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El PNV y el aborto

El PNV ha dejado un espacio en la defensa de la vida y la dignidad humana que el PP del País Vasco debería ocupar

Actualizada 10:24

«Bizkaya (sic) se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia». Así se recogen las palabras de Sabino Arana en el libro De su alma y de su pluma (Colección de pensamientos seleccionados en los escritos del maestro del nacionalismo vasco), publicado en 1932, con motivo de las «bodas de oro» del Nacionalismo Vasco (1882-1932).

Mucho ha llovido desde aquellos años en los que Indalecio Prieto acusaba al PNV de querer establecer en el País Vasco un «Gibraltar Vaticanista». Poco queda en el PNV, no ya de aquel proclamado clericalismo, sino incluso de la democracia cristiana de la que un día formó parte.

Esa transición de partido subordinado a la Iglesia a partido relativista en todo lo que no se refiera al nacionalismo –para algunos una religión sustitutiva, con sus dogmas y mandamientos– ha culminado para el PNV en su apoyo a varias leyes que atentan contra el derecho a la vida y contra la dignidad humana.

La ley del aborto de marzo del 2010 contó con el apoyo del PNV. Lo mismo ocurrió con la Ley de la eutanasia de Marzo del 2021. Y en la recientemente aprobada ley «para penalizar el acoso a las mujeres que acuden a clínicas para la interrupción voluntaria del embarazo», el PNV ha pugnado por ser el primero de la clase, el niño Jaimito, a la hora de amedrentar y sancionar a esas personas valerosas que, con el máximo respeto y sin presión alguna, ofrecen alternativas al aborto cerca de los centros donde se practica. Una labor ejemplar que obtiene éxitos notables pero también –crónica de una muerte anunciada– tristes fracasos cuando otras mujeres, algunas casi niñas, deciden voluntariamente o forzadas por sus padres seguir adelante con el aborto.

A pesar de denominar al aborto con el eufemismo de «interrupción voluntaria del embarazo», no parece que los defensores de aquel quieran dar a esa decisión voluntaria, de consecuencias irreversibles, una última oportunidad de cambiar de opinión, una vez que el aborto ya se ha concertado con la clínica abortista. Se trata de un muy lucrativo negocio y en el que no existe un seguimiento posterior de las posibles secuelas psíquicas del aborto por parte de las clínicas privadas que lo practican.

Y un negocio donde a veces hay fraude de ley. En el propio País Vasco el número de abortos, sin plazo límite, al amparo del artículo 15.c de la ley (anomalías fetales incompatibles con la vida o enfermedades extremadamente graves e incurables) es, según datos oficiales, de 15,57 abortos por cada 100.000 mujeres de 14 a 44 años, frente a 1,82 en Andalucía y 1,70 en Madrid. Caben dos interpretaciones y me inclino por la segunda: o bien ese grupo humano – pretendidamente superior para los nacionalistas– genera genéticamente mucho mayores anomalías y enfermedades que en otras regiones de España o bien estamos ante un auténtico «coladero» en la aplicación de la ley que debe ser denunciado.

Volvamos al PNV, el niño Jaimito en la criminalización de los que ofrecen alternativas al aborto cerca de las clínicas. Gracias a una enmienda de los nacionalistas vascos, incorporada a la ley, ya no será necesaria la denuncia de la mujer para perseguir a quienes le han ofrecido alternativas al aborto.

También el PNV intentó con otra enmienda, sin éxito afortunadamente, que en la Ley de Seguridad Ciudadana se sancionase con multas (de 10.001 a 20.200 euros en el grado medio) la participación en concentraciones a menos de 150 metros de las clínicas abortistas, para las que pretendía establecer un perímetro de seguridad.

No me creo que todos los militantes del PNV estén satisfechos de estas enmiendas que atentan contra la libertad de expresión y contra los derechos de reunión y de manifestación, amparados por nuestra Constitución y por todos los tratados internacionales de derechos humanos.

Por otra parte, es evidente que el PNV ha dejado un espacio en la defensa de la vida y la dignidad humana que el PP del País Vasco debería ocupar.

Nuestros hijos verán a los socialistas – y a otros que hoy apoyan el aborto, como los nacionalistas vascos– poner excusas y buscar coartadas para justificar su apoyo al aborto durante tantos años.

  • Luis Peral Guerra es economista y abogado. Coordinador del grupo de trabajo de Libertad en la iniciativa NEOS
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