largo Caballero afirmó: «El nacionalsocialismo dio más importancia a las cosas que a los hombres; consideró que éstos eran un obstáculo para su prosperidad material cuando estaban viejos e inútiles para el trabajo y debían desaparecer. Era la mentalidad del salvaje que mataba a los niños y a los ancianos porque estorbaban. Eso, aunque se tengan muchos museos y bibliotecas, es de salvajes».
Federica Montseny, anarquista de la CNT, Ministra de Sanidad y Asistencia Social (Noviembre 1936 – Mayo 1937) en el Gobierno presidido por Largo Caballero, preparó un decreto para regular el aborto, semejante al que se había aprobado en Cataluña en Agosto de 1936, pero la iniciativa no prosperó ante la oposición de una parte del Gobierno.
Y, sin embargo, Federica Montseny –en su conferencia sobre Mi experiencia en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social el 6 de junio de 1937, en el Teatro Apolo de Valencia– opuso a la eugenesia una sociedad proteccionista inspirada en los valores cristianos. Fueron éstas sus palabras: «Los hombres que la guerra dejaría inválidos; los hombres que la guerra había dejado ya inválidos; los que había dejado inválidos el trabajo; los hombres, las mujeres y los niños que la sociedad colocaba en situación de inferioridad por debilidad física, por insuficiencia mental, por desgracias naturales, por lo que fuere, habían de ser reincorporados a la vida, no reduciéndolos a la simple condición de animales a los que se asegura la subsistencia física. Había que coger a esos seres, y había que dotarlos de alma, reeducarles la conciencia y devolverles a la esperanza y a la vida…O aplicábamos la idea de Nietzsche y matábamos sin piedad a todos los que no eran fuertes, o habíamos de aunar el sentimiento piadoso de la vida, el sentimiento de la interpretación cristiana de la vida, a esta concepción de la restitución social a todos los que eran víctimas de la sociedad en su salud mental o en su salud física».
La eugenesia tenía defensores en los años treinta en varios países occidentales, y no sólo en la Alemania nazi, pero tanto Largo Caballero como Federica Montseny hicieron honor en este asunto al compromiso histórico de la izquierda en defensa de los más débiles. Algo muy distinto de la izquierda española actual que, con reiteración digna de mejor causa, ha porfiado hasta conseguir que la mayoría parlamentaria Frankenstein aprobase una Ley de eutanasia, hoy recurrida ante el Tribunal Constitucional, del que se espera una mayor diligencia que la mostrada en la Ley del aborto.
Ahora España se enfrenta a un reto ante el que se debe conocer la realidad existente en países que en su día aprobaron leyes sobre eutanasia: presiones sobre personas discapacitadas o vulnerables, eutanasias no solicitadas por el enfermo (el 32 por ciento en Bélgica en 2005) o no comunicadas oficialmente (el 20 por ciento en Holanda en 2005), pérdida de confianza de los enfermos en sus médicos…Una «pendiente resbaladiza» que no podemos ignorar.
Mientras muchos ciudadanos carecen todavía en España de un acceso a los cuidados paliativos, se ha promovido desde la izquierda y desde algunos pretendidos liberales una regulación de la eutanasia cuyos efectos pronto lamentaremos, si no lo remedia el Tribunal Constitucional, incluyendo los conflictos que se pueden generar en el interior de las familias.
En todo caso, y aquí las comunidades autónomas tienen un papel fundamental, debemos defender sin fisuras el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios, del personal de servicios auxiliares y de los centros médicos, sin que pueda producirse discriminación alguna en la contratación de dichos centros con las administraciones públicas ni en la situación laboral o en el derecho a la intimidad de las citadas personas.
Como ya proclamaron, con distintas palabras, Largo Caballero y Federica Montseny, hay que recordar hoy en día que todo ser humano tiene dignidad por el mero hecho de serlo y no necesita que se venda su eutanasia como una muerte digna.
  • Luis Peral Guerra es doctor en Historia
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