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La Dama Azul evangelizando a los indios

La Dama Azul evangelizando a los indios

La historia de la Dama Azul: la increíble historia de la evangelización de Nueva España

Los indios jumanos indicaron al misionero jesuita Gonzalo de Tapia que habían recibido la visita de una misteriosa dama azul que les había hablado de las bondades de la religión católica

La historia de la evangelización del virreinato de Nueva España es realmente sorprendente por una conjunción de múltiples factores: el decidido papel de la Corona al promover la fe católica y, en consecuencia, acorde con la mentalidad de la época, procurar la salvación de sus nuevos súbditos. Es la historia de los religiosos que se embarcaron en la aventura americana, que aprendieron las lenguas indígenas y que se convirtieron, generalmente, en sus acérrimos defensores frente a los abusos de algunos encomenderos; que, en ocasiones, arriesgaron su vida incursionando en territorios ignotos poblados por tribus muy belicosas y que construyeron misiones pacificando y ampliando su educación.

Pero... ¿es también la historia de intervenciones divinas o sobrenaturales? ¿Fueron tales las apariciones marianas en el cerro Tepeyac al indio Juan Diego y la impresión de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la capa del chichimeca? Independientemente de que se crea o no en la existencia de milagros, lo que sí es indiscutible es que esos hechos tuvieron gran importancia en la conversión al cristianismo de miles de indígenas.

A medida que avanzaba el siglo XVI, se fueron sucediendo nuevas exploraciones y planes de conquista al norte del paralelo 35, siendo la de Juan de Oñate la más trascendental, pese a los duros enfrentamientos que mantuvo con los indios pueblo y con los apaches. Con Oñate, y con las diversas expediciones posteriores, llegó también la fe católica, pero los inicios fueron especialmente duros. El misionero jesuita Gonzalo de Tapia, fundador de la primera misión de Norteamérica, falleció joven por un ataque indio a la misión de Sinaloa.

No obstante, a finales del siglo XVI y principios del XVII se fueron fundando numerosas misiones en el norte del virreinato, comenzando por Santa María de las Parras. Aunque me interesa referirme aquí a otra misión en concreto: la de San Agustín de la Isleta, fundada en 1613 por el franciscano Juan de Salas y situada en la actual localidad de Isleta Pueblo, en Nuevo México (Estados Unidos).

Allí, en 1629, tendrá lugar un hecho sorprendente. Salas es visitado por un grupo de indios jumanos de una región en la que aún no se habían establecido misiones ni presidios y en la que no había presencia de europeos. Sin embargo, los jumanos le indicaron que habían recibido la visita de una misteriosa dama azul que les había hablado de las bondades de la religión católica y le pidieron que viajase a su territorio para bautizar a su pueblo.

No fue una decisión sencilla. Los jumanos estaban situados a casi quinientos kilómetros de la misión, en territorio desconocido. Sin embargo, Salas y fray Diego León decidieron correr el riesgo. El viaje duró varios días y los misioneros no se sintieron realmente tranquilos hasta llegar a territorio jumano. Una vez allí, la sorpresa fue mayúscula, no solo por el cálido recibimiento, sino por el buen conocimiento que los indios tenían de la religión católica.

La Dama de azul

La Dama de azul

Ellos le describieron a la mujer que les había estado predicando: se trataba de una mujer joven, de rostro pálido y atractivo, y describieron su atuendo, del que destacaba una gran capa de color azul. Por esos detalles —especialmente el vestido—, ninguno de los dos frailes tuvo dudas: se trataba de una monja concepcionista. Pero aquello no tenía ningún sentido. No existían concepcionistas en Nueva España, mucho menos en los inexplorados territorios de Nuevo México, y menos aún una monja —sin apoyo militar ni compañía de otros religiosos— se habría desplazado sola a un lugar tan alejado, a quinientos kilómetros de la misión más cercana.

En cualquier caso, aquella predicación de la misteriosa señora había predispuesto a la nación jumana de tal manera que se consiguieron más de 10.000 bautizos en muy breve periodo de tiempo.

Otro testigo de esta sorprendente historia fue fray Alonso de Benavides, franciscano de origen portugués —aunque por la unión ibérica vivió prácticamente toda su vida como súbdito de la Corona hispana—, que llegó a ser custodio de Nuevo México y conoció de primera mano la historia de la dama azul, lo que facilitaría la conversión de 80.000 indios.

