Piscina pública
Salud
¿Cómo de higiénicas son realmente las piscinas públicas?
Aunque el cloro puede evitar la mayoría de las infecciones, todavía existen riesgos
En verano, las piscinas públicas se convierten en una opción popular para refrescarse, sobre todo, para aquellos que echan en falta una en sus hogares. Sin embargo, muchos bañistas desconocen que este tipo de instalaciones pueden ser un lugar de propagación de enfermedades infecciosas.
Tal como recoge la BBC, en Inglaterra y Gales, por ejemplo, las piscinas son uno de los entornos más comunes de brotes de este tipo y el culpable de ello tiene un nombre: Cryptosporidium. Se trata de un parásito resistente al cloro y difícil de eliminar que puede causar una infección estomacal que dura hasta dos semanas.
Los síntomas incluyen diarrea, vómitos, dolor abdominal y, en el 40 % de los casos, una recaída tras una aparente recuperación. En personas sanas, suele remitir por sí sola, pero puede ser un riesgo mayor para niños, mayores y quienes tienen el sistema inmunitario debilitado.
Ante esta situación, la profesora adjunta del Grupo de Salud Ambiental de la Escuela de Medicina Tropical de Londres, Jackie Knee, explica que el contagio suele producirse cuando una persona infectada sufre un «accidente fecal» en la piscina, o bien cuando se traga sin querer pequeñas cantidades de agua contaminada con restos.
En el año 2017 se llevó a cabo un estudio en Ohio donde revelaron que durante una hora de baño, los adultos ingerían de media 21 mililitros de agua de piscina, mientras que los niños tragaban unos 49 mililitros. Y en ese mismo estudio, se detectó la presencia del parásito en el 20 % de las muestras de agua tomadas en seis piscinas públicas a lo largo del verano.
Otras amenazas
No es el único riesgo. Según Stuart Khan, director de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universidad de Sídney, también pueden encontrarse bacterias como Staphylococcus, que infectan en la piel. Otro problema común es la otitis externa, que se produce cuando el agua permanece atrapada en el canal auditivo. Esta no se transmite entre personas, pero es muy molesta.
También advierte de otras infecciones que son más peculiares, pero potencialmente graves, como las causadas por Acanthamoeba, un grupo de parásitos que pueden provocar infecciones oculares graves e incluso ceguera. Y otra, pero menos frecuente, es la legionela que puede inhalarse en forma de aerosoles y derivar en una neumonía conocida como enfermedad del legionario.
Otra amenaza, que quizá te sorprenda, es que el olor a cloro que percibes al salir del vestuario y al entrar en la piscina no es, técnicamente, olor a cloro. «Este olor se produce cuando el cloro reacciona con otras sustancias, en particular el amoníaco, presente en el agua y proveniente de la orina y el sudor», detalla Khan.
Este amoniaco reacciona con el cloro y forma la cloramina, que es la causa del olor y un grupo de investigadores sugieren que las personas expuestas continuamente a ella, como los socorristas o los profesores de natación, podrían tener un mayor riesgo de desarrollar asma.
Volviendo al caso del Cryptosporidium, «es extremadamente tolerante al cloro», explica Knee. A diferencia de otros patógenos que mueren en cuestión de minutos, este parásito puede sobrevivir más de una semana en agua clorada. Esto se debe a que cuenta con esporas resistentes, una especie de escudo que lo protege de los desinfectantes convencionales
¿Cómo minimizar el riesgo de infección?
Una de las maneras para evitar infecciones en las piscinas incluye evitar tragar agua, ya que aquellos patógenos que causan diarrea se transmiten al ingerir agua contaminada con heces. Pero, Knee añade que es importante alertar rápidamente a los operadores de piscinas sobre eventos de contaminación y salir de la piscina inmediatamente.