A medida que crece la edad disminuye el nivel

El constante zumbido en el aula puede generar fatiga y estrésFreepick

La importancia del silencio en el proceso de aprendizaje

El constante zumbido puede generar fatiga y estrés

En el día a día de un colegio, el ruido está por todas partes, es como un compañero que nunca se va: risas, charlas, gritos, el arrastre de una silla. A menudo lo pasamos por alto, parece inofensivo, pero ese ruido constante puede alterar la manera en la que los estudiantes aprenden, ya que afecta a la concentración, al aprendizaje y hasta cómo se sienten en su día a día.

El ruido en las aulas viene de muchos lados, algunos inevitables y otros que podríamos controlar mejor. Pensemos en esas charlas entre compañeros, en las risas y susurros que llenan el aula. Si bien son parte de la vida escolar y muestran la cercanía entre compañeros, también pueden convertirse en una distracción que hace difícil concentrarse. Además, el propio acto de enseñar genera ruido: la voz del profesor, el movimiento de carpetas y el sonido de las sillas se suman a este murmullo constante y cotidiano. Y no olvidemos que el ruido de afuera (el tráfico, obras en la calle, el bullicio del patio o el gimnasio) se cuela en el aula, especialmente cuando la edificación no ayuda a mantenerlo a raya.

Este caos sonoro, que a veces pasa desapercibido, no es solamente molesto, sino que puede tener consecuencias reales: es complicado concentrarse, se dificultan las explicaciones ya que es complicado escuchar al profesor o al compañero y, con el tiempo, el constante zumbido puede generar fatiga y estrés. Los resultados académicos pueden verse afectados, ya que un ambiente ruidoso no permite que los estudiantes alcancen su máximo potencial.

Cómo minimizar el ruido

La buena noticia es que hay formas sencillas de marcar la diferencia. Mejorar la acústica de las aulas con materiales absorbentes del sonido como alfombras, cortinas o paneles, puede reducir notablemente el eco. Asimismo, fomentar una cultura de respeto y atención, donde se hable respetando el turno de palabra y se valore el silencio como parte del aprendizaje, puede transformar el ambiente. Incluso pequeños cambios en la organización del aula, como una mejor distribución de los pupitres, pueden ayudar a disminuir las distracciones. Y no olvidemos el apoyo de la tecnología, que con micrófonos o dispositivos de cancelación de ruido puede marcar la diferencia en aulas más grandes.

Se trata de crear un espacio donde cada estudiante pueda concentrarse, aprender y sentirse bien. Al trabajar juntos, profesores, alumnos y toda la comunidad escolar, podemos transformar ese murmullo constante en un silencio que enriquezca el aprendizaje.

  • María Luisa Sánchez Rodríguez, profesora del Grado en Óptica y Optometría de la Universidad CEU San Pablo
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