De vuelta a España, le contaron la historia de una monja concepcionista de la que se afirmaba que había estado predicando en territorios desconocidos del virreinato. Se trataba de María Coronel y Arana, más conocida como María de Jesús de Ágreda, y en 1630 decidió visitarla en su convento para intentar aclarar el misterio. Benavides, muy escéptico al principio, mantuvo varios encuentros con la religiosa.

Pero antes de referirme a aquellos diálogos, conviene desvelar algunos trazos biográficos de esta mujer sorprendente.

María era hija de unos hidalgos de la localidad de Ágreda, de origen sefardí. Siendo aún joven, su madre decidió reconvertir la casa familiar en convento y tomar los hábitos; ella siguió su ejemplo y dedicó su vida a la religión.

Pero María no fue una monja corriente. Al igual que en el siglo anterior ocurrió con los carmelitas Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, ella también protagonizó episodios de profundo misticismo.

Retrato de la V. M. sor María de Jesús Ágreda, grabado firmado I. F. Leonardo publicado como ilustración de la Mística Ciudad de Dios, en la edición impresa en Madrid en 1688

Retrato de la V. M. sor María de Jesús Ágreda, grabado firmado I. F. Leonardo publicado como ilustración de la Mística Ciudad de Dios, en la edición impresa en Madrid en 1688Picasa / Wikimedia Commons

Estos arrobos espirituales la trasladaban a un estado distinto de conciencia. Sus compañeras fueron testigos de sus trances, y algunas personas afirmaban haberla visto en sitios distintos al mismo tiempo. Ella misma reconocía que, en ese estado de unión con Dios, poseía el don de la bilocación, es decir, encontrarse en dos lugares a la vez.

Esa es la historia que contó al padre Benavides: cómo, de esa manera, se había desplazado a los llanos de Nuevo México y Texas sin salir del convento; cómo, por intermediación divina, podía hablar a los indios en su lengua, y cómo describía a los jumanos, sus viviendas, paisajes, plantas y animales, con detalles que solo quien había visitado la región conocía.

Benavides quedó impresionado y creyó la historia de la mística a pies juntillas. El fraile pasaría a la posteridad por dos memoriales sobre la evangelización de Nuevo México: uno dedicado al rey de España Felipe IV —a quien, por cierto, la monja conocería posteriormente y con quien mantendría una intensa correspondencia— y otro al Papa Urbano VIII.

Sin embargo, la Inquisición no se mostró tan crédula como Benavides, y María debió someterse a un proceso y numerosos interrogatorios sobre su extraña historia, de los que, finalmente, salió libre.

La monja de Ágreda fue también una notable escritora. Su obra principal, Mística ciudad de Dios —también perseguida durante un tiempo por la Inquisición—, tendría una gran influencia en la iconografía cristiana posterior.

Aunque llevó una vida contemplativa muy similar a la de otras místicas y su cuerpo permanece incorrupto en el convento de Ágreda, en la provincia de Soria, nunca fue canonizada (aunque se inició el proceso en 1673). Las suspicacias de la Inquisición han arrastrado la causa de la venerable —título otorgado por Clemente X— a lo largo de los siglos.

¿Existieron realmente las bilocaciones? ¿Predicó María en Norteamérica, como sostuvo? Imposible saberlo. Algunos dirán que es un don reservado a las personas santas —y no es un caso único, ya que también sor María Luisa, abadesa del convento de Carrión de los Condes y muy célebre en época de Felipe III, las sufría—, al igual que otro contemporáneo de María: fray Martín de Porres, en el virreinato del Perú.

Sea como fuere, la historia de la dama azul ha sido contada en innumerables novelas, ensayos, documentales y programas de éxito. Incluso algunas ciudades de Estados Unidos están hermanadas con Ágreda. Pero lo más sorprendente es que también lo está todo un Estado, como Nuevo México (desde el 2 de diciembre de 2008).

El entonces gobernador, Bill Richardson, señaló que la historia de su Estado no podía desvincularse de las apariciones sobrenaturales de María de Ágreda y que había llegado el momento de formalizar una relación iniciada hace tres siglos. ¿El último milagro de María de Jesús?

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