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Proyecto Hombre alerta de la habitual relación entre los trastornos mentales y las adicciones

Las sustancias principales por la que las personas acudieron a tratamiento en 2024 fueron la cocaína (en el 41,6 % de los casos) y alcohol (36,1 %)

La Asociación Proyecto Hombre ha presentado su Informe 2024, en el que se aborda de forma central la salud mental de las personas con adicciones, subrayando la estrecha relación entre los trastornos mentales y el consumo de sustancias. El documento sostiene que «convivir con una adicción y un trastorno de salud mental no es una excepción, sino una realidad frecuente y profundamente interrelacionada», y revela que más de la mitad de las personas atendidas por la organización presentan algún tipo de patología mental.

Según los datos recopilados por el Observatorio Proyecto Hombre, tres de cada cuatro pacientes tratados en sus centros sufren ansiedad severa, seis de cada 10 padecen depresión y cerca del 50 % han tenido ideaciones suicidas. Esta coexistencia de problemas genera, según el informe, «mayor sufrimiento psicológico, menor adherencia a los tratamientos, peores indicadores de salud general, y un elevado riesgo de exclusión social y precariedad laboral».

En cuanto a las sustancias más consumidas, el estudio muestra que la cocaína fue el principal motivo de ingreso en tratamiento en 2024, representando el 41,6 % de los casos, seguida del alcohol, con un 36,1 %. El cannabis, aunque en menor proporción (7,1 %), aparece como tercera sustancia de entrada, si bien el policonsumo asociado a esta droga es una práctica común, según advirtió Vicente García, miembro de la comisión de evaluación.

La edad media de las personas que buscan ayuda ha experimentado un aumento progresivo: de los 36 años en 2013 se ha pasado a casi 40 en la actualidad. El grupo de mayores de 50 años representa ya el 18,5 %, y está compuesto principalmente por hombres casados, con empleo y con un prolongado historial de consumo de alcohol. García subraya que el carácter legal y la aceptación social del alcohol contribuyen a retrasar tanto el reconocimiento del problema como la búsqueda de ayuda: «Al ser legal y socialmente aceptada, retrasa la percepción del problema y, por tanto, la búsqueda de tratamiento».

El inicio del consumo se da habitualmente entre los 15 y los 16 años en el caso del alcohol y el cannabis. En cambio, el consumo problemático de cocaína comienza generalmente a partir de los 20 años. El tiempo transcurrido entre el comienzo del consumo y el acceso a tratamiento varía según la sustancia: mientras que en el caso del alcohol el periodo medio ronda los 19 años, para la cocaína se sitúa entre los 12 y los 14 años.

Aunque los hombres siguen siendo mayoría entre los usuarios, el porcentaje de mujeres ingresadas ha alcanzado el 19 %. En su caso, la vulnerabilidad está marcada por factores como la carga de los hijos, que afecta al 13,9 % de las mujeres frente al 1,7 % de los hombres, y por experiencias de abusos físicos o emocionales.

Jesús Mullor, director del Observatorio Proyecto Hombre, remarcó la necesidad de integrar en los programas de tratamiento evaluaciones exhaustivas que permitan una detección precoz de los problemas de salud mental. Asimismo, propuso evitar la exposición de las personas a entornos de alto consumo, fomentar la colaboración con el sistema judicial y reforzar las intervenciones sociofamiliares.

Mullor destacó también la urgencia de desarrollar campañas de sensibilización con perspectiva de género, implementar programas específicos para mujeres y facilitar su acceso al tratamiento. Advirtió, además, sobre la evolución de los patrones de consumo: «La asociación nació como respuesta a la epidemia de la heroína, pero ahora ha detectado una cambio en las sustancias consumidas y alerta especialmente de la peligrosidad del alcohol y el cannabis».

Por su parte, Elena Presencio, directora general de Proyecto Hombre, insistió en la necesidad de diseñar planes personalizados basados en expectativas realistas. «Es importante que conozcan su trastorno mental para que sean conscientes y puedan gestionar mejor las situaciones que se van a dar», afirmó. Presencio abogó por evitar diagnósticos fragmentados, ya que estos «causan sufrimiento y confusión en los afectados y sus familias». Finalmente, defendió la formación de equipos interdisciplinares compuestos por psicólogos, médicos, educadores, psiquiatras y trabajadores sociales, y subrayó la importancia de involucrar a la familia y al entorno social del paciente como apoyo esencial en el proceso de recuperación y prevención de recaídas.

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