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20 de mayo de 2024

El Papa Juan XXIII

El Papa Juan XXIII

Hace 65 años, Juan XXIII anunció «un Concilio ecuménico para la Iglesia universal»

El anuncio audaz de Papa Roncalli (1881-1963) abrió puertas al diálogo ecuménico, reformas doctrinales y un nuevo capítulo en las relaciones interreligiosas

El Papa Juan XXIII anunció en su discurso del 25 de enero de 1959 la convocatoria de un Concilio Ecuménico para la Iglesia universal ante un grupo de aproximadamente 20 cardenales reunidos en Consistorio en la Basílica de San Pablo Extramuros. «Pronunciamos ante vosotros, ciertamente temblando un poco de emoción, pero al mismo tiempo con humilde determinación de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración: un Sínodo Diocesano para la Urbe y un Concilio Ecuménico para la Iglesia universal», dijo.
El anuncio del Papa de 77 años de convocar un Concilio ecuménico que tuviera entre sus objetivos también el restablecimiento de la unidad con las «comunidades separadas», como se decía entonces, suscitó muchas esperanzas, pero también malentendidos y hasta una fría respuesta.
Roncalli destacó la importancia de esta iniciativa como respuesta a los desafíos y necesidades de la Iglesia en ese momento histórico. Expresó su deseo de abordar cuestiones doctrinales y disciplinarias, y mencionó la intención de actualizar el Código de Derecho Canónico como parte de este proceso.
Además, instó a la unidad y colaboración de la comunidad católica en este esfuerzo. El anuncio del Concilio Vaticano II representó un hito significativo en la historia de la Iglesia católica, dando lugar a importantes reformas y cambios en la relación de la Iglesia con el mundo moderno.

Una visión de conflicto

Es relevante señalar que esta visión entraba en conflicto con las fuerzas de los bloques ideológicos polarizados de la época: el atlántico-capitalista y el soviético-comunista. La ocasión, de hecho, surgió a raíz de la decisión del Papa y de los cardenales presentes en Roma de participar en una oración pública por los cristianos chinos (semana de oración por la unidad).
También se trató de un anuncio significativo en el marco de los primeros cien días del pontificado (28 de octubre de 1958-25 de enero de 1959). El colegio cardenalicio no estaba muy convencido de la decisión del Papa, que se jugaba su reputación y credibilidad. Durante la misa se escucharon volar las moscas del silencio y la perplejidad, según los testimonios de la época. Era un anuncio tan revolucionario que sorprendió a la opinión pública, como cuentan fuentes historiográficas.
Esto queda de manifiesto en el texto: «Unidad de los cristianos: deber y esperanza», editado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 2010), en el cual se recuerda el nacimiento, hace 65 años, de lo que entonces se llamó el Secretariado para la Unidad de los Cristianos.

Juan XXIII, un pionero

Este anuncio generó expectativas y preguntas sobre la naturaleza del Concilio y su relación con otras iglesias no católicas. La falta de un organismo en la Iglesia católica dedicado a las relaciones ecuménicas complicó la comprensión de las intenciones de Juan XXIII. En ese momento, la Congregación para la Doctrina de la Fe supervisaba las actividades ecuménicas, interpretándolas principalmente como una amenaza para la doctrina católica.
El 16 de mayo de 1959, el Papa constituye una comisión preparatoria del Concilio, abonando la consulta de todos los obispos. Es un tiempo de nuevas aperturas al mundo judío, los anglicanos, los cristianos de ala de la reforma y, ya al final de 1958, ya el patriarca de Constantinopla Atenágoras retoma contactos con Roma.
El incidente de Rodas en 1959, que llevó al cancelamiento de encuentros ecuménicos programados, destacó la necesidad de un organismo oficial. El arzobispo Lorenz Jäger propuso la creación de una Comisión pro motione oecumenica, y monseñor Johannes Willebrands estableció la Conferencia Católica para Cuestiones Ecuménicas en 1952, aunque sin aprobación oficial de Roma.
En 1960, el cardenal Agostino Bea propuso al Papa la creación de un Secretariado para promover la unidad de los cristianos. La propuesta fue rápidamente aceptada, y el Secretariado ad unitatem Christianorum fovendam fue instituido mediante un motu proprio el 5 de junio de 1960. El Papa designó al cardenal Bea como presidente del Secretariado.
A pesar de cierta sorpresa por la elección de Bea, su experiencia académica y contactos ecuménicos lo prepararon para el papel. El secretariado, creado para fomentar la unidad entre las confesiones cristianas, fue esencial para clarificar las intenciones del Concilio y abordar las cuestiones ecuménicas.

Erradicando términos ofensivos y abriendo nuevos capítulos

Este episodio marcó un hito importante en la búsqueda de la unidad cristiana y la adaptación de la Iglesia católica a la realidad ecuménica e interreligiosa moderna.
En el ámbito del diálogo interreligioso, en 1959, Juan XXIII realizó gestos de acercamiento a la comunidad judía. Durante la Semana Santa de ese año, Roncalli suprimió el uso de la expresión «pérfidos» aplicada a los judíos en las intercesiones del Viernes Santo.
Al año siguiente, protagonizó un hito al recibir al representante judío Jules Isaac. El 25 de julio, el Vaticano publicó una nueva versión del breviario y del misal romano, eliminando de manera definitiva la frase pro perfidis Iudaeis. Así se abrió un canal para las relaciones entre la Iglesia y los judíos.

Una mano a ortodoxos y anglicanos

El 2 de diciembre, el Papa recibe la visita del primate de la comunión anglicana, Geoffrey Francis Fischer, arzobispo de Canterbury. De esta manera, también se abre una nueva etapa, sin hostilidad en las relaciones.
Es decir, el Papa que anuncia el Concilio Ecuménico no solo es sensible a la realidad de diálogo y de paz de su tiempo, sino que comienza a tener gestos concretos y abrir canales y relaciones no solo con los ortodoxos de Oriente, sino también hacia el mundo cristiano, nacido e influenciado por la Reforma protestante.
Por tanto, el anuncio del Concilio Ecuménico por parte del Papa Juan XXIII en 1959 fue un acontecimiento de gran importancia en la historia de la Iglesia católica. Fueron años de intensa preparación. El 8 de diciembre de 1965 marcó el cierre del Concilio Vaticano II, ya con el Papa san Pablo VI, quien fue elegido como Sucesor de Pedro el 21 de junio de 1963, sucediendo a san Juan XXIII, quien falleció el 3 de junio de ese mismo año.
El Concilio Vaticano II contó con la participación de alrededor de 2.860 obispos de todo el mundo. Durante sus cuatro sesiones, se llevaron a cabo discusiones y decisiones que tuvieron un impacto significativo en la doctrina, la liturgia y la relación de la Iglesia con el mundo contemporáneo. Además, abrió nuevas perspectivas para el diálogo interreligioso y ecuménico, crucial para los cambios del siglo XX.
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