Retrato de la Virgen María en un cuadro del malagueño Raúl Berzosa
El Vaticano frena el uso de títulos marianos como «corredentora» o «mediadora de todas las gracias»
El dicasterio para la Doctrina de la Fe ha presentado este martes un documento que entra de lleno en el debate teológico sobre el papel de la Virgen María en la obra de la salvación
este martes, 4 de noviembre, ha sido presentado en una rueda de prensa fuera del Vaticano el documento Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación, un texto teológico que aborda el papel de la Virgen María dentro de la obra de la salvación, cuestión que ha generado debates en los últimos tiempos.
De este modo, el documento pretende ofrecer criterios para distinguir cuándo ciertas expresiones reflejan una auténtica devoción mariana, fiel al Evangelio, y cuándo por el contrario «deben ser evitadas porque no favorecen una contemplación adecuada de la armonía del mensaje cristiano en su conjunto».
El documento recuerda que María es la «Madre del Pueblo fiel» y el ejemplo más perfecto de la gracia, pero advierte que el uso de títulos como «Corredentora» y «Mediadora de todas las gracias» puede resultar problemático, al correr el riesgo de «oscurecer la única mediación salvífica de Cristo». Por ello, su figura debe ser comprendida desde la perspectiva de una maternidad espiritual y una intercesión maternal subordinada al Señor.
Sin intermediarios en el encuentro personal con Dios
La cooperación de María, afirma el documento, «participa» de la mediación de Cristo y depende totalmente de Su poder salvador. El texto expone que Cristo es el único Mediador, recordando que «Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos» (1 Tm 2,5-6).
Su obra redentora es descrita como «perfecta» y «sobreabundante e infinita», de modo que ni la Iglesia ni María pueden añadir nada a la salvación realizada por el Hijo de Dios. Solo Cristo es el principio de toda gracia y la Trinidad actúa con «absoluta inmediatez» en la vida del creyente, sin intermediarios que condicionen ese encuentro personal con Dios.
El Vaticano argumenta esta decisión desde diferentes perspectivas. Señala, por ejemplo, que cuando una expresión «requiere muchas y constantes explicaciones para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente».
La cooperación de María, especifica el documento, no compite con la mediación de Cristo, sino que participa de ella. Su capacidad de cooperar se fundamenta en que fue la primera redimida por Cristo y transformada por el Espíritu Santo, brillando en su «confiada disponibilidad para dejarse invadir por el Espíritu».
Su intervención se manifiesta en forma maternal, ejerciendo una intercesión que la convierte en «abogada de gracia», pidiendo a Cristo por las necesidades de los hombres. Esta cooperación, calificada como dispositiva, ayuda a los fieles a disponerse para la acción de la gracia que únicamente el Señor puede otorgar.
Su enseñanza constante se resume en la invitación del Evangelio: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Su unión con Cristo es única, desde la Encarnación hasta la Cruz y Resurrección, pero siempre «subordinada». El culto mariano debe conducir directamente al Señor, para que al honrar a la Madre, «el Hijo sea debidamente conocido, amado y glorificado».
Frente a quienes se han mostrado contrarios al pontificado de Francisco y en general a la enseñanza de la Iglesia, y que en las últimas décadas han puesto un énfasis exagerado en las apariciones marianas —algunas sin aprobación del Vaticano— con un marcado carácter apocalíptico, se ha producido una tendencia a separar la figura de la Virgen María de la devoción popular de la Iglesia católica.
El documento, al afirmar que «el ejercicio de su maternidad se encuentra en la comunión eclesial y no fuera de ella; conduce a la Iglesia y la acompaña. La Iglesia aprende de María la propia maternidad», subraya la importancia de situar a María en su justo lugar dentro de la fe y la vida eclesial, mostrando que su verdadera maternidad se realiza en comunión con la Iglesia y no al margen de ella.
La opinión de diversos Papas
El texto también explica las razones por las cuales el Concilio Vaticano II evitó utilizar el título de Corredentora. Desde el punto de vista dogmático, «todo procede de Cristo» y la fórmula «Corredentora» podría «ensombrecer ese origen». Pastoralmente, puede causar confusión y «desequilibrio en la armonía de verdades» de la fe. Además, se considera que el término está demasiado alejado del lenguaje bíblico y patrístico, lo que alimenta interpretaciones erróneas sobre el papel único del Redentor.
Por motivos similares, se requiere una «especial prudencia en la aplicación de esta expresión, Mediadora, a María», ya que podría dar a entender una dependencia necesaria de María para que la gracia llegue a los fieles, comprometiendo así el «encuentro íntimo, directo e inmediato» entre Cristo y cada creyente.
La nota del dicasterio recoge también la postura del Magisterio reciente al respecto. Algunos Papas del pasado emplearon este título sin desarrollarlo, vinculándolo especialmente a la maternidad divina o a la unión de María con Cristo en la Cruz. En 1996, el cardenal Joseph Ratzinger señaló ante la solicitud de la definición de un dogma sobre María como Corredentora que «el significado preciso de los títulos no es claro y la doctrina en ellos contenida no está madura», una negativa que confirmó en 2002 cuando afirmó que «la fórmula Corredentora se aleja demasiado del lenguaje de las Escrituras y de la patrística y, por tanto, provoca malentendidos».
En aquel entonces, aunque Ratzinger no negaba que hubiese buenas intenciones y aspectos valiosos en la propuesta de uso de este título, explicó que «Corredentora» es un «vocablo erróneo» porque «ensombrecería ese origen» según el cual «Todo procede de Él [Cristo]». San Juan Pablo II, no obstante, lo utilizó en siete ocasiones en referencia al valor salvífico del sufrimiento ofrecido con Cristo, al cual María se une en la Cruz.
Por su parte, el Papa Francisco mostró una posición claramente contraria al título de Corredentora. Recordó que María «jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo» y que «jamás se presentó como co-redentora», pues la Redención «ha sido perfecta y no necesita añadido alguno». El Pontífice argentino insistió en el hecho de que «el Redentor es uno solo y este título no se duplica», asegurando además que «no hay co-redentores con Cristo».
El documento concluye afirmando que evitar la expresión «Corredentora» significa reconocer adecuadamente el papel verdadero de María como la «esclava del Señor» (Lc 1,38), orientado siempre a Cristo. Ella es la «primera y la más perfecta discípula» y actúa como Madre del Pueblo fiel, intercediendo y disponiendo los corazones para acoger la única y definitiva salvación obrada por Jesucristo.