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Ordenación sacerdotal de Ignacio Ozores por el arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo

Ordenación sacerdotal de Ignacio Ozores por el arzobispo de Madrid, el cardenal José CoboJosele Martin

«Merece la vida»: ¿Por qué los jóvenes quieren ser sacerdotes?

956 seminaristas se preparan en España para recibir el sacramento del orden, cifra que se reduce cada año

«La mies es abundante, pero los trabajadores pocos», dijo Jesús a sus discípulos. Esta frase que san Mateo recoge en su Evangelio se hace presente en la Iglesia en España. El pasado año había 15.669 sacerdotes para cubrir las necesidades de las 22.933 parroquias del país.

Cada vez menos hombres se preparan en los diferentes seminarios mayores españoles para recibir el orden sacerdotal, habiendo descendido en casi 400 el número de seminaristas en los últimos 10 años. Sin embargo, sigue habiendo jóvenes que, valiente y generosamente, responden a la llamada de Dios.

«Si es Tuyo, te encargas Tú»

Los que acudieron al concierto de Hakuna en el Palacio Vistalegre, el WiZink Center o en la Fiesta de la Resurrección pudieron ver a alguien vestido de negro tocando el saxofón. Dentro de 50 días, Rodrigo Rodríguez, aquel diácono, va a ser ordenado presbítero en la catedral de Toledo a los 29 años.

«Estoy encontrando el rostro de Cristo en los que me buscan, no porque sea Rodri, sino porque tienen sed de Dios», ha comentado. Dejando atrás sus grados en Derecho y en Música en la especialidad de saxofón, Rodríguez entró al seminario en 2017 para «poner a Dios en el centro de esta sociedad». «La sed del creado solo encuentra saciedad en su Creador», añadía.

Rodrigo Rodríguez durante el concierto de Hakuna en el WiZink Center

Rodrigo Rodríguez durante el concierto de Hakuna en el Palacio Vistalegre

El diácono natural del pueblo toledano de El Carpio de Tajo, el menor de tres hermanos, se dio cuenta de que su vida necesitaba algo más. «La música y el Derecho estaban bien, pero quería ponerla en práctica al servicio a los demás, a Dios y a la Iglesia», ha comentado. Esas preguntas las trasladó a un sacerdote en la dirección espiritual, que nunca le dijo que entrase al seminario.

«Siempre había estado como colaborador en la Pastoral Juvenil, ahí es donde me estaba llenando» reconocía. Después de idas y venidas, decidió entrar al seminario. Lo primero que hizo al llegar fue entrar a la capilla y, de pie ante el sagrario, le dijo al Santísimo: «si esto es Tuyo, de mis padres, mis amigos y mi familia te encargas Tú». Y aquella petición, se cumplió «con creces».

Rodríguez ha podido ver que Dios «no solo llama a una persona», sino también a los de alrededor, habiendo sido testigo de cómo ha ido «tocando el corazón» de sus seres queridos. «Cada paso que estoy dando es un regalo, lo que estoy recibiendo es impresionante», concluía.

«A Dios le gusta el riesgo»

Apenas dos semanas de su ordenación presbiteral en la catedral de La Almudena de Madrid, Ignacio Ozores sigue preguntándole a Dios por qué le ha llamado al sacerdocio. «No cabe duda de que a Dios le gusta el riesgo, supongo que como a todo enamorado», ha apuntado. Durante estos días, en los que los compañeros con los que se ordenó están celebrando sus primeras misas, están transcurriendo de forma muy intensa, llenos de «intimidad con el Señor», al que este nuevo presbítero desea «entregarle todo».

Nacido en Barcelona, Ozores recibió la fe en su familia y en su colegio, pero nunca tuvo «la suerte de estar vinculada a ninguna parroquia o movimiento». Fue su abuela la que lo llevó a un comedor de las sisters en El Raval de Barcelona, allí descubrió la entrega de santa Teresa de Calcuta con los más pobres. «Nunca he llegado a comprender por qué hay gente que no tiene nada cuando yo lo he tenido todo», se cuestionaba.

Ignacio Ozores durante la consagración en la celebración de su primera Eucaristía

Ignacio Ozores durante la consagración en la celebración de su primera Eucaristía

Pasando primero por Madrid, a los 17 años tuvo que desplazarse a Lima por motivos laborales de su padre. Allí, «con la delicadeza que lo caracteriza», Dios salió a su encuentro. «Reconocí que me decía algo como: ‘devuélveme todo lo que has recibido para que yo se lo pueda entregar a mucha más gente’». En ese momento fue cuando se despertó en su corazón la vocación sacerdotal. «Cuando reconoces lo privilegiado que has sido y experimentas un amor tan profundo como el suyo, es imposible decirle que no», ha asegurado.

Al año siguiente ingresó en el seminario de Madrid, siendo «todo muy romántico, sin ser consciente de lo que supone esta elección». Hasta su cuarto curso no pudo experimentar un discernimiento profundo, en el que se le abrieron dos caminos: la vida matrimonial y la sacerdotal. Tras mucha oración y dejarse aconsejar, descubrió que lo que había en su corazón «era un deseo de consagración total a Cristo».

Durante estos años, Ignacio Ozores se ha dado cuenta de cómo «Dios aguarda expectante la forma en la que correspondemos su amor». Descubrir esto es por lo que, reconoce, «merece la vida» ser sacerdote.

Llamado por Dios a través de la liturgia

La primera concelebración de una misa de Jaume Denclar, sin tener en cuenta la de la ordenación, fueron las exequias de otro presbítero. «Lo viví como una confirmación de lo que el Señor nos dice: ‘sacerdotes para siempre’», ha revelado. Al igual que Ozores, recibió el sacramento del orden el 27 de abril, en la catedral de Menorca.

Bautizado a los siete años porque quería ser «amigo de Jesús», comenzó su catequesis de comunión y servía como monaguillo en Semana Santa, aunque durante el resto del año «no pisaba la iglesia». Sin embargo, todo cambió durante la catequesis de Confirmación, cuando le propusieron tocar el órgano en las misas de su parroquia. «A partir de ahí descubrí la liturgia, porque acompañar con cantos la misa me obligó a tener más conocimiento sobre ella». De esta manera, contemplando «la belleza y la riqueza de la liturgia» brotó en Denclar la llamada al sacerdocio.

El sacerdote Jaume Denclar, ordenado en la catedral de Menorca

El sacerdote Jaume Denclar, ordenado en la catedral de MenorcaGemma Andreu/Diari Menorca

Su paso por el seminario menor y mayor fue vista por su familia «con ojos escépticos, casi con la esperanza de que fuera una etapa que se quedase en anécdota». Pese a ello, su llamada fue forjándose en medio de alegrías y tristezas.

«Debo dar gracias a Dios por las crisis porque consolidaron más mi fe y mi vocación», añadía. Está seguro de que es su abuela paterna, fallecida cuando tenía cuatro años y por la que sigue ofreciendo misas, la que intercede por él. «Creo firmemente que ha sido quien me ha alentado más en todo el proceso de discernimiento», ha asegurado el presbítero.

«La gran alegría del sacerdote, o así lo experimento yo, es poder ser Cristo en medio del mundo, y hacerlo presente en la celebración de los sacramentos; auxiliar al pueblo de Dios para que pueda avanzar en el camino y, juntos, hacer llegar al Señor hasta donde Él quiere», ha determinado.

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