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12 de mayo de 2024

tribunaantonio Castillo algarrra

España contra sí misma

«El que no hace lo que debe acaba haciendo lo que no debe», nos decía siempre don Julián Marías: no usamos las herramientas del Estado de derecho de forma legítima y en el momento oportuno

Actualizada 01:30

La tentación en la que cae el señor Naranjo en su artículo «España tiene que defenderse del País Vasco (y de Cataluña)» es vieja. De niño, desde las estanterías de mi padre me miraba el volumen de Gil Robles: No fue posible la paz. Lo era, pero no fuimos capaces. Bueno, no hasta que el Rey Juan Carlos devolvió España a todos los españoles.
Ya el título del artículo de Naranjo es un disparate, una deslealtad a España y su historia, a nuestro futuro. Tan desleal como el comportamiento de los independentistas; peor, porque va revestida de supuesto patriotismo. España no se defiende de sí misma sino de los que quieren acabar con ella. Y tanto o más que defenderse, nuestra vieja nación necesita afirmarse, hacerse, ser.
Casi nada es verdad en el artículo del Sr Naranjo: Bildu ha obtenido una victoria, pero no «ha ganado»; está por ver que gane.
Hay muchos que, desde hace tiempo, están deseando tirar la toalla, y vociferan que «la democracia no existe en España». Casi tantos como los que claman que «España no existe», o que somos «racistas», «machistas», «homófobos», o un nido de «rojos» o de «fachas»; o aquello de: «No hemos votado la Constitución» o «No nos representan» (busquen los más jóvenes en Youtube: «¡Tarancón, al paredón!» y verán las similitudes aunque se presentaran como lo contrario de que los que rodearon el Congreso).
Cada cual busca su excusa para no trabajar, obviar sus propios errores y carencias, y tirar por la calle de en medio, que siempre consiste en romper la convivencia, en acabar con las instituciones, o en irse de vacaciones o cada uno a lo suyo, a lo que le conviene, sin pensar en el bien común ni lo suicida de su planteamiento.
Pensar, imaginar, mantener la fe (que se demuestra en los malos momentos), o recordar que en nuestra Historia hemos pasado por trances mucho peores, cuesta más que vociferar; buscar la verdad, y reunir esfuerzos entorno a un proyecto, que lo hagan otros.
Luego, estos que quieren hacer política a porrazos en la mesa, como jamás se paran a distinguir, y nada les importa radicalmente, acaban cayendo en todos los tópicos de sus «enemigos»: que si «el 78», cuando la Transición empieza formalmente en 1975 y se venía preparando por los mejores desde hacía tiempo; que si Bildu «es incapaz de condenar el terrorismo», sin entender que no vale más condena que la de los jueces, y que ese partido es la ETA misma, que por eso se puede y se debe ilegalizar llevándolo al Supremo a petición del Senado, donde el PP tiene mayoría; que solo así se desvelaría la verdad del terrorismo a estos jóvenes que votan masivamente a partidos pro terroristas, y se acabarían el cinismo y la contradicción de «condenarlos» pero dejarlos copar las instituciones y utilizar la democracia con lo ganado y recaudado (nunca mejor dicho) mediante el terror. Feijóo ha decidido no apelar a la Ley de partidos; la Historia le pedirá cuentas.
«El que no hace lo que debe acaba haciendo lo que no debe», nos decía siempre don Julián Marías: no usamos las herramientas del Estado de derecho de forma legítima y en el momento oportuno; pero clamamos por «condenas» con las que los terroristas llevan décadas apilando la hoguera en la que quemar España; o nos da por exabruptos de auténticos vagos, como el del artículo del Señor Naranjo.
Proponer que «España se defienda del País Vasco y de Cataluña» es como querer arreglar los problemas familiares prendiendo fuego a los dormitorios de dos de los hijos. Mientras, lo tenemos todo por hacer: en los tribunales; en la educación (el desconocimiento de la Historia, la trampa permanente en la que educamos a los escolares y universitarios –para muestra, un botón: en selectividad, volverán a aplicárseles ¡los criterios COVID!, con lo que se podrán estudiar solo medio temario y sacar un diez–); en la política (los de «verano azul» siguen en la oposición; solo superados por los de «¡Pensiones o autonomías!», y ya en liquidación los de «Hay que suprimir el Senado»); en el periodismo: embrutecido y cada vez más dependiente del poder. O detengamos esta huida general del Derecho, que solo engorda a los enemigos de la libertad.
Trabajemos más y disparatemos menos. Leamos un poco, un poco por lo menos; pensemos. Levantemos la vista del propio ombligo. Probemos incluso a decirnos la verdad y a tener el valor necesario para intentar vivir de acuerdo con ella. Nunca ganan los malos; son siempre los buenos los que no están a la altura.
  • Antonio Castillo Algarra es escritor, profesor y productor de teatro
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