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Gustavo Riveiro

El párroco de Paiporta, una de las localidades valencianas arrasadas por la danaDaniel Vara

Entrevista a Gustavo Riveiro, párroco de Paiporta

«El cristo de Paiporta quedará embarrado, porque habla más embarrado que limpio»

La imagen yacente de Jesucristo cubierta de fango tras la dana de Valencia dio la vuelta al mundo. Este sacerdote argentino fue quien sacó la instantánea

Paiporta no era un pueblo especialmente conocido fuera de Valencia. No, al menos, hasta el pasado 29 de octubre. Ese día, el municipio recibió, a través del barranco del Poyo, toda la lluvia caída en la tarde de ese martes: entre 490 l/m² y más de 630 l/m². En tan solo cinco minutos, el agua alcanzó el metro y medio de altura. Las consecuencias son de sobra conocidas: casas arrasadas, coches arrumbados unos encima de los otros, locales anegados. Y muertos, muchos muertos. «La situación es apocalíptica», llegó a afirmar su alcaldesa, Maribel Albalat.

La parroquia de San Jorge Mártir, ubicada en el centro de Paiporta, también sufrió la furia de los elementos. Su párroco, el argentino Gustavo Riveiro, llegó a España en 2017 para hacer un curso de formación. Lo que iba a ser una estancia corta se prolongó, y ya lleva aquí siete años, en los que se ha mezclado con los paiportinos, haciéndose querer por su franqueza, su sentido del humor y su cercanía.

— ¿Dónde estaba usted aquel día?

— Bueno, esa tarde, como todos los martes, teníamos adoración. Yo estaba en la sacristía con un matrimonio y llegó una señora para decirnos que había una tromba de agua. Hacía 20 días que no llovía en Paiporta, ¡pero quién podía suponer una inundación! Entonces, bueno, yo sinceramente pensé mal de la señora porque, ¡decirme que viene una inundación! Cuando fui a mirar a la plaza de la iglesia —porque otra señora más vino a decirme lo del agua, entonces dije: Dos personas que estén mal no será—, había tres centímetros de agua.

Entonces volví a la iglesia, les di la bendición y les pedí a todos que se fueran rápido a casa. Hasta alguna feligresa me discutía y me decía que no, que se quería quedar a la misa. Y yo digo: Es que no habrá misa, vete a tu casa. Escúchame: ¡vas a ver el rostro de Dios antes de tiempo si no te vas a tu casa!

La parroquia de San Jorge, anegada y cubierta de fango

La parroquia de San Jorge, anegada y cubierta de fangoGustavo Riveiro

Incluso alguna me decía: Vamos a poner unos trapitos en la puerta, que no entre agua... Porque claro, la iglesia, como todas estas iglesias antiguas, es más baja que la calle. Entonces se armó, se montó una piscina de barro y y fango.

— ¿De cuánto tiempo estamos hablando?

— Mire, yo llegué a mi casa, que queda a 50 metros de la iglesia, y diez minutos después ya teníamos agua por arriba de los tobillos. Y llegó David, el otro sacerdote que está adscrito a la parroquia, y nos pusimos a mirar desde el primer piso, y veíamos desde la ventana cómo crecía minuto a minuto. Yo empecé a preocuparme. Miraba la escalera porque, por los escalones, podía ir calculando. Era una situación alarmante.

EL párroco de Paiporta durante su visita a El Debate

EL párroco de Paiporta durante su visita a El DebateDaniel Vara

— Y en la iglesia, ¿hasta qué nivel llegó el agua?

— Un poco más de dos metros. ¡Si la habíamos terminado de restaurar hace un año y medio! Ahí se dio algo muy lindo, la primera vez que me pasa en casi 39 años de cura: encontrarme con un montón de profesionales jóvenes o que están jubilados y que armaron un grupo de voluntariado. Diseñadores de muebles, ilustradores, ebanistas... Un montón de gente que trabajaba en la antigua industria del mueble fino español y que es la que abarca toda esa zona de los pueblos afectados. Ellos pintaron decorativamente toda la iglesia, que es una maravilla. Ahora, de dos metros para abajo, tocará rehacerlo.

— ¿Cuándo se dio cuenta usted de la magnitud del drama a nivel humano, de la pérdida de vidas, de desaparecidos?

— Al día siguiente. Como le pasó a tanta gente, pensamos que era solamente un paso de agua. Claro, estando en un primer piso, tú no te das cuenta de la magnitud, aunque veía que el problema era muy grande, porque las persianas de los comercios las arrancaba el agua como si fueran de papel.

En la residencia de los ancianos, que está como 400 metros fuera de la población, en medio del campo, tuvieron casi dos metros de agua. Hay 115 ancianos y era la hora de la cena. Estaban en la planta baja. Entonces, los ascensores se bloquearon. Tuvieron que llevarlos a todos como pudieron al piso de arriba. Y seis quedaron sin poder ser rescatados. Seis murieron allí. Pero para que ahí, en medio del campo, tengas dos metros de agua, quiere decir que es muy grande.

