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José Fernández López, el empresario más importante de Galicia

Un año antes de que se cumpla el 40 aniversario de su fallecimiento, se reivindica la figura de un gran desconocido que marcó los pasos del siglo XX

José Fernández, presidente de Pescanova, S.A. después del acto de bendición del Soutomaior, en septiembre de 1962.El Debate

Hoy se cumple el 39 aniversario del fallecimiento de José Fernández López (JFL), uno de los empresarios que marcó los pasos del siglo XX. Dos días después de su muerte, el 21 de diciembre de 1986, El Faro de Vigo titulaba: «José Fernández, el empresario más importante de Galicia». La prensa le dedicaba páginas a «un empresario poco común», y rezaba que tras su pérdida desaparecía «el último representante de una clase empresarial», como reconoció La Voz de Galicia. Fue único. Un auténtico visionario que supo adelantarse a su tiempo.

En plena Segunda Guerra Mundial, voló hasta Alemania con todas las luces del avión apagadas mientras veía como caía una tormenta de bombas antes de llegar a Berlín. Allí encargó, en la primavera de 1942, los primeros cien vagones a la empresa Linke Hofmann Busch, que fue el origen de Transfesa, la primera multinacional de transporte ferroviario español. Con ella revolucionó el sector cuando patentó un innovador sistema de cambio de ejes para unir por tren España con Europa, en el paso de los Pirineos, sin hacer transbordo en la frontera.

Se hizo famoso el tren naranjero, que se especializó en la exportación de naranjas y cítricos de la huerta levantina. De ese viaje a Alemania, se trajo la receta de las salchichas frankfurt que comercializó desde el Matadero Provincial de Mérida, su primer paso como gestor cuando cerró un contrato de arrendamiento por veinte años a principios de 1936. Y tinta de la casa Hauptner para marcar las piaras en las cochiqueras de Porriño, la villa que se convirtió en sus manos en un cinturón industrial complementario a Vigo.

Felicitación navideña de José Fernández López desde el Matadero Provincial de Mérida.El Debate

Con sus pasos tranquilos, con las manos a la espalda, o sujetando el eterno cigarrillo entre sus dedos, con el alma de un tenaz e inquieto emprendedor, JFL mantuvo a lo largo de su vida una actividad inabarcable, entre Extremadura y Galicia. Fue un hombre que caminó con una generación única. Se unió a los científicos Ramón Obella y Fernando Calvet para crear Zeltia, donde contrató a grandes como Miguel A. Catalán, que buscó vitaminas en época de escasez, o a Isidro Parga Pondal que ayudó a sintetizar el DDT para que los laboratorios farmacéuticos de La Relba promovieran una marca referente y conocida como ZZ. Se asoció con Ibys, Leti, Uquifa, Instituto Llorente y la Fábrica de Productos Químicos y Farmacéuticos Abelló para producir antibióticos durante la autarquía. O se convirtió años más tarde en el primer productor de kiwi en Europa e impulsor de que más del setenta por ciento de los kiwis españoles sean gallegos.

Publicidad de ZZ de los laboratorios farmacéuticos Zeltia.El Debate

Galicia siempre estaba en su mente, que nunca descansaba. Galicia también fue el nombre con el que bautizó al Habana, un transatlántico varado al fondo de la ría de Vigo, esperando la hora de su desguace, que fue capaz de visualizar como una gran factoría en alta mar. Una apuesta inédita, que Bieito Rubido, director de El Debate e inspirador de su biografía, José Fernández López, un empresario sin miedo al riesgo (LID. Biografía empresarial), cuenta la anécdota de cómo se inició el ambicioso proyecto de conversión. Víctor Moro, director financiero de Pescanova, le dijo a JFL: «Don José no salen los números».

El presupuesto inicial de transformación en un buque nodriza era de unos 168 millones de pesetas en 1960. A lo que respondió: «Moro, vamos a echar los dados». Así era. Le daba igual su patrimonio obsesionado en situar a Galicia en el centro del mundo. Y para ello consiguió tener la primera flota española de barcos congeladores de Europa y la tercera del mundo surcando los mares bajo la bandera de Pescanova.

Dos imágenes del Galicia, buque factoría de PescanovaEl Debate

Dos imágenes del Galicia, buque factoría de PescanovaEl Debate

De su legado, Zeltia, la primera empresa que fundó con sus hermanos, conocidos como los hijos de Antón de Marcos, es de las pocas que continúa en manos de la familia, pero absorbida por una de sus filiales, Pharma Mar, biofarmacéutica pionera orientada a explorar el universo marino en busca de tratamientos innovadores oncológicos. Fundada por su hijo mayor, José María Fernández Sousa-Faro, el mismo año que desapareció su padre, del que ha heredado su gen emprendedor.

A quien le escuchaba, le repetía una y otra vez: «Lo importante son las empresas». Él fue invisible, aunque reconocido por su generación. Valentín Paz-Andrade le ensalzaba por su audacia y su capacidad para hacer «simultáneos el tiempo de siembra y cosecha». En una entrevista a su mano derecha, Álvaro Gil Varela, publicada en A Nosa Terra, en 1978, reconoció que era «uno de los hombres más galleguista, mejor formado y más inteligente, que hace todo pensando en Galicia». O como lo define Bieito Rubido: «Un hombre que se caracterizó por una creatividad fecunda, una discreción digna de alabanza, una constante dedicación al trabajo y un escaso apego al dinero».

Ese desapego le convirtió en un gran mecenas. Una prueba de ello fue cómo financió al Museo de Pontevedra. La antigua Colección Fernández López es excelsa, y uno de los edificios «lleva con tanta justicia su nombre» y aun «más digno de ser destacado es que todo ha sido hecho con la mayor modestia, rehuyendo la publicidad», recalcaba su director, Filgueira Valverde. En sus propias palabras en una carta, en esa aventura le motivaba «la satisfacción de hacer algo útil por nuestra tierra». E incluso pagó 300.000 pesetas de 1964, dato descubierto en los archivos del museo provincial, por la cesión de los derechos «de todas las obras que están depositadas en el museo» de Castelao y, sobre todo, para que su viuda, Virxinia Pereira, «pueda vivir los pocos años que le quedan sin privaciones de lo indispensable».

Placa en el Edificio Fernández López del Museo Provincial de PontevedraMarisa Gallero

Galicia tiene una gran deuda con José Fernández López, uno de los empresarios más influyentes e innovadores del siglo XX, que hoy día es un gran desconocido. Como escribió Lois Caeiro, en El Progreso, «una persona con una trayectoria y una obra absolutamente extraordinaria permanece oculta y sin protagonismo ni reconocimiento en Galicia… Qué explicación hay para tal losa de silencio». Y como bien sugiere Bieito Rubido, en un acto de justicia, no estaría de más que en el próximo 2026, año que se cumple el cuarenta aniversario de su fallecimiento, se le reconociera a título póstumo con la medalla de Galicia que concede la Xunta de Galicia el día del apóstol Santiago, que se inauguró en 1984 con Castelao. Todavía se está a tiempo.