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TribunaGonzalo Ortiz

Síntomas de una democracia averiada

Corea tiene el lado brillante que ha merecido la admiración mundial con sus éxitos en la exportación y en los start ups, la impactante cultura K pop, la atractiva gastronomía y hasta la avanzada industria cosmética (20% de los jóvenes varones coreanos se maquilla)

Actualizada 01:30

Este es el título de un artículo reciente de David Jiménez que formula unas interesantes consideraciones sobre la democracia española. Pero voy a hablar de Corea del Sur, cuya actual situación de parálisis política resulta muy difícil de entender. Corea en realidad nunca ha gozado de independencia completa de China, y el fin de la ocupación japonesa en 1945 produjo la división del país en dos estados independientes, ideológicamente muy enfrentados. Estalló el conflicto bélico en 1950, que acabó en 1953 con un acuerdo de alto el fuego que se mantiene hasta hoy.

Los políticos surcoreanos suelen trazar el paralelo con España, con la diferencia de que nuestro país fue devastado, sí, pero reunificado, y en Corea las perspectivas de reunificación quedan cada vez más alejadas.

Corea del Norte sigue el modelo soviético de economía central, y Corea del Sur de economía de mercado dominada por los poderosos «chaebols» (conglomerados). En los años sesenta, Corea del Norte, más industrial históricamente, todavía tenía ventaja sobre la Corea del Sur, tradicionalmente agrícola. Pero el impulso de los grandes capitanes de la industria, con el apoyo del presidente Park Chung Hee, general dictador, promovió un extraordinario crecimiento en los años 70, que ha llegado hasta nuestros días. Pero Corea del Sur tiene el alma dividida, y una clase política frentista y de baja calidad. El movimiento democratizador de los 80 se ha mostrado imparable, superó la gran crisis en Gwangju, y a lo largo de los últimos años se han alternado presidentes de izquierda (los Kim y el penúltimo Moon, entre otros), con presidentes de derechas.

Los partidos de derecha y centro-derecha han ido cambiando de nombre, así como las agrupaciones de izquierda. En la actualidad, el Partido popular (PPP) del presidente Yoon representa esa tendencia conservadora, pro norteamericana, y de apoyo a la empresa privada. Mientras que a la izquierda está el partido demócrata (PD) al que podemos caracterizar como intervencionista, con simpatías por Corea del Norte, muy antijaponés y con notables reservas con respecto a la empresa privada.

Con todo, la democracia ha prevalecido a lo largo de estos años con una fiscalía muy poderosa (capaz de detener al presidente Yoon) y ha prevalecido el marco de una economía de mercado con gran inversión en nuevas tecnologías y que ha sido puntera en numerosos sectores industriales en los últimos 30 años.

Pero, de alguna forma, el país padece el trauma de la guerra civil. Las viejas generaciones han conocido las escaseces de la postguerra, mientras que los más jóvenes sólo han vivido en la abundancia. En realidad, hay cuatro Coreas: la República «Democrática Popular» del Norte, la Corea del Sur, amistosa con los americanos, la región autónoma dentro de China de etnia coreana (Yanbian), y la Corea de la diáspora, sobre todo en Estados Unidos y en países anglosajones.

Corea tiene el lado brillante que ha merecido la admiración mundial con sus éxitos en la exportación y en los start ups, la impactante cultura K pop, la atractiva gastronomía y hasta la avanzada industria cosmética (20 % de los jóvenes varones coreanos se maquilla).

Pero hay un lado oscuro: las 55 horas de trabajo semanal y las 5-6 horas de sueño, el elevado coste de vida, la falta de seguridad en el empleo, la carestía del mercado de la vivienda, la competición extrema en el sector educativo, el control sofocante de la economía por los «chaebols» (SK, Samsung, LG y Hyundai son las más grandes) y finalmente la tensionada escena política.

En los años de vida de la República de Corea un presidente ha sido asesinado, otro se suicidó y otros 5 han sido sentenciados, por diversos motivos, a largas penas de privación de libertad. Otro tanto ocurre, hasta cierto punto, con los presidentes de las grandes empresas, a menudo imputados en operaciones fiscalmente punibles. El haber sido condenado no descalifica a un empresario en la sociedad coreana. Se cuenta que el presidente Park solía convocar a los empresarios defraudadores y les «perdonaba» sus faltas a cambio de grandes inversiones en sectores de crecimiento que él señalaba.

El actual enredo político se entiende porque el presidente Yoon salió elegido con muy escasa mayoría y la oposición del partido demócrata ha revalidado en las últimas elecciones de abril de 2024 su mayoría en el parlamento. Poder presidencial contra poder parlamentario. Y ante las acusaciones de corrupción contra la mujer de Yoon, el presidente quizás desquiciado, decidió imponer la ley marcial, casi sin consultar a nadie.

¿Cuál será la salida de esta complicada situación política? Imposible preverlo, aunque veo con admiración que la ley se impone sobre la voluntad del presidente. Y creo que el veredicto final en el juicio político de destitución (impeachment) sobre el presidente Yoon será aceptado por el pueblo con normalidad.

Corea ha sufrido en los últimos años una serie de tragedias como la del ferry Sewol (2014), la de la estampida en Itaewon (2022) o el reciente accidente de Jeju Air en Muan (2024), con enormes pérdidas humanas. El «reino de la mañana tranquila» tiene un pueblo muy resistente que sabe superar las desgracias (por cierto, esto puede aplicarse también a los soldados norcoreanos enviados por Kim Jong-un al frente ucraniano). «Parásitos» y «La estrategia del calamar» son exponentes de una sociedad con disparidades y claroscuros, pero con los resultados que despiertan la admiración mundial.

Democracia averiada, pero con capacidad de regeneración.

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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