«Las persianas de los comercios las arrancaba el agua como si fueran de papel»

— Cuéntenos la historia del Cristo de su parroquia, el «Cristo del barro», porque ha sido una de las fotos más icónicas de esta dana y ha dado la vuelta al mundo.

— Bueno, lo rescatamos al otro día, cuando pudimos. La iglesia era un amasijo de maderas de bancos rotos, de todos los muebles posibles, flotando uno arriba del otro; de santos caídos en el agua. Empezamos a rescatar las cosas más preciosas, o sea, una imagen de la Virgen, que es una talla de madera antigua de la Inmaculada muy bonita, que perdió un ángel. Rescatar la imagen de San José, una imagen de tamaño natural, muy bonita y restaurada hacía un año y pico y totalmente devastada. Bueno, rescatamos lo que nos parecía más precioso en ese momento. Los bancos podían esperar, y así empezamos a recuperar cálices. Todos los ornamentos habían sido cubiertos de barro. El armario de los ornamentos era simplemente un montón de barro. Se entreveían las telas colgando.

El cristo de la iglesia de San Jorge, en Paiporta

El cristo de la iglesia de San Jorge, en Paiporta: una imagen que dio la vuelta al mundoGustavo Riveiro

De hecho, en la fiesta de Todos los Santos, no teníamos un lugar donde celebrar. No había un metro cuadrado donde no hubiera medio metro de barro. Pero ese día lo celebramos distinto, porque nos invadieron una cantidad maravillosa de jóvenes que, con palas y escobas, venían desde Valencia caminando y de otros pueblos vecinos. Y fueron miles. Eran incontables, porque estaban uno al lado del otro. Caminaban seis, siete kilómetros para llegar. Trabajaban todo el día y, exhaustos, regresaban a casa. Y el Cristo yacente lo rescataron. Lo tuvieron que desenterrar porque había quedado bajo el barro y bajo el agua.

Cuando lo llevaban para protegerlo, saqué esa foto y la colgué en las redes. Me pareció algo muy impresionante, muy icónico, que nos hablaba de las personas que habían muerto tapadas por el barro. Había familiares ahí, chicos jóvenes que han tenido que rescatar a su padre de en medio del barro, bajo el barro, desenterrarlo y meterlo en una bolsa de plástico. Son experiencias muy fuertes. Ese Cristo habla, te invita a la oración e invita al recuerdo. Yo creo que es como un pequeño memorial de todo el sufrimiento.

«Nos invadieron una cantidad maravillosa de jóvenes que, con palas y escobas, venían desde Valencia caminando»

— ¿Qué van a hacer ahora con el Cristo del fango? ¿Lo limpiarán, o lo dejarán como está?

— Nos han llamado unos restauradores muy, muy famosos e importantes de Sevilla y de otros lados, ofreciéndose a restaurarlo gratuitamente. Como yo estoy dejando la parroquia, porque ya el mes que viene seré párroco en La Pobla de Farnals —cosa que estaba prevista ya en el mes de julio—, hablé con Vicente, mi sucesor, que es un sacerdote joven. Y le dije: Mira, lo decides tú, que ya de hecho eres el párroco. Pero mi opinión, mi humilde opinión, es que quede embarrado. Porque este Cristo habla más embarrado que siendo un Cristo yacente, limpito, ilustrado, como hay miles en todos lados. Él es único; así es único.

Yo me acordaba además de un libro de los años 70 de Ramón Cué que se llama Mi Cristo roto. No era mi Cristo roto; este era mi Cristo embarrado. Y cuando en ese diálogo maravilloso —que, quien no lo haya leído, le recomiendo hacerlo— él le dice que lo quiere restaurar y ponerle el brazo que le falta, y ponerle el rostro que le falta, y el Cristo, en ese diálogo imaginario, le dice: ¡Hipócrita! Quieres un Cristo limpio, pero yo soy ese Cristo herido de los pobres, de los que no tienen brazo, los que no tienen rostro. Y a mí me parecía que este Cristo embarrado nos dice mucho más al corazón y a la inteligencia que una imagen reluciente.

— ¿Qué nos puede contar de la visita de los Reyes y el presidente del Gobierno a Paiporta?

— La iglesia queda a 200 metros de donde sucedieron los episodios que todos conocemos. Cuando los políticos se fueron, los Reyes se quedaron una hora y media más conversando sin ningún tipo de protección. Incluso se vio cómo cuando una muchacha se quiso acercar al Rey, uno de los custodios se lo impidió y el Rey le separó con la mano. Y, de hecho, me decían montones de personas: Yo me acerque a él, hablé con él, hablé con la Reina, ellos me abrazaron. Incluso lloré sobre el pecho de la Reina Letizia. Cuando se fueron, después de una hora y media, los aplaudían, los aplaudían y los ovacionaron.

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