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29 de marzo de 2024

Julián barrio, arzobispo de Santiago de Compostela

Julián barrio, arzobispo de Santiago de Compostela

Julián Barrio, arzobispo de Santiago

«No tengáis miedo de la vida. La vida es bella, la vida es para vivirla y para darla»

Discurso íntegro de Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela, en el acto de apertura de la PEJ22, en la plaza del Obradoiro.

el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, ha acogido a los 12.000 peregrinos en el acto de apertura de la PEJ22 en la plaza del Obradoiro. Barrio ha comenzado recordando que «el Apóstol Santiago ha sido el portavoz de vuestras inquietudes y esperanzas, mientras veníais peregrinando», y ha expresado, visiblemente emocionado, que: «la Iglesia Compostelana os acoge con gozo".
Barrio ha exhortado a los peregrinos a encender «estrellas en la noche de otros jóvenes «como verdaderos astros; como signos tan variados que nos da para que no nos quedemos quietos, sino que imitemos al sembrador que miraba a las estrellas para poder arar el campo… Cristo mismo es para nosotros la gran luz de esperanza y de guía en nuestra noche, porque Él es la estrella radiante de la mañana que anuncia la vida que vale la pena».

Afinar el alma

El arzobispo de Santiago también ha invitado a «afinar los silencios de vuestra alma llena de preguntas. Desde vuestra disponibilidad y generosidad Jesús os llama a hacerle presente en el acontecer de la vida, convirtiéndoos en seguidores, testigos y evangelizadores. Aportáis a la Iglesia la belleza de vuestra juventud, dándoos sin recompensa».
En segundo lugar, les ha pedido «mirar con confianza hacia el futuro. No paséis por la vida, vividla responsablemente. Los cristianos no retienen con nostalgia el pasado, sino que el compromiso es acceder a la memoria eterna del Padre, y esto sólo es posible viviendo una vida de caridad».
Por último, les ha dicho, que «no hay espacio en vosotros para la fatiga espiritual. En los nuevos horizontes descubiertos cada día en vuestra relación con Dios, habéis prescindido de todas aquellas cosas superficiales y accesorias que pesan en la mochila de la existencia y que impiden caminar ligeros».

Las preguntas del corazón

El arzobispo de Santiago también ha llamado a los presentes a no tener miedo, ya que «la vida es bella, la vida es para vivirla y para darla a los otros», en una Europa, ha recordado, «con tantas heridas, que os necesita llenos de esperanza. Caminad llevando la bandera de la paz y de una convivencia serena donde la verdad sea verdad y se respire el aire de la sinceridad, donde la solidaridad sea la moneda corriente, donde todos hombres y mujeres, de cualquier raza o condición, sean considerados igualmente hijos de Dios, construyendo una Europa acogedora y solidaria».

Discurso íntegro de monseñor Julián Barrio a los participantes en la PEJ22

Queridos Sr. Cardenal, Arzobispos, Obispos, sacerdotes y miembros de Vida consagrada

Queridos y queridas jóvenes:

«Que el Dios de la esperanza os colme de alegría y dé paz en vuestra fe» (Rom 15,13). ¡La Iglesia Compostelana os acoge con gozo! ¡También los jóvenes de las Diócesis de Galicia os reciben con afecto! Mi fraternal saludo a los hermanos en el episcopado, a los sacerdotes y miembros de Vida consagrada, a los delegados de pastoral juvenil, a los colaboradores con D. Raúl y D. Javier en la organización de esta peregrinación y a vosotros queridos y queridas jóvenes.

Habéis llegado con el deseo de encontraros de la mano del Apóstol Santiago con Cristo, «Camino, Verdad y Vida». Él es el verdadero manantial que mantiene vivos vuestros proyectos y vuestros ideales y «os llama a encender estrellas en la noche de otros jóvenes, os invita a mirar a los verdaderos astros, esos signos tan variados que nos da para que no nos quedemos quietos, sino que imitemos al sembrador que miraba a las estrellas para poder arar el campo… Cristo mismo es para nosotros la gran luz de esperanza y de guía en nuestra noche, porque Él es la estrella radiante de la mañana» (Christus vivit, 33), que anuncia la vida que vale la pena. El Evangelio no está contra vosotros, sino en vuestro favor. Jesús es la esperanza firme y duradera a la que aspiráis y que no defrauda. Es luz que ilumina y orienta vuestro camino; es fuerza que os sustenta en las pruebas; es profecía de un mundo nuevo; es invitación a todos, a trazar caminos siempre nuevos.

En el Pórtico de la Gloria estos días se ha hablado mucho de vosotros. El Apóstol Santiago ha sido el portavoz de vuestras inquietudes y esperanzas, mientras veníais peregrinando. Hoy os abrimos las puertas de la Casa del «amigo del Señor» y de nuestro corazón: «Entrad por ellas con alabanza. El Señor es bueno. Su amor dura por siempre; su fidelidad por generaciones» (Ps 99,4). En este Año Santo Compostelano queréis participar de la misericordia de Dios Padre. Traéis vuestra ofrenda de acción de gracias y de súplica, la vuestra personal y la de todos los jóvenes de España, de Europa y de otros continentes. ¡Cómo no tener presentes a los jóvenes de Ucrania y de otros países en guerra! Nos unimos a ellos con la oración y nuestro aplauso. ¡Afinad los silencios de vuestra alma llena de preguntas. Desde vuestra disponibilidad y generosidad Jesús os llama a hacerle presente en el acontecer de la vida, convirtiéndoos en seguidores, testigos y evangelizadores. Aportáis a la Iglesia la belleza de vuestra juventud, dándoos sin recompensa. «A través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico. El bálsamo de la santidad generada por la vida buena de tantos jóvenes puede curar las heridas de la Iglesia y del mundo, devolviéndonos a aquella plenitud del amor al que desde siempre hemos sido llamados: los jóvenes santos nos animan a volver a nuestro amor primero», nos dice el Papa Francisco.

