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Clausura del Congreso Diocesano de Laicos

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Congreso Diocesano de Laicos

Cardenal Cañizares: «No seáis pusilánimes, estad despiertos, que se note que somos cristianos por la gracia de Dios, a buena honra, nada de complejos»

El Congreso Diocesano de Laicos 2021 celebrado en Valencia abrió sus puertas este sábado 27 y domingo 28, bajo el lema: Caminando juntos, hacia un renovado Pentecostés

Con unos cantos y una oración conjunta dio comienzo el Congreso Diocesano de Laicos de la diócesis de Valencia que acogió a más de mil personas durante este fin de semana en el palacio de congresos valenciano dispuestas a formar una comunidad unida «por un gran espíritu y con un solo alma y un solo corazón». Inmaculada Ros y Guillermo Prado, coordinadores del congreso, comenzaron el acto de apertura recordando que el objetivo del congreso «es escuchar la voz del laico, que exprese sus sentimientos y se comprometa». El laico como protagonista de este encuentro que tiene el compromiso de revivir la experiencia de Pentecostés para salir de los lugares de comodidad e ir allí donde están las personas para llevarles el Evangelio.

Con la voluntad de abrir un camino de renovación del laicado en la Iglesia y en la sociedad, el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares recordó en sus palabras de bienvenida la tarea de la Iglesia: «Evangelizar y llevar la buena noticia». Asimismo, añadió «se trata de cambiar los juicios, la manera de sentir y pensar, con un mundo nuevo donde verdaderamente se reconozca al Dios que une». Una función que, en palabras del purpurado, la tienen los laicos bajo los valores de la familia, la educación y la caridad y que se deben llevar a cabo y enseñar a través de la catequesis.

En el congreso también estuvo presente el arzobispo de Zaragoza, Carlos Manuel Escribano, quien felicitó a los organizadores por el éxito del encuentro. Haciendo referencia al congreso celebrado en Madrid el pasado febrero del 2020, destacó uno de los cuatro itinerarios que se dieron: La presencia de los creyentes en la vida pública, reivindicando «el apoyo y la gratitud por esta magnífica apuesta pastoral impulsada por el laicado en este momento de evangelización». Además, no desaprovechó la oportunidad y mencionó el próximo sínodo de obispos convocado por el Papa Francisco para 2023 y que, actualmente, se encuentra en fase diocesana en toda la iglesia universal. En relación con el lema escogido este año, el arzobispo de Zaragoza invitó a los laicos a «estar unidos, compartiendo iniciativas, proyectos, y sonriendo al futuro juntos que tanta falta nos hace» con la esperanza de que la celebración del congreso «sea con paso firme y un corazón renovado».

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Emergencia educativa

El congreso se dividió en cuatro grandes áreas de estudio sobre catequesis, familia, caridad y educación, donde participaron varios expertos. En la potencia sobre educación se contó con el Catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valencia, Agustín Domingo Moratalla, con una intervención en la que se centró en Los requisitos de educación en la era digital de los centros educativos y el uso e incorporación de los recursos pastorales: «no ofrecemos una visión del mundo que cale hondo en alumnos y familias» afirmó. Moratalla también incidió en que existe una emergencia educativa y una «nueva virtud cívica», un concepto que subrayó como fundamental ya que la digitalización está impactando en lo alumnos y cualquier propuesta educativa pasa por dicha digitalización.

El sentido de la misión de los maestros también fue objeto de reflexión del catedrático quien destaco que es «un verdadero reto antropológico» clave de bóveda de las últimas intervenciones del Papa Francisco. Moratalla también asumió en un ejercicio de autocrítica que los profesores «somos el núcleo del problema, necesitamos preparar y capacitar a los alumnos que estamos formando, es una cuestión estratégica» y su ves denunció la actitud «sumisa» hacia la administración, así como denunció el papel del profesorado de religión en la escuela pública, el cual, a su juicio, «está en vía de extinción». «La sociedad es radicalmente conflictiva, por eso, el modelo que hay que fortalecer es el activismo comunitario, con el objetivo de echar leña a la moral pública y entusiasmar», defendió.

