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25 de abril de 2024

Clase de primaria en época de coronavirus

A pesar de las dificultades mediáticas que se están poniendo, los alumnos españoles siguen optando por ReligiónGTRES

Más de tres millones de alumnos eligen la asignatura de Religión

La Religión, a pesar de los vaivenes educativos, sigue siendo una de las principales optativas escogidas por los alumnos en todas las etapas. Los colegios públicos son los que más inscritos registran en Primaria

A pesar de las arenas movedizas en las que se mueve el currículo de la asignatura de Religión dentro de la LOMLOE, lo cierto es que los alumnos siguen apostando por este tipo de formación en la escuela.
Desde Educación Infantil hasta Bachillerato, 3.151.194 alumnos de centros públicos, privados y concertados eligen libremente Religión. Esto supone el 59,85% del alumnado.
Estos corresponden al curso 2021-2022 y que, como cada año, la Conferencia Episcopal Española, a través de la comisión de Educación y Cultura, ha hecho públicos.

Un leve descenso respecto al 20-21

Las cifras aportadas por la comisión episcopal de la CEE arroja que 1.797.323 alumnos de todas las etapas optaron por Religión en los centros públicos, siendo especialmente relevante la cifra registrada en Primaria, con 861.250 alumnos inscritos respecto a 796.604 alumnos que decidieron no cursar esta optativa.
Raquel Pérez Sanjuán, directora de la comisión, comentaba hace unos meses para El Debate que, a pesar de las dificultades, «la asignatura de Religión ha demostrado su fortaleza» y que sigue siendo un plan curricular que permite «acercar al núcleo esencial del cristianismo sin olvidar en qué contexto estamos».
En la etapa de la E.S.O. en los colegios concertados, que tienen matriculados a 1.284.199 alumnos en nuestro país –con el consiguiente ahorro que supone para las arcas públicas estos datos–, fueron 412.719 los chicos y chicas que estuvieron en clase de Religión. Según queda recogido en el estudio La enseñanza en los centros educativos católicos y Estadística del Gasto Público en Educación (2017-2018), los colegios concertados suponen un `alivio´ en materia educativa al Estado de más de 3,5 mil millones de euros.
Pedro José Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, señalaba que a pesar de que «los alumnos cambian», cuando se les ofrece «una asignatura que promueve su pensamiento, que les coloca ante reflexiones éticas, que les ayuda a pensar por sí mismos, que les invita a interpretar la realidad, también percibimos un cambio en sus proyecciones».
En los centros privados –69.672 alumnos en nuestro país–, son 9.630 los alumnos que eligen Religión por los 3.902 que no lo hacen.
A este respecto, y recogiendo todas las cifras, desde la comisión episcopal se hacen eco de la lenta pero implacable secularización que se está viviendo en las aulas, que si bien no llega un descenso del uno por cierto respecto al curso anterior, está suponiendo un reto para pensar nuevas formas de aproximar la fe y el hecho religioso a unos alumnos que verán cada vez más mermadas –especialmente después del cambio legislativo en Educación– sus competencias para discernir sobre el sentido último de la vida, sobre las diferencias entre credos o sobre la historia de las religiones.

La curva demográfica en el aula

Otro de los datos curiosos que dejan las estadísticas que desde 1996 aporta la CEE en esta materia es el notable descenso demográfico que adolece nuestro país. Si en el curso 2015-2016, las delegaciones de las 69 diócesis españolas habían registrado un total de 5.811.643 alumnos desde los 2 hasta los 18 años, un lustro más tarde el alumnado que puede elegir entre cursar o no Religión desde Infantil hasta Bachillerato se queda en 5.265.045 alumnos. Esto es: España tiene, cinco años después, menos de medio millón de jóvenes.
Para superar este reto, desde la parte que les toca, desde Escuelas Católicas señalan que «queda aún involucrar a más sectores de la vida escolar, eclesial y religiosa en el proyecto, porque aún hay que mejorar la formación del profesorado de religión, encontrar un adecuado perfil de salida de los alumnos que cursan la asignatura y dejar de verla en el conjunto de materias como una `maría´ de la que es mejor escapar, o a la que se llega para evitar mayor compromiso. El alumno debe estar en el centro de la programación, para ello debemos dejar de pensar menos en la transmisión de conocimientos y poner mayor énfasis en saber situarse ante el mundo y ante sí mismos».

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