¿Qué libertad buscábamos durante las vacaciones?
Todos deseamos ser libres y damos rienda suelta a las imágenes que de ella nos hacemos. Adrien Candiard, una de las grandes voces espirituales de hoy, relata este drama en su iluminador ensayo La libertad cristiana , de la Editorial Encuentro
«Los afectos no son siempre liberadores. Nuestra memoria familiar está repleta de padres con amor sofocante, suegras invasoras, amigos tan presentes que no nos dejan ni respirar. No basta con querer el bien de la gente para hacerles el bien. Hay besos que asfixian». GTRES
«Hay maneras de amar que son manera de devorar. Servirme de la persona a quien digo amar es una de las muchas maneras que se pueden tener de consumir a alguien. Promoción social, necesidad permanente de seguridad narcisista, vivir por encargo. El catálogo es infinito. A veces puedo cegarme hasta el punto de creer que esta manera de comportarse se llama amor». GTRES
«El sentimiento amoroso, bien lo sabemos, es un pequeño bohemio que va y viene llevado por su capricho: el ‘te amo’ pronunciado ayer con perfecta sinceridad, mañana puede perder toda su autenticidad. También están los modelos que se quieren imitar, los valores que entendemos encarnar, los marcos de vida en los que queremos creer. Y también las heridas que llevamos mucho tiempo con nosotros, las imágenes que nos obsesionan, las palabras que nos perturban. Los miedos, la angustia de no estar a la altura». GTRES
«Alguien me dice que no sabe cómo hacer con los demás: trata de ser servicial, de llamar a los enfermos, sostener a los deprimidos, estar disponible. Pero, se pregunta, ¿hasta dónde llegar para guardar también un tiempo para él?, ¿dónde poner el límite?, ¿en qué momento podrá estimar que ya hizo lo suficiente por los otros y que puede, con absoluta tranquilidad de conciencia, ocuparse de sí mismo? (…) ¿No quería acaso lo que queremos todos, que alguien sepa que existimos con un saber práctico que rompa la soledad?» GTRES
«Pero en el pequeño juego de la deuda y del deber, no podemos olvidar que hay alguien a quien le debemos todo. Dios nos ha sacado de la nada y nos ha dado la vida, el mundo, nuestro prójimo, todo lo que tenemos. No hay nada que no provenga de él. Dar a Dios lo que le corresponde en justicia, es abandonar todo en él. Nuestros diezmos y sacrificios están siempre muy por debajo de la cuenta». GTRES
«Pero Dios no nos ha creado para que seamos sus eternos deudores, siempre en deuda, siempre sometidos, trabajando como esclavos para intentar devolver lo imposible, de compensar el don de la existencia. Así, pues, anula esta deuda aplastante. Decide que ya no le debemos nada más. Quizá entonces podamos comenzar a amarlo». GTRES