
El párkinson afecta a unos 4 millones de personas en todo el mundo
Los científicos identifican el daño neuronal en las cinco etapas clínicas del Parkinson
Los investigadores visualizan la posibilidad de avances en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad
Se estima que aproximadamente 4 millones de personas en todo el mundo padecen la enfermedad de Parkinson. Se trata de una enfermedad neurológica progresiva que afecta a determinadas estructuras del cerebro, especialmente las relacionadas con el movimiento. La progresión de la enfermedad es variable y diferente de un paciente a otro, y puede tardar hasta 20 años en pasar por todas las etapas.
A partir de un estudio que analizó imágenes cerebrales de más de 2.500 personas con enfermedad de Parkinson en 20 países diferentes, los científicos pudieron identificar patrones de neurodegeneración y crear métricas para cada una de las cinco etapas clínicas de la enfermedad.
El trabajo, publicado en NPJ Parkinson's Disease, supone un gran avance en el conocimiento de la enfermedad. El análisis y el volumen de datos obtenidos en el estudio podrían suponer importantes avances, no solo en términos de avances diagnósticos, sino también en cuanto a permitir probar y monitorizar nuevos tratamientos como nunca antes.
Fases de la enfermedad
En la fase inicial, los primeros signos son temblores, rigidez muscular y lentitud de movimientos en un solo lado del cuerpo. Luego, los síntomas se vuelven bilaterales. En la etapa final, el paciente depende de una silla de ruedas para desplazarse, ya que la rigidez en las piernas le impide caminar.
«El diagnóstico clínico, apoyado por algunos exámenes complementarios, está bien establecido desde hace muchos años. Sin embargo, por primera vez, fue posible relacionar el grado de progresión de la enfermedad —las cinco etapas de los síntomas clínicos— con alteraciones cuantitativas en las imágenes cerebrales», explica Fernando Cendes, investigador sénior del Instituto Brasileño de Investigaciones en Neurociencia y Neurotecnología.
Cendes explica que en la enfermedad de Parkinson se producen cambios en la estructura cerebral de los llamados ganglios basales, zonas del cerebro asociadas con el movimiento automático. Sin embargo, el estudio demostró la existencia de cambios progresivos en otras áreas corticales que hasta ahora estaban menos implicadas en la enfermedad.
«Observamos que a medida que avanzaba la enfermedad, había un mayor grado de atrofia o hipertrofia no solo en las estructuras relacionadas con el movimiento, sino también en otras áreas corticales. Y son estas combinaciones de atrofia e hipertrofia las que están relacionadas con la etapa de la enfermedad», explica.
Cambios en el tálamo y las amígdalas
«Pero no es todo lo que observamos, algunas de estas estructuras también tenían diferencias de forma. Habían cambiado su configuración espacial. Algunas regiones del tálamo, una estructura cuya función es transmitir información de los sentidos a la corteza cerebral, se habían vuelto más gruesas. Otras regiones, como las amígdalas, que desempeñan un papel en la regulación del comportamiento social y las emociones, se habían atrofiado», señala.
El investigador explica que estos cambios no se pueden ver a simple vista: «Son medidas submilimétricas. Sin embargo, con programas y el uso de inteligencia artificial es posible identificar patrones y, en el futuro, monitorear estos cambios», afirma.
Impulso a nuevos tratamientos
Actualmente, la enfermedad de Parkinson no tiene cura y solo se trata la falta de dopamina, un neurotransmisor que las neuronas de los pacientes de Parkinson dejan de producir y cuya ausencia desencadena todos los cambios y síntomas cerebrales.
Sin embargo, con el tiempo, la enfermedad no se limita a los ganglios basales sino que también afecta otras áreas del cerebro y los pacientes tienden a experimentar otros síntomas no motores como depresión, ansiedad, trastornos del sueño y cambios cognitivos como pérdida de memoria y, finalmente, demencia.
«Los resultados de este trabajo aportan nuevas vías de seguimiento de los tratamientos que puedan desarrollarse en el futuro. El objetivo principal en relación a la enfermedad ha sido encontrar un tratamiento que detenga el proceso neurodegenerativo o al menos reduzca la velocidad de su progresión. Y estas medidas que hemos identificado son fundamentales para evaluar futuras terapias, para asegurarnos de que están funcionando de forma global, no solo en las áreas cerebrales asociadas al movimiento, sino también en el resto de áreas que sufren alteraciones», apunta.