Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares
Una molécula en el intestino se asocia al desarrollo de aterosclerosis, que causa infartos e ictus
Este avance supone una ventaja diagnóstica respecto a las pruebas actuales, que dependen de tecnologías de imagen costosas y complejas que no están contempladas en las prestaciones del Sistema Nacional de Salud
Un equipo científico internacional, encabezado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), ha identificado el propionato de imidazol (ImP), un metabolito derivado de la actividad bacteriana intestinal, como un nuevo marcador asociado a la aterosclerosis, que causa millones de muertes en el mundo al manifestarse en forma de infartos o ictus. Este hallazgo, publicado este miércoles en la revista Nature, podría facilitar tanto el diagnóstico precoz como el desarrollo de tratamientos personalizados contra esta patología arterial, una de las principales causas de mortalidad a nivel mundial.
Las enfermedades cardiovasculares, en particular la aterosclerosis –caracterizada por el endurecimiento y estrechamiento de las arterias debido a inflamación y acumulación lipídica–, son responsables de millones de muertes anuales. Aunque los factores de riesgo como el colesterol elevado, la hipertensión arterial o el tabaquismo pueden ser controlados, sigue siendo crucial contar con herramientas diagnósticas que permitan detectar la dolencia en sus fases más tempranas.
La investigadora Annalaura Mastrangelo, del CNIC y autora principal del estudio, ha explicado que la presencia de ImP en el torrente sanguíneo se vincula con la aparición de aterosclerosis activa, incluso en personas que no presentan síntomas evidentes. Según señala, este avance supone una ventaja diagnóstica respecto a las pruebas actuales, que dependen de tecnologías de imagen costosas y complejas que no están contempladas en las prestaciones del Sistema Nacional de Salud.
Más allá del diagnóstico, el estudio también aporta una posible diana terapéutica. David Sancho, director del Laboratorio de Inmunobiología del CNIC y también autor principal de la investigación, ha destacado que «encontramos que no solo hay una asociación, sino que realmente hay una causalidad. Es decir, que este metabolito causa la enfermedad y, por tanto, si causa la enfermedad, se puede intervenir para poder hacer terapia».
El trabajo revela que el ImP activa el receptor imidazolínico tipo 1 (I1R), lo que provoca un aumento de la inflamación sistémica, factor clave en el desarrollo de la aterosclerosis. A raíz de este descubrimiento, se abren posibilidades terapéuticas novedosas. En modelos murinos alimentados con dietas ricas en colesterol, el uso de bloqueantes del receptor I1R no solo impidió la aparición de la enfermedad inducida por el metabolito, sino que también ralentizó su progresión.
Sancho considera que esta estrategia terapéutica podría complementarse con el uso de fármacos que bloquean la producción de colesterol: «Esto abre la posibilidad futura de un tratamiento combinado del bloqueo de I1R junto al bloqueo de la producción de colesterol para lograr un efecto que esperamos que sea sinérgico y que prevenga el desarrollo de aterosclerosis».
El proyecto se ha llevado a cabo con cientos de trabajadores voluntarios del Banco Santander en Madrid y ha contado con la colaboración de diversos centros nacionales como la Fundación Jiménez Díaz, la Universidad Autónoma de Madrid, el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Cardiovasculares (CIBER-CV), Inmunotek, el Hospital de La Princesa, el Centro de Metabolómica y Bioanálisis (Cembio), la Universidad CEU San Pablo y el Instituto de Investigaciones Biomédicas Sols-Morreale (IIBM-CSIC).
Asimismo, han participado instituciones internacionales como el Mount Sinai Fuster Heart Hospital y la Icahn School of Medicine at Mount Sinai, ambas en Nueva York; la Universidad de Michigan (Estados Unidos); la Universidad de Gotemburgo (Suecia); la Universidad de Atenas (Grecia); y la Universidad de Heidelberg (Alemania).
La investigación ha sido financiada por el Consejo Europeo de Investigación, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, la Agencia Estatal de Investigación, la Unión Europea mediante fondos NextGenerationEU y la Fundación 'la Caixa', esta última con una aportación económica de 967.620,20 euros.