La batalla de las libertades públicas no las tenemos ganadas, no hay libertad, hay derechos en juegoAgustín Domingo Moratalla

Uno de los elementos fundamentales que destacó el catedrático, desde el punto de vista de la educación, son la memoria y la lectura. Para él, el futuro de la Iglesia católica no es elitista y se mostró convencido de que el «arma» para reducir la pobreza es la educación en el espacio público. «Lo nuestro no es un espacio privado, es decir, los que hemos asistido aquí es porque nos interesa la educación pública, donde la sociedad cree grupos en los que participar», aseguró. Para Moratalla la gran mayoría de la sociedad ha caído en la trampa del «espacio público libre para el Estado», lo cual afirmó que perjudica a la democracia que debe abarcar distintas culturas y pensamientos; pero a la administración «no le interesa que haya cultura a la hora de juzgar». La educación tiene que ser «amplia, extensa, y diferente», por eso reivindicó «la batalla de las libertades públicas no las tenemos ganadas, no hay libertad, hay derechos en juego» concluyendo sus reflexiones lanzando un mensaje alto y claro: «El patrimonio muere cuando no se construye».

La potencia de educación tuvo su respectivo taller dirigido por Elisa Vega, maestra de religión en un centro público, quien destacó: «La mayoría de la gente que nos rodea no saben lo que estamos viviendo los cristianos” porque “los números hablan por sí solos, solo el 17 % de la población española acude a misa. La sociedad en la que vivimos ya no es cristiana», afirmó. Por eso, defendió que hay que crear situaciones comunicativas que trasmitan un mensaje claro: El sentido de la vida. «Como experiencia vital tenemos a Dios, Él nos enseña a amar, nos da las claves para hacer cambiar nuestra vida», añadió. 

La audiencia durante una de las ponencias del Congreso

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Clausura del congreso

El Congreso Diocesano de Laicos concluyó el domingo con una eucaristía celebrada en la catedral de Valencia y presidida por el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, quien alentó a los participantes a «seguir y abrir nuestro corazón a Dios ya que esto es obra suya». Además, el purpurado en la necesidad «de caminar juntos en santidad ofreciendo a toda la gran riqueza que tenemos, que no es otra que Jesucristo». «No seáis pusilánimes, estad despiertos, nada de adormilados, nada de estar ahí como si fuésemos no sé qué cosa, hay que estar vigilantes, que se note que somos cristianos por la gracia de Dios, a buena honra, nada de complejos», añadió en su alocución. Igualmente, les animó a «seguir el camino de caminar juntos con las bienaventuranzas delante, como el verdadero escudo y sentido de nuestra vida que es la plena confianza a Dios y sin ningún miedo, con la cabeza bien alta».

En el acto de clausura también participaron el obispo auxiliar de Valencia, monseñor Arturo Ros quien pidió a los congresistas «anunciad y llevad la salvación de Dios en este mundo nuestro que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza y nuevo vigor en el camino». «La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita donde todo el mundo pueda sentirse amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio», añadió. Junto al prelado, Amparo Estellés, delegada diocesana de Laicos destacó que «estamos convencidos que Dios tiene un plan para nosotros los laicos y que el Espíritu Santo ilumina el deseo de llevar a cabo nuestro plan». Finalmente, Inmaculada Ros y Guillermo Prado, coordinadores del congreso afirmaron en su intervención que el congreso «ha llegado a su fin, pero esto no quiere decir que aquí se acabe todo, más bien todo lo contrario». Durante la clausura también ha estado presentes el obispo auxiliar de Valencia, monseñor Javier Salinas, el obispo auxiliar emérito de Valencia, monseñor Esteban Escudero y el director de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, Luis Romero Sánchez

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