Mirad con confianza hacia el futuro. No paséis por la vida, vividla responsablemente. Los cristianos no retienen con nostalgia el pasado, sino que el compromiso es acceder a la memoria eterna del Padre, y esto sólo es posible viviendo una vida de caridad. Os convoco a hacer surcos en la tierra de nuestra sociedad para sembrar a puñados la semilla del Evangelio que es salvación, verdad, belleza, curación y gracia. Subid a la barca de Pedro, la Iglesia, que multiplica sus llamadas y signos en nuestra peregrinación, iluminando el misterio del hombre.

Habéis llegado desde diferentes lugares y circunstancias. El Apóstol Santiago os esperaba. Es posible que estéis cansados físicamente, pero no hay espacio en vosotros para la fatiga espiritual. En los nuevos horizontes descubiertos cada día en vuestra relación con Dios, habéis prescindido de todas aquellas cosas superficiales y accesorias que pesan en la mochila de la existencia y que impiden caminar ligeros. La sed de Dios os ha alumbrado para encontrar la fuente de felicidad que buscáis. Cristo ha salido a vuestro encuentro como hizo con los discípulos de Emaús. Nuestras vidas están tatuadas en Dios. En las llagas gloriosas del Señor están nuestros nombres.

«Aquí estoy, mándame», le decís al Señor que os responde: «Desde ahora serás pescador de hombres». Pedro obedece al Señor en contra de lo que le dice su experiencia de pescador. No obstante, echa la red a donde el Señor le indica. Cuando la red vuelve llena, Pedro le dirá al Señor: «Apártate de mí que soy un pecador». Ninguna misión auténtica puede renunciar a la experiencia de la distancia entre nosotros y Dios. Sólo en este vacío de la distancia da Jesús la misión a Pedro de ser pescador de hombres, eliminando el miedo que sería un estorbo para el cumplimiento de la misión. El no temas se repite en todas las misiones, incluso en la de María que se siente ante Dios como la humilde esclava antes de proclamar que el Señor hizo en ella grandes maravillas. Solo cabe obedecer en silencio: «Ellos sacaron las barcas a tierra y dejándolo todo lo siguieron». Sin el Señor no podemos hacer nada. Fracaso nocturno, éxito en la mañana. No os agobiéis de espaldas a Dios.

El Señor conoce vuestros interrogantes. «No tengáis miedo de la vida, por favor. La vida es bella, la vida es para vivirla y para darla a los otros». Los jóvenes estáis hechos de palabras esenciales, no de eslóganes, sino de mensajes claros, sencillos e inequívocos. No os contentéis con una vida vivida en mínimos. Dios no mira tanto lo que le damos sino lo que nos dejamos para nosotros. El siglo XX y parte del XXI nos lleva a preguntarnos: ¿Qué mundo es el nuestro para que tantas y tan hermosas cualidades se pierdan en él? No os sintáis náufragos arrojados en una isla desconocida. El torrente de vida divina nos arrastra al océano de la verdad y del bien. No hemos sido creados para esperar a solas en un rincón. El futuro no es una amenaza sino la posibilidad de dar espacio a Dios y no a nuestras certezas.

Europa con tantas heridas os necesita llenos de esperanza. Estos días subiréis al Monte del Gozo: desde él se ven «las torres de la esperanza» que han de guiar vuestros pasos. Caminad llevando la bandera de la paz y de una convivencia serena donde la verdad sea verdad y se respire el aire de la sinceridad, donde la solidaridad sea la moneda corriente, donde todos hombres y mujeres, de cualquier raza o condición, sean considerados igualmente hijos de Dios, construyendo una Europa acogedora y solidaria. Poneos en marcha hacia un mundo más joven, y renovad el compromiso de vuestro servicio humilde, sencillo, callado que, como el grano de trigo enterrado en el surco, da fruto abundante. «Apóstol Santiago, testimonio fiel y valiente de Cristo, danos la ilusión y la alegría de la fe en su seguimiento. En este nuestro tiempo en que soportamos el peso de la soledad agobiante, nos sentimos heridos por un bienestar no compartido, y padecemos la confusión de la desorientación ética y moral, ayúdanos a mantenernos firmes e inconmovibles en la fe, y a encarnarla en nuestra vida con la misma fortaleza con que tú la viviste y la confesaste con tu sangre». «Joven, levántate y se testigo, el apóstol Santiago te espera».

Queridos y queridas jóvenes, sois precisamente vosotros «quienes podéis ayudar a la Iglesia a mantenerse joven, a no caer en la corrupción, a no enorgullecerse, a no convertirse en secta, a ser más pobre y testimonial, a estar cerca de los últimos y descartados, a luchar por la justicia, a dejarse interpelar con humildad» (CV 37). Aportad a la iglesia la belleza de vuestra juventud. La Iglesia necesita vuestro entusiasmo, vuestra fe. Cuan lleguéis donde nosotros todavía no hemos llegado, tened paciencia para esperarnos. Santa María, Virgen Peregrina, acógenos bajo tu amparo y haz que siempre nos apoyemos en la columna firme y segura de la fe que entregaste al Apóstol Santiago. Eultreia (¡adelante!), Esuseia (¡arriba!). ¡Bienvenidos!
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